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Demonio sentado
Mikhail
Vrubel
(ruso,
1856 - 1910)
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A veces algunos personajes son bastante lúcidos para expresar a la vez las preguntas y las respuestas.
Es
el caso de un demonio japonés que lloraba. Un hombre santo lo vio y le
preguntó:
-
¿Qué clase de demonio eres? ¿Desde cuándo lloran los demonios? ¿Y por qué?
-
Soy un personaje de otros tiempos –le dijo el demonio-. Viví hace cuatro o
cinco siglos y mi corazón estaba lleno de odio hacia mi enemigo.
-¿Y
ese enemigo te venció?
-
En absoluto. Lo maté. ¡También maté a sus hijos, a sus nietos y a sus
bisnietos! ¡Sin excepción!
-
¿Así que no te queda nadie a quien matar?
-
Ni una persona.
-
Entonces, te repito mi pregunta: ¿por qué lloras?
-
Lloro porque querría que volviesen a nacer para poder volver a matarlos. Pero
no tengo la más mínima idea del lugar donde podrían renacer. El odio todavía me
corroe pero la progenie de mi enemigo ya no existe. No tengo a nadie a quien
matar y sólo me devoro a mí mismo.
-
¿Así que has conservado tu odio, pero contra ti mismo?
-
Sí, y durante cien millones de años lo sufriré. ¿Sigues creyendo que no tengo
ningún motivo para llorar?
El
demonio se alejó entre sollozos. El hombre santo vio llamas bailando alrededor
de su cabeza.
La
no-violencia
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Atacado por un demonio Utagawa Kuniyoshi (japonés, 1798-1861) |
Los fantasmales guerreros han perdido el camino que los llevaba a la meditación y al respeto, y se han convertido en horribles espíritus hechos del odio y la venganza que queman sus oscuros corazones. Tienen una mirada que causa espanto, por lo que sorprende ver llorar a alguno de ellos.
En occidente, la
palabra demonio proviene de un término griego daimon, que se traduce mejor por genio. En el mundo romano y griego los daimones son unas divinidades menores muy importantes, consideradas
fundamentales en el desarrollo de la vida y de las buenas funciones de la
naturaleza. Su culto estaba muy extendido, y al cristianismo le resultó muy
difícil erradicarlo de los ambientes campesinos. Para este fin los cargó de
connotaciones negativas y maléficas, asumiendo su representación plástica como
la figuración de los espíritus del mal. Así los sátiros dejaron de ser
protectores de animales, especialmente el ganado, para convertirse en seres
dañinos y pecadores.
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Dos divinidades danzando Tomioka Tessai (japonés, 1837-1924) |
En las culturas en
general una característica del mal, propia de los demonios, es el odio. Es
interesante tener en cuenta que el odio tiene un aspecto positivo. Sirve para
mantener un cierto estado de alerta intelectual. En situaciones peligrosas como
el falso consenso grupal sólo los odiadores son capaces de actuar con lucidez. Hay
veces que las decisiones colectivas equivocadas suponen la muerte y en estos
casos el odio resulta muy útil. Para Aristóteles puede ser una forma de ira no
desahogada: necesitamos ese sentimiento para separarnos de aquello que
previamente hemos amado. Cuando una persona o una idea nos defraudan
necesitamos del odio para apartarnos de aquello que puede limitarnos o
estancarnos en nuestro camino por la vida.
El odio, que podemos
caracterizar como un amor sin conocimiento, se vuelve amor ciego, y se apega al
pecado. Por eso el demonio del cuento queda condenado a ser criminal, y lo
único que ve de su interior es esta fuerza terrible que lo arrastrará millones
de años. Para que el odio sea bueno tiene que estar muy controlado, porque
enseguida se transforma en daño y crimen. Por eso la tradición es constante en
la invitación a conocernos a nosotros mismos, en prestar atención a nuestro
interior.
¿Qué es el conocimiento
de sí mismo? Es descubrir nuestra esencia real, nuestra chispa divina, nuestro
ser completos en Dios. No somos Dios, pero somos portadores de su presencia.
Somos vasos de barro llenos de Dios. Sobre esta realidad se basa toda la
experiencia de la no-violencia activa, opuesta al odio del demonio. La
no-violencia activa propone un camino de liberación integral, empezando con la
liberación interior de todo apego y de toda enemistad, para que brille nuestra
esencia real. Esta es la actitud del santo que ve alejarse al diablo llorando,
y ve llamas danzando en torno a su cabeza.
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Huellas Ion Tuculescu (rumano, 1910-1962) |