Conversación sobre la muerte Karl Schmidt-Rottluff (alemán, 1884-1976) |
Un hombre muy rico le pidió a
Sengai que le escribiese algo para la continuidad de la prosperidad de su
familia, de manera que ésta pudiese mantener su fortuna de generación en
generación.
Sengai tomó una larga hoja de papel
de arroz y escribió:
- "El padre muere, el hijo
muere, el nieto muere".
El hombre rico se indignó y
ofendió:
- "¡Yo le pedí que escribiese
algo para la felicidad de mi familia! ¿Por qué realizó una broma de este
tipo?".
Sengai explicó tranquilamente:
- "No pretendí hacer bromas.
Si antes de su muerte su hijo muriera, esto lo heriría inmensamente. Si su
nieto se fuera antes que su hijo, tanto usted como él estarían destruidos. Pero
si su familia, de generación en generación, muere en el orden que le describí,
ése sería el curso más natural de la vida. Yo llamo a eso verdadera
riqueza".
Símbolo de transformación
Un hombre rico es el que tiene todo bajo
control. Domina todas las áreas que necesita para que nunca le falten recursos
en su vida y en sus emprendimientos. Es el que puede devolver favores, y
retribuir al que lo ha agasajado; puede sostener una buena calidad de vida para
su familia e incluso ayudar a la gente que trabaja en su entorno. La riqueza es
dominio y control, cosas muy apreciadas en nuestro tiempo.
El protagonista del cuento se enoja con
el maestro Sengai, porque éste le habla de algo que nadie puede controlar: la
muerte. Ella designa el fin absoluto de algo positivo y vivo: un ser humano, un
animal, una planta, una amistad, una alianza, la paz, una época. Si la
consideramos como un símbolo la muerte es el aspecto perecedero y destructor de
la existencia. Pero también nos introduce a mundos desconocidos, que la
tradición denomina infiernos o paraísos. Como símbolo entonces designa
los ritos de pasaje que son a la vez revelación e introducción.
Si miramos bien la muerte sólo puede
tener un significado de transformación. Vemos como la civilización egipcia
escribió El libro de los muertos y la
tibetana El Bardo Thodol, suponiendo
ambas que el alma después de la vida inmediatamente iniciaba otra vida en el
más allá. La muerte no es un fin, sino el acceso a la vida verdadera, al reino
del espíritu, tal como dice una conocida sentencia latina: mors janua vitae, la muerte es la puerta de la vida.
Los ritos de iniciación de las distintas
civilizaciones son costumbres que tienen mucho en común. En su realización atraviesan
simbólicamente una fase de muerte antes de abrir a una vida nueva. Nos quieren
transmitir que la muerte nos libra de las fuerzas negativas y regresivas, a la
vez que desmaterializa y libera las fuerzas ascensionales de la mente. Dicho de
otro modo, tiene el poder de regenerar.
En la mitología griega encontramos que
Tánatos era un joven que personificaba la muerte sin violencia. Su toque era
suave, como el de su hermano gemelo Hipnos, el sueño. Hay una experiencia de
estos hermanos cada vez que nos dormimos. Acostarse y levantarse produce en
nosotros transformaciones a lo largo de la vida, algunas notables, que aun en
sentido profano podrían tomarse como muertes y resurrecciones.
Los seres humanos solemos afrontar el
misterio de la muerte con angustia y la representamos con rasgos pavorosos.
Pero esta actitud es más la resistencia al cambio y a una forma de existencia
desconocida que el temor a una reabsorción en la nada. En esto la humanidad se
parece al hombre rico que se indigna cuando le hablan de cosas que no están
bajo su dominio.
El árbol de la vida Ignacio de Ries (español, 1612-1661) |