lunes, 26 de noviembre de 2018

EL ORDEN DE LAS PALABRAS



Monjes (par)
Kasumi Bunsho
(japonés, 1905-1998)

Una historia japonesa nos presenta a dos monjes que vivían en el mismo monasterio y que querían fumar.

Aquella inclinación, a la que sucumbían bastante a menudo, les granjeaba quejas y reproches.

Un día fueron convocados ante el maestro, uno después del otro, por separado. El primero le dijo al maestro:

-¿Puedo meditar mientras fumo?

El maestro estalló en cólera, contestó que no y echó violentamente al discípulo.

El monje, un poco más tarde, se encontró al otro monje fumando tranquilamente. Sorprendido, le preguntó:

- ¿No has visto al maestro?

- Sí, lo he visto.

- ¿Y no te ha prohibido fumar?

- No.

- Pero, ¿cómo puede ser? ¿Qué le has preguntado?

- Simplemente le he preguntado: ¿puedo fumar mientras medito?


Un arquetipo

La reacción del maestro es exagerada. Quizás porque fumar en Japón es una actividad bastante nueva. Echar humo de tabaco o de alguna hierba, tal el significado de fumar, se desarrolló principalmente en América. Se estima que los cultivos en ese continente se realizaron desde 3000 años antes de Cristo.
Monje en la tormenta
Marco Ricci
(italiano, 1676-1730)

Los primeros usos del tabaco en Europa se dieron recién en el siglo XVI, pero no para fumar sino para aliviar con su jugo algunas enfermedades de piel o algún tipo de dolor. A medida que llegaban más noticias de América, las poblaciones de Europa y luego de Oriente se iniciaron en el uso del humo del tabaco por su efecto narcotizante. Lo que se perdió fue el sentido sagrado que se le daba en América, dónde se soplaba sobre los guerreros para insuflarles fuerza, y el mismo humo se le dirigía a los rostros de los pacientes para reforzarles el poder mágico de sus alientos.

Por otro lado el cuento nos muestra una figura que está en toda persona humana: el monje. Todo hombre reúne en sí una serie de principios que lo constituyen, algunos son evidentes, como el hablar. Otros son esenciales pero no manifiestos, como el monje que hace  al individuo propiamente un ser humano.

El arquetipo del monje que todos poseemos nos muestra una riqueza tal de aspectos que nos llevaría mucho tiempo enunciar. Hablaremos de unos pocos, empezando por la simplicidad. En la antigüedad las personas que querían vivir en profundidad su principio monacal se retiraban a lugares desiertos o se congregaban en espacios de vida común, llamados cenobios y luego monasterios. En nuestro tiempo nos resulta imposible salir de nuestros ambientes y tenemos que encontrar lo simple en la vida diaria que llena de estímulos de todo tipo. En el presente la simplicidad que buscamos está en saber armonizar la complejidad que nos atraviesa.

Monjes
Ilya Glazunov
(ruso, 1930-2017)
Otra señal del monje que nos habita es el compromiso del ser sobre el tener que la gran mayoría de personas demuestra. Es común ver el orgullo de ser lo que se es, y del aprecio que se siente por lo que se hace, sean artesanos, obreros o profesionales. El monje es aquella persona que ha ido a buscar en las profundidades de la vida el sentido de su ser, y vive aferrado a él. Lo mismo lo vemos en un mecánico entregado en su taller, en un carnicero dedicando su vida con esmero a su local. De esto sobran ejemplos.

Por otro lado, el monje parece apartarse de la historia, pero en realidad lo que hace es sumergirse en lo más hondo de ella. Estamos acostumbrados a la historia oficial, la que cuentan unos pocos que tienen el privilegio del poder o de la fama. Pero todos atravesamos la historia humana, y en ese devenir encontramos y cultivamos cosas que la trascienden. Un signo evidente de esto es la ancestral costumbre de honrar a los muertos, porque encontramos en toda vida, aún en la más oculta, siempre algo que merece ser guardado en la memoria que es depósito de la  historia cotidiana.

Ahora se entiende mejor la respuesta del maestro. Si lo importante es meditar, como actividad central del monje, por supuesto que se puede fumar. Pero si me concentro en mi deseo de fumar, por más sacralidad que encierre, por encima de la atención a la vida, entonces me pierdo un arquetipo fundamental de mi ser: el monje.


Decisión
Kenzo Okada
(japonés, 1902-1982)