Un
poeta persa cuenta que un perro, que se moría de sed después de una larga
carrera por un desierto, llegó al fin ante un río. Agachó la cabeza pero,
cuando se disponía a calmar la sed, vio su propia imagen en el agua y la tomó
por otro perro que le impedía beber.
El
perro sediento se tumbó jadeando junto al agua y esperó. Poco después se acercó
otra vez, se asomó cauteloso y vio que el otro perro seguía allí.
Se
apartó y volvió a sentarse, muerto de sed. Repitió varias veces la maniobra.
Por fin, al límite de sus fuerzas, sin poder aguantar más, se lanzó al agua
dispuesto a pelear con el otro perro.
Para
su gran sorpresa, no encontró ningún perro. Pudo juguetear y beber a gusto, lo
que le pareció delicioso.
Después
de un rato salió del agua. Antes de ponerse en camino, se volvió para mirar el
agua.
El
otro perro estaba otra vez allí y le miraba.
El
camino por la vida
En muchas
mitologías aparece el complejísimo símbolo del perro. Se lo asocia a la
trilogía de elementos compuesta por la tierra, el agua y la luna. Los tres
están presentes en el cuento citado, cada uno con alguna característica
particular. La tierra es mencionada como desierto, por donde el perro ha
realizado una larga carrera. El agua es aquí un elemento de vida, la posibilidad
de superar la sed mortal. La luna, no mencionada explícitamente, está presente
en la propia imagen que ve el perro en el agua, y los aspectos de sorpresa,
admiración, desconfianza y misterio que le producen, como las fases que tiene
el astro en el cielo.
Dinamismo de un perro con correa Giacomo Balla (italiano, 1871-1958) |
Para
la tradición, el perro que acompaña al hombre en su vida, también lo guía para
atravesar la muerte. Por esta razón se lo llama psicopompo o guía del alma. En realidad, todo el peregrinar del
hombre sobre la tierra es un camino que atraviesa el umbral que separa lo
temporal de lo eterno, por lo cual la función simbólica del perro se extiende a
toda la existencia.
La
experiencia cotidiana nos enseña que estamos atravesando una especie de
desierto. Bebemos líquidos a cada rato, y es muy corto el tiempo que estamos
sin sentir sed. La costumbre de tener agua en la mesa de luz nos señala que ni
siquiera el sueño logra vencer la necesidad de beber algo. Es habitual la
recomendación de beber con frecuencia para superar muchas de las enfermedades
que nos suelen acontecer, como también para mantener la salud, especialmente en
los ancianos.
En
muchas tradiciones hay personas que fueron al desierto para realizar con
profundidad el encuentro de sí mismos con la dimensión trascendente en la que
estamos sumergidos. De esta manera conseguían una experiencia valiosa para
orientar a sus semejantes en el arte de la vida del espíritu. De esto nos habla
el cuento presentado.
Perro blanco con mancha en el ojo Tsuguharu Foujita (japonés, 1886-1968) |
El
perro se enfrenta a su propia imagen reflejada en el agua. Esta es la realidad fundamental de la vida
espiritual de todo ser humano: encontrarse con los rasgos esenciales propios
cuando se intenta sumergir en las aguas vivificantes. La carrera por este mundo
es una búsqueda de la salvación, y las aguas nos invitan a saciar nuestra sed
en ellas. Pero cuando lo vamos a hacer, nuestro ser más íntimo se nos aparece
como impidiendo el paso.
Conócete a ti mismo, enseñaba un oráculo
de la antigüedad; ama a tu prójimo como a
ti mismo, decía Jesús, poniendo este mandamiento a la misma altura del amor
a Dios. Pero, cuando miramos nuestra imagen, surge un sentimiento muy
encontrado. Por un lado, apreciamos lo que somos, especialmente lo que creemos que
somos. Pero al conocernos, aparecen rasgos que nos disgustan y en muchos casos
nos asustan. Muchas veces abandonamos la vida espiritual y nos lanzamos, con
justificaciones variadas, a cualquier cosa que nos distraiga del profundo
encuentro con nuestro ser.
El
cuento propone un camino para la armonía con la propia imagen, que es superar
el temor y arrojarse al río, usar del impulso de la sed para que, con las
fuerzas que nos queden, sumergirnos en el elemento líquido, símbolo de la vida
en potencia y en plenitud, y encontrar así la solución a nuestras ansias. En la
vida terrenal continuará la desconfianza consigo mismo, pero tenemos la
esperanza que la felicidad final será también la aceptación interminable de sí
mismo que, según las sagradas Escrituras, es imagen y semejanza de Dios.
Combate enigmático Arshile Gorky (armenio, 1904-1948) |