La liebre
Alberto Durero
(alemán, 1471-1528) |
En
una historia jemer una liebre vio a un cocodrilo que se dejaba llevar por la
corriente de un río. Su corazón abrigó desconfianza y se dijo:
-¿Es
un cocodrilo o el tronco de un árbol?
Pensó
un instante y gritó:
-Si
eres un cocodrilo, sigue flotando llevado por la corriente. Pero si eres un
tronco, ¡remonta el río en sentido contrario!
El
cocodrilo oyó a la liebre y se dijo:
“Yo
estaba haciendo como que era un tronco de árbol. Sin embargo la liebre me ha
dicho que si soy un tronco de árbol tengo que remontar el río. Tengo, pues, que
remontar el río”.
Empezó
a remontar el río. Entonces la liebre vio claramente que se trataba de un
cocodrilo, porque los troncos de árboles no remontan la corriente.
Más
que hablar
El
reino jemer, que brilló en el sudeste asiático desde el siglo VIII hasta el XV,
dio como fruto una importante etnia de la actual Camboya, también presente en
Tailandia, Laos, Vietnam, y en parte de Birmania y Malasia. La capital del reino fue Angkor, con uno de
los templos más grandes del mundo.
Abstracto
Bui Xuan
Phai
(Vietnamita, 1920-1988) |
El
origen de esta cultura tuvo su inspiración en el hinduismo. Pasado el tiempo, un rey asumió una corriente
del budismo. Actualmente es una religión
sincrética, que no ha dejado de lado las dos religiones mencionadas, y ha
asumido también elementos de animismo y del culto a los antepasados.
En el
cuento sorprende que los animales hablen.
Pero más valioso que su habla es lo que simbolizan. La comprensión de este aspecto abre la
sabiduría presente en el relato.
En el
este de Asia se considera al cocodrilo como símbolo de duplicidad e
hipocresía. Se lo considera como el
inventor del tambor y del canto, pues desempeña un cierto papel en el ritmo y
la armonía del mundo. Se lo relaciona
con el brillo de una gema y de un diamante, que se asimila al relámpago y la
lluvia.
Por favor,
permite que haya paz
Chhim Sothy
(camboyano, nacido en 1969) |
El
cocodrilo está naturalmente en relación con el agua, porque la produce o porque
reina sobre ella. En el hinduismo hay un
Dios de las aguas, pero en el caso de la cultura jemer, este animal es el rey
de la tierra y las aguas. Su posición de
intermediario entre la tierra y el agua lo hace símbolo de las contradicciones
fundamentales. Por un lado representa la
fecundidad, pues se agita en el limo, de donde crece una vegetación
lujuriante. Por otro lado, destruye y
devora, saliendo sorpresivamente de las aguas.
Su ambigüedad está en ser amo de los misterios de la vida y la muerte,
una luz alternativamente eclipsada y fulminante.
La
liebre está relacionada con la luna. En
Asia, Europa y África se dice que las manchas de la luna son liebres, conejos o
un Gran Conejo. La liebre que, como el
satélite de la Tierra, muere para renacer, se convierte en la preparadora de la
droga de la inmortalidad. Los herreros
chinos usaban su hiel para la fundición de hojas de espada: creían que
comunicaba fuerza y duración al acero.
La
liebre y el conejo se encuentran ligados a las ideas de abundancia,
exuberancia, multiplicación de los seres y bienes. Pero también llevan en sí los gérmenes de
incontinencia, despilfarro, lujuria y desmesura. La mente humana quisiera dominar todos estos
procesos. Cuando se instaura la edad de
la razón, los pueblos son empujados a oponerse a las religiones “animistas”. Aparece entonces el entredicho con la liebre.
Estos
símbolos nos rodean. Están en el cosmos,
vinculados a nuestro planeta, dentro de la inmensidad del espacio sideral. Y habitan nuestro interior, haciéndose
visibles en nuestros sueños, pero también invisiblemente presentes en la vida
de vigilia, cotidiana, aparentemente rutinaria, pero con presencias, a las que
prestamos a veces poca atención.
La
conversación entre el cocodrilo y la liebre está llena de sutilezas y
enseñanzas en una aparente sencillez. Es
el diálogo interior que nos habita, reflejando nuestra propia ambigüedad.
Sin título.
Fernando
Andriacci
(mexicano, n. 1972) |