domingo, 29 de abril de 2018

EL PERRO SEDIENTO


 
El perro
Herman Kruyder
(holandés, 1881-1935) 


Un poeta persa cuenta que un perro, que se moría de sed después de una larga carrera por un desierto, llegó al fin ante un río. Agachó la cabeza pero, cuando se disponía a calmar la sed, vio su propia imagen en el agua y la tomó por otro perro que le impedía beber.



El perro sediento se tumbó jadeando junto al agua y esperó. Poco después se acercó otra vez, se asomó cauteloso y vio que el otro perro seguía allí.

Se apartó y volvió a sentarse, muerto de sed. Repitió varias veces la maniobra. Por fin, al límite de sus fuerzas, sin poder aguantar más, se lanzó al agua dispuesto a pelear con el otro perro.

Para su gran sorpresa, no encontró ningún perro. Pudo juguetear y beber a gusto, lo que le pareció delicioso.

Después de un rato salió del agua. Antes de ponerse en camino, se volvió para mirar el agua.

El otro perro estaba otra vez allí y le miraba.


El camino por la vida

         En muchas mitologías aparece el complejísimo símbolo del perro. Se lo asocia a la trilogía de elementos compuesta por la tierra, el agua y la luna. Los tres están presentes en el cuento citado, cada uno con alguna característica particular. La tierra es mencionada como desierto, por donde el perro ha realizado una larga carrera. El agua es aquí un elemento de vida, la posibilidad de superar la sed mortal. La luna, no mencionada explícitamente, está presente en la propia imagen que ve el perro en el agua, y los aspectos de sorpresa, admiración, desconfianza y misterio que le producen, como las fases que tiene el astro en el cielo.
Dinamismo de un perro con correa
Giacomo Balla
(italiano, 1871-1958)

         Para la tradición, el perro que acompaña al hombre en su vida, también lo guía para atravesar la muerte. Por esta razón se lo llama psicopompo o guía del alma. En realidad, todo el peregrinar del hombre sobre la tierra es un camino que atraviesa el umbral que separa lo temporal de lo eterno, por lo cual la función simbólica del perro se extiende a toda la existencia.

         La experiencia cotidiana nos enseña que estamos atravesando una especie de desierto. Bebemos líquidos a cada rato, y es muy corto el tiempo que estamos sin sentir sed. La costumbre de tener agua en la mesa de luz nos señala que ni siquiera el sueño logra vencer la necesidad de beber algo. Es habitual la recomendación de beber con frecuencia para superar muchas de las enfermedades que nos suelen acontecer, como también para mantener la salud, especialmente en los ancianos.

         En muchas tradiciones hay personas que fueron al desierto para realizar con profundidad el encuentro de sí mismos con la dimensión trascendente en la que estamos sumergidos. De esta manera conseguían una experiencia valiosa para orientar a sus semejantes en el arte de la vida del espíritu. De esto nos habla el cuento presentado.
Perro blanco
con mancha en el ojo

Tsuguharu Foujita
(japonés, 1886-1968) 

         El perro se enfrenta a su propia imagen reflejada en el agua.  Esta es la realidad fundamental de la vida espiritual de todo ser humano: encontrarse con los rasgos esenciales propios cuando se intenta sumergir en las aguas vivificantes. La carrera por este mundo es una búsqueda de la salvación, y las aguas nos invitan a saciar nuestra sed en ellas. Pero cuando lo vamos a hacer, nuestro ser más íntimo se nos aparece como impidiendo el paso.

         Conócete a ti mismo, enseñaba un oráculo de la antigüedad; ama a tu prójimo como a ti mismo, decía Jesús, poniendo este mandamiento a la misma altura del amor a Dios. Pero, cuando miramos nuestra imagen, surge un sentimiento muy encontrado. Por un lado, apreciamos lo que somos, especialmente lo que creemos que somos. Pero al conocernos, aparecen rasgos que nos disgustan y en muchos casos nos asustan. Muchas veces abandonamos la vida espiritual y nos lanzamos, con justificaciones variadas, a cualquier cosa que nos distraiga del profundo encuentro con nuestro ser.
  
         El cuento propone un camino para la armonía con la propia imagen, que es superar el temor y arrojarse al río, usar del impulso de la sed para que, con las fuerzas que nos queden, sumergirnos en el elemento líquido, símbolo de la vida en potencia y en plenitud, y encontrar así la solución a nuestras ansias. En la vida terrenal continuará la desconfianza consigo mismo, pero tenemos la esperanza que la felicidad final será también la aceptación interminable de sí mismo que, según las sagradas Escrituras, es imagen y semejanza de Dios.


Combate enigmático
Arshile Gorky
(armenio, 1904-1948)