domingo, 30 de septiembre de 2018

EL AMANECER DEL DÍA


Cosmogonía de una cara
Victor Brauner
(rumano, 1903-1966)

 
Esta historia judía presenta a un rabino que pregunta a sus estudiantes:


-¿Cómo sabemos que la noche ha llegado a su fin y que el día amanece?

-Porque podemos distinguir a una oveja de un perro -dijo un estudiante.

-No, no es la respuesta -dijo el rabino.

-Porque -dijo otro estudiante-, podemos distinguir una higuera de un olivo.

-No -dijo el rabino-. No es la respuesta.

-Entonces ¿cómo lo sabemos?

-Cuando miramos un rostro desconocido, un extraño, y vemos que es nuestro hermano, en ese momento ha amanecido.


El rostro de mi hermano

Un día es aproximadamente lo que tarda la Tierra en girar sobre su propio eje. En la antigüedad las distintas culturas tenían su propia forma de determinar el comienzo de un día. En nuestro tiempo seguimos la costumbre romana de empezar a medianoche. Los egipcios en la antigüedad contaban la jornada a partir de la salida del sol. Los babilonios y los judíos, en cambio, calculaban el día de tarde a tarde.
Amanecer
Aristarkh Lentulov
(ruso, 1882-1943)

Para la tradición judía el hecho de que el día comienza al anochecer es una metáfora de la vida misma porque nuestra vida humana empieza en la oscuridad del vientre materno, después se enfrenta al resplandor de la luz y eventualmente finaliza con la oscuridad de la tumba que precede a un nuevo amanecer en el mundo venidero. En esta tradición resultaba muy importante determinar en qué momento comenzaba la noche porque de esta manera se sabía que ya se estaba en una nueva jornada y sus obligaciones, si coincidía con un día festivo. De la misma manera era importante saber cuándo empezaba la etapa de luz, pues esta indicaba simbólicamente el comienzo de la madurez y de la relación plena con Dios.

Para determinar el cambio del día a la noche se usaban diferentes métodos. En algunos lugares este momento estaba marcado por la autoridad del lugar, cuando no distinguía un hilo negro de uno marrón. Otras formas están indicadas en el cuento que se presenta hoy: no distinguir un perro de una oveja o una higuera de un olivo. Para saber el momento en que comienza la noche alcanzaba con tener los sentidos atentos.

La pregunta del rabino en el cuento es sobre el momento del amanecer y no sobre el comienzo de la jornada. El interrogante es sobre la madurez humana y no sobre los días de la vida común, y con este giro nos abre a una consideración distinta de lo que significa vivir en plenitud en este mundo.
Amanecer de la montaña
Maynard Dixon
(norteamericano, 1875-1946)

En la respuesta del maestro está la clave del sentido de la existencia: reconocer al hermano en el rostro desconocido. El término rostro, equivalente a cara, viene del latín que hacía referencia al pico del ave, y también al morro de varios animales. Cara, que viene del griego donde significaba cabeza, en latín derivó en la parte delantera de algo y también rostro humano.

Nadie ha visto su propia cara, por lo cual solamente puede contemplarla como imagen de un espejo. La cara es una revelación, incompleta y pasajera, de la persona. Nuestro rostro es para los demás, y también es para Dios. Reconocer en la cara al hermano es una de las formas más altas de amor al prójimo. Para esto tiene rostro, para que lo reconozca como persona de la familia universal en la cual somos todos hermanos al ser hijos de un mismo Padre. El rostro es el símbolo de lo que hay de divino en el hombre, y su reconocimiento es el amanecer de la auténtica humanidad.


La musa al amanecer
Alphonse Osbert
(francés, 1857-1939)