Pescador pobre Paul Gauguin (francés, 1848-19083) |
Un
pescador encontró en una playa un cráneo y le preguntó por maldad qué le había
llevado allí. De la mandíbula muerta surgió una voz que contestó:
—La
palabra.
El
pescador corrió asustado hasta su pueblo y ante su rey. Contó su extraordinario
encuentro.
—
¿Un cráneo que habla? — preguntó el rey, que pensaba que el hombre había bebido
demasiado o había sido golpeado por un bambú—. Te lo advierto: ¡si me has contado
una estupidez, despídete de tu cabeza!
El pescador, muy locuaz, condujo al rey y a
todo su séquito ante el cráneo que estaba en la playa. Pero esta vez el cráneo,
obstinado, se negó a hablar. A pesar de la irritación y de las súplicas del
pescador, no dijo nada, se quedó mudo como un vulgar cráneo. El rey sacó su
sable y le cortó la cabeza al pescador. Después regresó al pueblo con su
séquito.
Entonces
el viejo cráneo le preguntó a la cabeza recién cortada, que había caído a su
lado en la arena:
—¿Qué
es lo que te ha traído aquí?
—La
palabra —contestó la cabeza.
La
bóveda celeste
Autorretrato Aelbrecht Bouts (flamenco, c.1452-1549) |
El
destino trágico del pescador comienza con una maldad de su parte. No sabemos cuál
es el contenido exacto de esa maldad, pero se sospecha que se burla de la
calavera que encuentra. La voz de la calavera lo sorprende y lo asusta, además
de anticiparle el motivo de su pronta condena.
Cabeza
y cráneo terminan alineados para reforzar su valor simbólico. El cráneo es el
vértice del esqueleto, la parte imperecedera del cuerpo, donde reside la
energía vital, el alma, tanto en los seres humanos como en los animales. Por
eso, en lugares sagrados de todas partes del mundo suele haber una calavera de
cualquier especie.
Algunos
mitos nos dicen que la bóveda Celeste, esa inmensidad, está formada del cráneo
del ser primordial. Los poetas relacionan los ojos con las luminarias celestes
y asimilan el cerebro a las nubes del cielo. Es en el cráneo donde se asienta
la corona, uno de los principales signos de la realeza en todas las
civilizaciones. Un adminículo poco práctico pero muy significativo.
Vanitas Edwaert Collier (neerlandés, 1642-1708) |
Es
evidente que una calavera es símbolo de la mortalidad humana. Pero poseer el
cráneo del enemigo es más que un trofeo, es la conquista de lo que hay en él de
más alto y de todo germen de existencia. La cabeza es el centro espiritual del
ser humano.
De
este centro brota la palabra. Es bueno considerar lo que somos antes de
pronunciar cualquier palabra porque vivimos entre dos mundos: el terrenal,
sobre el que se apoyan nuestros pies y el celestial, a donde apunta nuestra
cabeza. El pescador pronuncia una palabra inadecuada, luego, por temor, cuenta
un hecho extraordinario en un lugar inapropiado: ante el rey. Finalmente nada
lo salva de la muerte, ni siquiera las muchas palabras pronunciadas con
desesperación.
Bóveda, Mezquita de Córdoba Ricardo Arredondo (español, 1850-1911) |