domingo, 29 de agosto de 2021

EL PORTERO

  

Autorretrato
Iliá Mashkov
(ruso, 1881-1944)

Un rabino viajó a Rusia y en uno de sus paseos, al intentar entrar a un edificio público, un corpulento portero lo detuvo y le preguntó: “¿Quién es usted? “¿A dónde va?”.

 

El religioso mostró sus credenciales y el centinela finalmente lo dejó pasar.

 

Más tarde, al salir del edificio, el rabino fotografió disimuladamente al guardia y conservó toda su vida esta imagen para recordar siempre las dos preguntas: “¿Quién soy?” “¿A dónde voy?”

 

El tesoro de las palabras

Un hombre con pipa
Borís Grigóriev
(ruso, 1886-1939)

 

Los detalles del relato son mínimos. No sabemos qué edificio visitó el rabino en Rusia, ni sus impresiones sobre lo que vio. Sin embargo, el protagonista nos deja lo mejor de su viaje. La fotografía que toma del portero nos regala dos preguntas que querríamos atesorar para siempre.

 

Se pueden hacer preguntas si hay lenguaje. Los lenguajes tienen como ladrillos de su construcción a las palabras. Por eso, para entender bien un mensaje, conviene conocer la forma íntima de cada palabra que se utiliza. En el regalo que nos deja el rabino turista encontramos dos verbos fundamentales. En la pregunta ¿quién soy? está el verbo ser y en la pregunta ¿a dónde voy? está el verbo ir.

 

Autorretrato
Jury Annenkov
(ruso, 1889-1974)

Nuestro verbo ser tiene origen en el verbo latino sum, esse si lo nombramos en infinitivo. Se trata de un viejo verbo indoeuropeo que presenta irregularidades en todas las lenguas indoeuropeas. Su significado más antiguo es la expresión de la mera existencia, significa existir. El desarrollo de expresiones del verbo acompañado de un atributo hizo de él el principal verbo copulativo latino, tanto para la expresión de situaciones esenciales como para la indicación de estados, por ejemplo en oraciones como Julio es alto o Julio está enfermo. En el cuento la pregunta es una afirmación de algo esencial, el hecho de existir, y una búsqueda del sentido que tiene ese hecho en cada uno. 

 

El verbo ir, que nos llega de latín ide, es quizá el verbo de origen más complejo y mezclado del castellano, pues es el resultado de la fusión de tres verbos latinos. Esta fusión se dio en el uso popular de la lengua, porque había determinadas formas del verbo que resultaban extrañas por su brevedad y además algunas se prestaban a confusión con otras palabras de la lengua. Por eso los hablantes sustituyeron las formas que resultaban confusas tomando formas de otro verbo de significado parecido, por ejemplo vadere (marchar, ir, avanzar). Así resultó que el presente del indicativo en latín era ego eo, y la gente empleó la expresión ego vado, que resultará después en el castellano yo voy. Esto se repite en muchas de las formas del verbo, que cambia casi todas las letras y la sonoridad de las palabras. Vemos que el verbo es ir, y para la primera persona del singular se usa el presente yo voy, y el pasado yo fui. Aquí vemos cómo las palabras fundamentales nacen del uso popular por un afán de claridad y comprensión, sin imposiciones grupales y menos individuales.

 

Del cuento nos quedan dos preguntas esenciales para la vida, que necesitan, más allá de  respuesta, comprender el sentido de las palabras que usan. El lenguaje puede a veces confundir, otras veces engañar, pero también puede abrirnos la puerta al misterio inmenso que vivimos.


Composición futurista
Aleksandra Ekster
(rusa, 1882-1949)