domingo, 28 de febrero de 2016

ALABANZA A DIOS



 
Metamorfosis
Joan Miro
(español, 1893-1983)



Una noche Nasrudín lavó su ropa y la puso en el jardín.  A la mañana siguiente la ropa había desaparecido; la había robado un ladrón. 

Al instante Nasrudín se arrodilló en el suelo y le dio las gracias a Dios efusivamente.

-¡Cómo! –le dijo su mujer-.  ¿Te roban la ropa y le das las gracias a Dios?

-Pero, desdichada –le contestó Nasrudín-, ¿no ves que yo podría haber estado dentro?


Las bellas vestiduras

         La actitud del protagonista, Nasrudin, un personaje legendario de los místicos sufíes, es extraña para su mujer.  La contestación que recibe nos abre a muchos significados.  

El sombrero hace al hombre
Max Ernst
(alemán, 1891-1976)
         Es interesante la etimología de la palabra “ropa”.  Proviene de una raíz germánica que se refería al botín, mercancías y ropajes que son objeto de saqueo.  Esa raíz tuvo dos variantes, una de la que deriva el verbo “romper”, y de allí corromper, irrumpir, erupción.  La otra vertiente da origen a los verbos arrebatar, rapiñar, y también  “robar”.
         Se vislumbra claramente por qué Nasrudin agradecer no haber estado dentro de la ropa, dentro de un objeto de robo.  La ropa, en este sentido, nos abriga, nos defiende de la intemperie, y también preserva algo de nuestra intimidad.  Pero a la vez es algo que se puede apoderar de nuestra vida, dejándonos a merced de los ladrones, de los arrebatadores, y de los corruptos.

         La vestimenta nos ha dado la individualidad, las distinciones, los refinamientos sociales.  El uso de esa ropa muestra algo de lo que somos, como por ejemplo, el hábito de los religiosos indica que esas personas están dedicadas a cosas espirituales.  Pero como expresa el dicho: “el hábito no hace al monje”, muchas veces los ropajes nos han hecho maniquíes y no hombres.  Hay seres humanos que se dejan llevar por los signos de su vestimenta, y en vez de conformar una armonía con la sociedad en la cual viven, se dejan arrebatar por privilegios innecesarios implicados en sus investiduras.  Esto contribuye a dos grandes males sociales: la vanidad y la envidia.

Hombre desnudo
George Bouzianis
(griego, 1885-1959)
         La sabiduría expresada por Nasrudin indica que hay otras vestiduras que no pueden ser rapiñadas.  En la tradición de este personaje hay una investidura de este tipo.  Simbólicamente se la expresa con un manto que cubre a la persona que se ha convertido en alguien digno de ser imitado.  Para alcanzar esta posición tendrá que tener un conocimiento teórico y práctico del hacer correcto, del camino adecuado y de la verdad plena. 

         En los relatos evangélicos hay una escena misteriosa, que solamente es mencionada por el evangelista San Marcos.  Cuando los soldados arrestaron a Jesús para llevarlo al juicio que terminaría en la Cruz, dice el evangelista que “lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo” (capítulo 14, versículos 51-52).  Como el protagonista del cuento, este joven también debió alabar a Dios por no haber quedado dentro de la sábana que lo cubría.

         El joven, y también Nasrudin, en su aparente desnudez, tienen una vestimenta que nadie se las podrá quitar.  Como nos aconseja el Nuevo Testamento, abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz.  

         Una oración antigua, tomada de Las Odas de Salomón, interpreta muy bien la alabanza que rezó Nasrudín: 

“Alcé mis brazos al Altísimo, hasta Su gracia, porque quitó de mí las ataduras,
 fue Él quien me auxilió
y me levantó hasta Su gracia y Su Salvación,
 y me quité las tinieblas y me vestí con Su luz”.


Sin título
Zdislav Beksinski
(polaco, 1929-2005)