domingo, 13 de septiembre de 2020

LA BAILARINA Y EL DESEO

  

Danza de la luna llena de otoño
Artista desconocido
(Rajastán, India. Ca. 1900)

Una historia de origen árabe nos presenta a una encantadora bailarina que sabía bailar la más voluptuosa de las danzas, la de los cuatro encantos, a la que ningún hombre se resiste. La cabeza hacia atrás, la boca entreabierta, los brazos extendidos, el cuerpo sabiamente desnudo, había sentido, ante la mirada de príncipes, todos los escalofríos del amor. Al final de la danza, empapada en sudor y respirando de forma entrecortada, se fue de la sala y se desplomó en el jardín, cerca de un estanque donde flotaban rosas, y apoyó su frente caliente contra el mármol.

Un joven que la había seguido, poseído por el deseo de su cuerpo, se acercó a ella en medio de la noche, le hizo un comentario acerca de su perfecta danza y le preguntó en voz baja si le gustaba la voluptuosidad.

—No sé —le contestó ella— lo que significa esta palabra.


 

El motivo de la danza

 

Bailando la danza del águila
Stephen Mopope
(norteamericano kiowa, 1900-1974)

En las culturas y en las civilizaciones, cuando están en su apogeo, todos sus integrantes bailan. En esas épocas brillantes no hay espectadores, gente sentada en lugares supuestamente privilegiados para observar a otros ejecutar una danza. Por eso, podemos situar el cuento en la etapa de decadencia de una cultura. Esta es la razón por la cual la bailarina no entiende la pregunta. La voluptuosidad la puede pensar el que observa, no la que baila. El motivo de la danza es otro.

 

La danza no es un discurso. No enseña, no discute, sólo da pasos y, con estos pasos, saca a la luz lo que está en lo más profundo de todas las cosas. El baile no es voluntad ni poder, no es miedo ni preocupación, ni nada de todo aquello que se pretende imputar a la existencia, a la vida, sino que tiene que ver con lo divino, es lo hermoso. La danza es la verdad de lo viviente.

 

Soñando en Mina Mina
Judy Watson Napagandi
(australiana,1925-2016)

La bailarina, al danzar, expresa su solidaridad con un cosmos habitado por el ritmo, el orden geométrico y el movimiento duradero. Pensemos en el sol moviéndose en la galaxia, en los planetas y en la tierra girando alrededor del astro rey, y en la fiel luna girando permanentemente alrededor de la Tierra sin interrumpir los movimientos de su planeta referente. También podemos pensar en lo más pequeño, en el movimiento de los electrones alrededor del núcleo de su átomo. Todo en realidad está en movimiento y es una danza sincrónica y maravillosamente ordenada. Los bailarines se hacen participes de la ceremonia de la vida y sus leyes. Danzar significa vaciarse, entregarse a este movimiento, lo que implica morir a sí mismo.

 

Toda la realidad danza al son de una misteriosa melodía, interpretada en la distancia por un ejecutante invisible, dice Rumi (persa, 1207-1273). Nada escapa a este movimiento, aunque algunos quieran ignorarlo. Por esta razón es que en el apogeo de las civilizaciones todos bailan. Cuando algunos se sientan a contemplar el espectáculo comienza la decadencia, que será irreversible.

 

La bailarina, a diferencia del espectador, no habla el dialecto de la culpa. Para ella danzar es unión: unión del hombre consigo mismo, con el resto de seres humanos, con el cosmos y, al final, con el misterio de lo divino.

 

Ritmo color
Sonia Delaunay
(ucraniana,1885-1979)