domingo, 14 de febrero de 2016

EL LORO

La barba es la hierba del hombre calvo
Friedensreich Hundertwasser
(austríaco, 1928-2000)




Un tendero poseía un loro cuya voz era agradable y su lenguaje divertido. No sólo guardaba la tienda, sino que también distraía a la clientela con su parloteo. Pues hablaba como un ser humano y sabía cantar... como un loro.

Un día, el tendero lo dejó en la tienda y se fue a su casa. De pronto, el gato del tendero divisó un ratón y se lanzó bruscamente a perseguirlo. El loro se asustó tanto que perdió la razón. Se puso a volar por todos lados y acabó por derribar una botella de aceite de rosas.

A su vuelta, el tendero, advirtiendo el desorden que reinaba en su tienda y viendo la botella rota, fue presa de gran cólera. Comprendiendo que su loro era la causa de todo aquello, le asestó unos buenos golpes en la cabeza, haciéndole perder numerosas plumas. A consecuencia de este incidente, el loro dejó bruscamente de hablar.

El tendero quedó entonces muy apenado. Se arrancó el pelo y la barba. Ofreció limosnas a los pobres para que su loro recobrase la palabra. Sus lágrimas no dejaron de correr durante tres días y tres noches. Se lamentaba diciendo:
"Una nube ha venido a oscurecer el sol de mi subsistencia."

Al tercer día, entró en la tienda un hombre calvo cuyo cráneo relucía como una escudilla. El loro, al verlo, exclamó:
"¡Oh, pobre desdichado! ¡Pobre cabeza herida! ¿De dónde te viene esa
calvicie? ¡Pareces triste, como si hubieras derribado una botella de aceite de
rosas!"

Y toda la clientela estalló en carcajadas.


Consecuencias

         Sorprende que la calvicie sea tomada como una desgracia.  El relato está en un contexto cultural muy distinto al nuestro.  En las civilizaciones del pasado, como la romana,  el cabello era considerado símbolo de masculinidad, valentía y fertilidad.  Personajes importantes de aquella época lucharon contra la calvicie, o buscaban formas de disimilarla.
 
Cabeza de querubín con diferentes vistas
Joshua Reynolds
(británico, 1723-1792)
         El conocido poeta Ovidio (romano, 43 a.C.- 17 d.C.) decía que “feo es el campo sin hierba, y el arbusto sin hojas y la cabeza sin pelo” reflejando las consideraciones de su tiempo.  En la época contemporánea estos aspectos han cambiado mucho.  Encontramos la calvicie no solamente producto de la pérdida involuntaria del cabello, sino que también en quiénes se rapan la cabeza voluntariamente.  También hay tradiciones de Oriente que utilizan este símbolo, la cabeza afeitada, como expresión de su fe religiosa.

         Pero la risa de la clientela al final del cuento nos lleva a otro lado.  Se dan cuenta que la reacción del loro manifiesta un razonamiento ridículo, que les causa gracia.  Según los antiguos hay distintas versiones de la necedad del loro.

         La primera se puede ilustrar con el dicho: “Dos cañas se alimentan de la misma agua, pero una de ellas es caña de azúcar y la otra está vacía”. Hay que saber comprender que, ante el susto, hay distintos modos de reaccionar.  El loro vive una situación que le causa miedo, cuando el gato persigue al ratón, y el cuento dice que “pierde la razón”.  Se insinúa que no hay que asustarse de cualquier cosa, y ante una situación que produzca miedo, hay que mantener fría la cabeza. 
Introduciendo risa
Howard Hodgkin
(británico, n. en 1932)

         La segunda referencia de los sabios, se refiere a las personas que no saben mirar más allá de su propia nariz.  Ignorantes del misterio que habita la realidad de todas las cosas, se quedan con las apariencias.  Por ejemplo, los que no reconocen a los hombres de Dios dicen: “Son hombres como nosotros: comen y duermen igual que nosotros”. Es no saber ver la inmensidad que inhabita en los hombres que se entregan a lo trascendente, porque han descubierto algo más que la mera razón.

         Un tercer aspecto que causa gracia de la expresión del loro, es que no tiene experiencia de la vida.  En el diario vivir hay cosas que se parecen, pero producen distintas reacciones.  Por ejemplo, “el agua dulce y el agua amarga, aunque tengan la misma apariencia, son muy diferentes para quien las ha probado”.

         El cuento nos lleva a entender que la realidad no es tan lineal como la suelen describir.  Lo que nos rodea, como también nuestra propia vida, está lleno de matices y misterios.  De cada hecho hay muchas consecuencias, que no se pueden ver con una razón simplista.


En busca de un espejo
George Saru
(rumano, 1920-2003)