domingo, 10 de julio de 2011

LA QUEJA POTENTE

Vamos a referirnos al libro de Job.  Está en la Biblia, que en realidad es una biblioteca de más de 70 libros, puestos por escrito a lo largo de más de 1000 años, con tradiciones que se remontan, en algunos casos, a más de 2000 años antes de Cristo.  Leídos en conjunto, presentan intereses y miradas muy variadas, según los contextos y regiones geográficas de origen.  También se nota que cada uno de los libros tiene varios autores, incluso de diferentes épocas, que fueron recopilados por un redactor final, a veces juntando despreocupadamente una parte con otra.

El tema de Job.

El texto de Job se basa en un cuento anterior y de carácter popular.  Esta historia presenta al protagonista como un hombre recto e íntegro, temeroso de Dios y alejado del mal.  También se dice que era un hombre muy rico, pudiente.

Resulta que en otro plano de la realidad, al cual Job no tiene acceso, se presenta uno llamado El Adversario, ante el trono de Dios.  El Adversario es un personaje siniestro que seduce al Señor para que ponga a prueba al justo Job.  Así, nuestro protagonista se ve privado en un instante de hijos y de bienes.  Todos mueren y todo se destruye.  No contento con esto, El Adversario logra el permiso para herir a Job en su carne, con una úlcera maligna de los pies hasta la cabeza.  La intención es que Job abandone su rectitud e integridad, a causa del dolor.

A partir de allí, los padecimientos pasan a las relaciones humanas.  Primero, con su mujer y luego con tres amigos.  Las discusiones de Job con los tres amigos son la parte más larga del relato.  Incluso aparece un cuarto amigo, que no había sido mencionado como integrante del encuentro.  El autor coloca al final dos discursos pronunciados por Dios mismo.  El cuento original abarca tres capítulos, los dos primeros y el último.  Las discusiones se reparten en los 39 capítulos restantes.

El cuento tendrá un final feliz.  Job superará la prueba y recuperará toda su fortuna con creces.  También le nacerán otras hijas e hijos.

¿Quién es Job?

Job es el hombre común, igual a cualquier varón o mujer de  todo tiempo y lugar.  Podemos decir que es el que siente, piensa, hace, sueña y contempla, algunos verbos que comparte con los animales y otros con los ángeles.  Así somos.

Se parece a nosotros también en lo doliente, cuando no sabemos de dónde viene la desgracia.  Como a Job, lo que nos hiere viene de un mundo o plano de la realidad habitado por poderosos, lejano a nosotros y en el que no tenemos injerencia. Dios y El Adversario nos tratan como mercadería de cambio para sus propios intereses.  Para nosotros queda miseria, enfermedad y muerte.  Tomemos como ejemplo a los hijos de Job.  Ellos mueren a causa de la prueba a la que es sometido su padre.  Al final nacen otros diez hijos de Job, pero de los primeros no queda ni rastro.



Los prójimos de Job.

No perdamos de vista que estamos leyendo un cuento, por lo que los personajes son necesariamente esquemáticos, con actitudes muy definidas sin los matices de cordura que tiene la vida diaria.

Al comienzo, los amigos se portan bien.  Se acercan a Job y permanecen con él durante siete días completos.  Están en silencio, luego de haber llorado mucho por el gran dolor de su amigo.

Pasado este primer tiempo, abren la boca y todo cambia.  Empiezan con un llamado a la aceptación incondicional del sufrimiento, con un argumento bastante débil, que sería como decir:  “siempre que llovió, paró”.  También le hablan de un premio futuro por los padecimientos que contemplan de afuera.

A medida que quieren responder a las quejas de Job, sus amigos se vuelven cada vez más ofensivos, buscando la culpa de los males en los hijos y luego en el sufriente mismo.  Lo tratan de burlador y charlatán.  Después le dirán que él mismo es un malvado y que está recibiendo el castigo que merece: “un diluvio se lleva su casa, una correntada, en el día de la ira. Esta es la porción que Dios asigna al malvado, la herencia que le tiene destinada.”  Finalmente, llegarán a despreciar a todo hombre: “Si hasta la luna no tiene brillo ni las estrellas son puras, ¡cuánto menos el hombre, ese gusano, el hijo del hombre, que es sólo una lombriz!”.

La mujer de Job representa la reacción que a veces se da en los cónyuges ante el dolor del otro: “maldice a Dios y muérete”.  No es fácil soportar el dolor del ser querido, por lo que no hay que interpretar una reacción así como desprecio.  La desgracia suele destruir las mejores actitudes.

Las quejas de Job.

Ha quedado indicado un escenario que puede ponerse en cualquier lugar donde se desarrollan nuestras vidas.  Ahora citaremos algunas pocas frases del protagonista de este texto.  No nos angustiemos por la dureza del planteo.  Nuestro tiempo, la civilización que vivimos es la hace evidente la crueldad del cuento.

¡Desaparezca el día en que nací y la noche que dijo: "Ha sido engendrado un varón"!

¿Para qué dar a luz a un desdichado y la vida a los que están llenos de amargura,
a los que ansían en vano la muerte y la buscan más que a un tesoro,
a los que se alegrarían de llegar a la tumba y se llenarían de júbilo al encontrar un sepulcro,
al hombre que se le cierra el camino y al que Dios cerca por todas partes?
Los gemidos se han convertido en mi pan y mis lamentos se derraman como agua.

¿No es una servidumbre la vida del hombre sobre la tierra?
¿No son sus jornadas las de un asalariado?
Como un esclavo que suspira por la sombra,
como un asalariado que espera su jornal,
así me han tocado en herencia meses vacíos,
me han sido asignadas noches de dolor.

Cuando pienso: "Mi lecho me consolará, mi cama compartirá mis quejidos",
entonces tú me horrorizas con sueños y me sobresaltas con visiones.

¿Cuándo dejarás de mirarme? ¿No me darás tregua ni para tragar saliva?

¿Por qué me sacaste del seno materno? Yo habría expirado sin que nadie me viera,
sería como si nunca hubiera existido, me habrían llevado del vientre a la tumba.
¡Duran tan poco los días de mi vida! ¡Apártate de mí!
Así podré sonreír un poco, antes que me vaya, para no volver, a la región de las tinieblas y las sombras, a la tierra de la oscuridad y el desorden, donde la misma claridad es tiniebla.

(A sus amigos)
Pero yo quiero hablarle al Todopoderoso, mi deseo es discutir con Dios.
¡Ustedes lo encubren todo con sus mentiras, médicos inútiles son todos ustedes!
¡Si se callaran de una vez, darían una prueba de sabiduría!
Escuchen, entonces, mi defensa; presten atención a mi querella.

Pero si hablo, no se alivia mi dolor; si me callo, tampoco se aparta de mí.
Porque ahora, él me ha extenuado y desolado, todos sus terrores
me tienen acorralado;
se levanta contra mí como testigo, mi debilidad me acusa en mi propia cara.

¡Oigan, oigan bien mis palabras, concédanme al menos este consuelo!
Tengan paciencia mientras hablo yo, y una vez que haya hablado, se podrán burlar.
¿Acaso yo me quejo de un hombre o no tengo motivo para estar indignado?

¿Cómo es posible que vivan los malvados,
y que aun siendo viejos, se acreciente su fuerza?
Su descendencia se afianza ante ellos, sus vástagos crecen delante de sus ojos.
Sus casas están en paz, libres de temor, y no los alcanza la vara de Dios.
Su toro fecunda sin fallar nunca, su vaca tiene cría sin abortar jamás.
Hacen correr a sus niños como ovejas, sus hijos pequeños saltan de alegría.
Entonan canciones con el tambor y la cítara y se divierten al son de la flauta.
Acaban felizmente sus días y descienden en paz al Abismo.

Uno muere en la plenitud de su vigor, enteramente feliz y tranquilo,
con sus caderas repletas de grasa y la médula de sus huesos bien jugosa.
Otro muere con el alma amargada, sin haber gustado la felicidad.
Después, uno y otro yacen juntos en el polvo y los recubren los gusanos.
¡Por el Dios viviente, que me priva de mi derecho, y por el Todopoderoso, que me llenó de amargura; mientras haya en mí un aliento de vida y el soplo de Dios esté en mis narices, mis labios no dirán nada falso ni mi lengua pronunciará una mentira! ¡Lejos de mí darles la razón a ustedes: hasta que expire, no renunciaré a mi integridad! Me aferré a mi justicia, y no la soltaré. Mi corazón no se avergüenza de ninguno de mis días.

(Última apelación de Job a Dios)
¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano.
Hablé una vez, y no lo voy a repetir; una segunda vez, y ya no insistiré.


 Atiende a tu queja, hombre común.

Ante semejante queja del hombre común, ante los llamados de auxilio del dolor que se nos presenta sin saber de dónde viene, el mismo Job se queda en silencio.  No hay más para decir.

Es importante quejarse, y hacerlo bien.  Hay que ser auténticos, aferrados a los fundamentos de nuestros planteos.  Ante el dolor propio o ajeno, de nada nos sirve mirar hacia otro lado o hacerse el distraído, apelar a una insensibilidad que no es verdadera, porque entendemos muy bien lo que Job dice.

La queja alcanza toda su potencia cuando se la contrasta con la plenitud del universo.  Sin opuesto, el dolor crea costumbre.  La ignorancia, en este sentido, es la peor forma de esclavitud.

El final del libro de Job presenta claves significativas del universo para que el protagonista encuentre la profundidad de su dolor y tal vez, algo de sentido. Está compuesto por dos discursos de Dios. Inicia su itinerario en el camino de la luz.  Luego nos hace ver los astros, nombrando a las Pléyades y las cuerdas del Orión.  Entre los animales, menciona al avestruz, que bate sus alas alegremente.  También se refiere a la fuerza del caballo y a las crines de su cuello.

Sorprenden las descripciones de dos monstruos de la época del redactor.  Uno es Behemot, el hipopótamo, y otro es Leviatán, el cocodrilo.  Este último fue usado, en épocas modernas, para alegorías políticas.  Así, el dolor de Job que, como dijimos, es el del hombre común, alcanza toda la profundidad y calidad dramática.  La queja, por contraste, nos muestra la grandeza de la vida.

La súplica del hombre común.

La relación de Job con sus amigos, es una alegoría de la relación del hombre común con la civilización contemporánea. ¿Qué les pide Job?  Que tengan misericordia de él, que le tengan compasión.  Estas dos actitudes, misericordia y compasión, resumen la plenitud de la sabiduría del hombre.

Clyfford Still: "Jamais" (1944)
La crueldad de nuestro tiempo hace dura y revulsiva la lectura del texto de Job.  Es el sufriente que no sabe de dónde viene lo que le sucede.  Y lo que le ocurre no es causa natural o de su negligencia, sino que es originado en una conversación ajena a su vida y lejos de su alcance.  Si Job preguntase “¿por qué me pasa esto a mí?”, no hay ninguna respuesta lógica.  Si continúa con su interrogatorio llegaría a entender con cuánto desprecio y desaprensión unos pocos deciden por muchos.

La misericordia y la compasión nacen de la sabiduría, que es cuando el conocimiento obra tan unido al amor, que finalmente no se puede distinguir uno de otro. Por eso, lo que pide Job, en nombre del hombre común, es algo elevado y un cambio profundo en la civilización que nos ha tocado.  Y así como el dolor es causado en todos los hombres comunes con desaprensión, así también entendemos que la compasión y la misericordia serán reales si vienen desde ese hombre común. 

Queda un interrogante.

Esta lectura de Job nos deja una inquietud.  Está referida a la imagen de Dios.  Es claro que en este libro hay distintas concepciones de la divinidad.  En el caso del protagonista y sus amigos, las propuestas son contradictorias. 

Recordemos que el libro de Job se fundamenta en un cuento antiguo, y que además se nota que han intervenido distintos redactores.  Y cada uno tendría su propia idea de Dios, con rasgos comunes y también con aspectos muy divergentes.

Cuando tomamos este tipo de escrito, conviene tomar en cuenta todos los aspectos falsos de la divinidad que la narración hace evidente, para no caer en ellos.  A la vez es bueno considerar la posibilidad de que el misterio de Dios sea tan inmenso, que no nos quede otra cosa que hacer silencio. En esta vida presente, esto es lo que aceptamos.

Las citas bíblicas.

Pasados muchos siglos, se aplicó a la Biblia un sistema de referencia, consistente en dividir cada libro en capítulos, y éstos en versículos.  Cada versículo abarca aproximadamente una o dos oraciones y, en el caso de la poesía, uno hasta tres versos.  Para citar un texto se indica primero el nombre del libro, luego el capítulo y finalmente el versículo.  De aquí que Job 6,8 significa: el libro de Job, en el capítulo seis, el versículo ocho.  Cuando se quiere citar varios versículos seguidos se los divide con un guion medio, como por ejemplo 8-12, que significa del versículo ocho hasta el doce inclusive.  A veces se quiere poner versículos salteados, entonces se los relaciona con un punto, por ejemplo 8.11, que significa versículo ocho y versículo once.

En el apartado “Las quejas de Job”, los versículos citados son los siguientes:

3,3  /  7,1-2  /  7,19  /  10,18-22  /   12,15-16  /  13,3-5  /  16,6-7  /  21,2  /  21,7-13  /  21,23-26  /  27,2-5  /  40,4-5.