La barba es
la hierba del hombre calvo
Friedensreich Hundertwasser
(austríaco, 1928-2000) |
Un
tendero poseía un loro cuya voz era agradable y su lenguaje divertido. No sólo
guardaba la tienda, sino que también distraía a la clientela con su parloteo.
Pues hablaba como un ser humano y sabía cantar... como un loro.
Un
día, el tendero lo dejó en la tienda y se fue a su casa. De pronto, el gato del
tendero divisó un ratón y se lanzó bruscamente a perseguirlo. El loro se asustó
tanto que perdió la razón. Se puso a volar por todos lados y acabó por derribar
una botella de aceite de rosas.
A
su vuelta, el tendero, advirtiendo el desorden que reinaba en su tienda y viendo
la botella rota, fue presa de gran cólera. Comprendiendo que su loro era la
causa de todo aquello, le asestó unos buenos golpes en la cabeza, haciéndole
perder numerosas plumas. A consecuencia de este incidente, el loro dejó
bruscamente de hablar.
El
tendero quedó entonces muy apenado. Se arrancó el pelo y la barba. Ofreció
limosnas a los pobres para que su loro recobrase la palabra. Sus lágrimas no
dejaron de correr durante tres días y tres noches. Se lamentaba diciendo:
"Una
nube ha venido a oscurecer el sol de mi subsistencia."
Al
tercer día, entró en la tienda un hombre calvo cuyo cráneo relucía como una
escudilla. El loro, al verlo, exclamó:
"¡Oh,
pobre desdichado! ¡Pobre cabeza herida! ¿De dónde te viene esa
calvicie?
¡Pareces triste, como si hubieras derribado una botella de aceite de
rosas!"
Y
toda la clientela estalló en carcajadas.
Consecuencias
Sorprende
que la calvicie sea tomada como una desgracia.
El relato está en un contexto cultural muy distinto al nuestro. En las civilizaciones del pasado, como la
romana, el cabello era considerado
símbolo de masculinidad, valentía y fertilidad.
Personajes importantes de aquella época lucharon contra la calvicie, o
buscaban formas de disimilarla.
El
conocido poeta Ovidio (romano, 43 a.C.- 17 d.C.) decía que “feo es el campo sin
hierba, y el arbusto sin hojas y la cabeza sin pelo” reflejando las
consideraciones de su tiempo. En la
época contemporánea estos aspectos han cambiado mucho. Encontramos la calvicie no solamente producto
de la pérdida involuntaria del cabello, sino que también en quiénes se rapan la
cabeza voluntariamente. También hay
tradiciones de Oriente que utilizan este símbolo, la cabeza afeitada, como
expresión de su fe religiosa.
Pero
la risa de la clientela al final del cuento nos lleva a otro lado. Se dan cuenta que la reacción del loro
manifiesta un razonamiento ridículo, que les causa gracia. Según los antiguos hay distintas versiones de
la necedad del loro.
La
primera se puede ilustrar con el dicho: “Dos
cañas se alimentan de la misma agua, pero una de ellas es caña de azúcar y la
otra está vacía”. Hay que saber comprender que, ante el susto, hay
distintos modos de reaccionar. El loro vive
una situación que le causa miedo, cuando el gato persigue al ratón, y el cuento
dice que “pierde la razón”. Se insinúa
que no hay que asustarse de cualquier cosa, y ante una situación que produzca
miedo, hay que mantener fría la cabeza.
Introduciendo risa
Howard Hodgkin
(británico, n. en 1932) |
La
segunda referencia de los sabios, se refiere a las personas que no saben mirar
más allá de su propia nariz. Ignorantes
del misterio que habita la realidad de todas las cosas, se quedan con las
apariencias. Por ejemplo, los que no
reconocen a los hombres de Dios dicen: “Son
hombres como nosotros: comen y duermen igual que nosotros”. Es no saber ver
la inmensidad que inhabita en los hombres que se entregan a lo trascendente,
porque han descubierto algo más que la mera razón.
Un
tercer aspecto que causa gracia de la expresión del loro, es que no tiene
experiencia de la vida. En el diario
vivir hay cosas que se parecen, pero producen distintas reacciones. Por ejemplo, “el agua dulce y el agua amarga, aunque tengan la misma apariencia, son
muy diferentes para quien las ha probado”.
El
cuento nos lleva a entender que la realidad no es tan lineal como la suelen
describir. Lo que nos rodea, como
también nuestra propia vida, está lleno de matices y misterios. De cada hecho hay muchas consecuencias, que
no se pueden ver con una razón simplista.
En busca de
un espejo
George Saru
(rumano,
1920-2003)
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