domingo, 17 de enero de 2016

LA LIEBRE Y EL COCODRILO

La liebre
Alberto Durero 
(alemán, 1471-1528)





En una historia jemer una liebre vio a un cocodrilo que se dejaba llevar por la corriente de un río. Su corazón abrigó desconfianza y se dijo:
-¿Es un cocodrilo o el tronco de un árbol?

Pensó un instante y gritó:
-Si eres un cocodrilo, sigue flotando llevado por la corriente. Pero si eres un tronco, ¡remonta el río en sentido contrario!

El cocodrilo oyó a la liebre y se dijo:
“Yo estaba haciendo como que era un tronco de árbol. Sin embargo la liebre me ha dicho que si soy un tronco de árbol tengo que remontar el río. Tengo, pues, que remontar el río”.

Empezó a remontar el río. Entonces la liebre vio claramente que se trataba de un cocodrilo, porque los troncos de árboles no remontan la corriente.

Más que hablar

         El reino jemer, que brilló en el sudeste asiático desde el siglo VIII hasta el XV, dio como fruto una importante etnia de la actual Camboya, también presente en Tailandia, Laos, Vietnam, y en parte de Birmania y Malasia.  La capital del reino fue Angkor, con uno de los templos más grandes del mundo.  

Abstracto
Bui Xuan Phai
(Vietnamita, 1920-1988)
         El origen de esta cultura tuvo su inspiración en el hinduismo.  Pasado el tiempo, un rey asumió una corriente del budismo.  Actualmente es una religión sincrética, que no ha dejado de lado las dos religiones mencionadas, y ha asumido también elementos de animismo y del culto a los antepasados.

         En el cuento sorprende que los animales hablen.  Pero más valioso que su habla es lo que simbolizan.  La comprensión de este aspecto abre la sabiduría presente en el relato.

         En el este de Asia se considera al cocodrilo como símbolo de duplicidad e hipocresía.  Se lo considera como el inventor del tambor y del canto, pues desempeña un cierto papel en el ritmo y la armonía del mundo.  Se lo relaciona con el brillo de una gema y de un diamante, que se asimila al relámpago y la lluvia.
Por favor, permite que haya paz
Chhim Sothy
(camboyano, nacido en 1969)

         El cocodrilo está naturalmente en relación con el agua, porque la produce o porque reina sobre ella.  En el hinduismo hay un Dios de las aguas, pero en el caso de la cultura jemer, este animal es el rey de la tierra y las aguas.  Su posición de intermediario entre la tierra y el agua lo hace símbolo de las contradicciones fundamentales.  Por un lado representa la fecundidad, pues se agita en el limo, de donde crece una vegetación lujuriante.  Por otro lado, destruye y devora, saliendo sorpresivamente de las aguas.  Su ambigüedad está en ser amo de los misterios de la vida y la muerte, una luz alternativamente eclipsada y fulminante.

         La liebre está relacionada con la luna.  En Asia, Europa y África se dice que las manchas de la luna son liebres, conejos o un Gran Conejo.  La liebre que, como el satélite de la Tierra, muere para renacer, se convierte en la preparadora de la droga de la inmortalidad.  Los herreros chinos usaban su hiel para la fundición de hojas de espada: creían que comunicaba fuerza y duración al acero.
 
Pintura personas
Thanh Chuong
(vietnamita, n. en 1948)
         La liebre y el conejo se encuentran ligados a las ideas de abundancia, exuberancia, multiplicación de los seres y bienes.  Pero también llevan en sí los gérmenes de incontinencia, despilfarro, lujuria y desmesura.  La mente humana quisiera dominar todos estos procesos.  Cuando se instaura la edad de la razón, los pueblos son empujados a oponerse a las religiones “animistas”.  Aparece entonces el entredicho con la liebre.

         Estos símbolos nos rodean.  Están en el cosmos, vinculados a nuestro planeta, dentro de la inmensidad del espacio sideral.  Y habitan nuestro interior, haciéndose visibles en nuestros sueños, pero también invisiblemente presentes en la vida de vigilia, cotidiana, aparentemente rutinaria, pero con presencias, a las que prestamos a veces poca atención.

         La conversación entre el cocodrilo y la liebre está llena de sutilezas y enseñanzas en una aparente sencillez.  Es el diálogo interior que nos habita, reflejando nuestra propia ambigüedad.
         

Sin título.
Fernando Andriacci
(mexicano, n. 1972)