lunes, 19 de septiembre de 2011

Las cosas amenas de la vida


1. El tiempo que pasa uno riendo
   es tiempo que pasa con los dioses.
   (Proverbio japonés).

Las tradiciones enseñan que la alegría es una señal indudable de que se ha llegado a la plenitud.  Cuando observamos la Creación, vemos que la alegría es una de sus características.  Las criaturas son un canto de felicidad a su Creador.

Niño Riendo
Frans Hals (holandés, 1581-1666)
La felicidad es la búsqueda de los seres humanos.  Es aquello en lo que no hay ni tristeza, ni sufrimiento, ni tribulación.  Esto es lo divino, que trasciende todo y está en el fondo de cada corazón.  Como dice un proverbio africano: “Después de haber recorrido el mundo entero en busca de la felicidad, te das cuenta de que estaba en la puerta de tu casa”.

Un místico sufí, Yalal ad-Din Muhammad Rumí (persa, 1207-1273), expone en una narración breve las razones por las cuales debemos prestar atención a la alegría en nuestra vida cotidiana.

“Jesús reía mucho. Juan Bautista lloraba mucho. Juan Bautista le preguntó a Jesús: `¿Tanta seguridad tienes ante las artimañas poderosas y sutiles del demonio que ríes de este modo?´ Jesús contestó: `¿Has olvidado las gracias y los favores sutiles, agradables, extraordinarios y poderosos de Dios para llorar de este modo?´  Un santo entre los santos de Dios se hallaba presente y le preguntó: `¿Cuál de los dos es superior?´  Dios contestó: `El que tiene la mejor opinión de Mí´.”


2. El humor es una lógica sutil.
    (Horacio, poeta latino. 65 a.C.-8 a.C.)

El humor es el corazón de la alegría.  Al humor no lo podemos definir, y su aspecto más importante es que nos libera de la razón.  Por eso no podemos explicar un chiste, o se entiende o lo perdemos.  En otros campos de la vida humana, como ser la ciencia, es importante explicar, seguir un orden razonable.  En el humor nada de esto sirve.

Un aspecto para resaltar es la relación entre el humor y el lenguaje.  Cada pueblo tiene su humor, relacionado con su idioma.  Para conocer otro idioma no alcanza con saber las palabras, tenemos que comprender también los chistes y las ocurrencias.  La gente se ríe cuando habla en su lengua materna.  Lo notamos cuando, en una gran ciudad, escuchamos a grupos de inmigrantes conversando animadamente en su lengua materna.  Nos pasa en Buenos Aires con los chinos, o con los paraguayos.

Para un buen chiste hace falta el equívoco, la ambigüedad y la rotura de las reglas.  También en el lenguaje, el humor es creativo,.  A través de él aparecen nuevas expresiones y se renueva nuestra manera de hablar.  Por eso la crisis de civilización empieza cuando los hombres pierden el gusto de la conversación alegre. 

No se puede explicar un chiste. Es gracioso para todos los que hablamos el mismo idioma. Y es así porque el humor no tiene un código secreto, no es para algunos iniciados.  En este sentido decimos que el humor es el reino de la libertad.

Veamos un ejemplo en una letra de una milonga.

Milonga burrera
Música: Jaime Vila
Letra: Ernesto Cardenal

Por mi fiebre por los chuchos y mi alma de jugador
andaba de mal en peor, yo que me daba de ducho.
Casi voy a juntar puchos, ustedes no van a creer,
pero supe resolver mi situación harto flaca
con la compra de un “yobaca” me hice trompa y entrenière.

(Recitado)
Y siguiendo el consejo del amigo Remersaro
me compré un caballito de carrera...
¿Y dígame, socio, resultó bueno el caballo?

Era un burro sangre pura, flaco como un cacho de hilo,
pesaba dieciocho kilos con el freno y la montura.
Sacarme ‘e la mishiadura fue mi propósito cierto
y lo llevé a Don Mamerto, un veterinario púa,
que salvó al Lungo Garúa cuando lo daban por muerto.

(Recitado)
¡Y para mí que tenía la precisa, el hombre, amigo!

Me devolvió un mancarrón fiaca, panzón y mañero
parecía un cadenero del tiempo 'e la inundación.
Lo llevé pa’l corralón del Petiso Carvajal,
como buen profesional, sin demorar un momento,
empecé el entrenamiento con vistas p’al Nacional.

(Recitado)
¡Y salvado el hombre, con todos los guitarristas!

Con él hice maravillas, el matungo progresaba,
en pocos meses marcaba seis dos un quinto la milla.
Lo relojeó un tal Patilla, que lo seguía de a pie,
El monje y el burro rebelde
Eduardo Zamacois y Zabala (España, 1841-1878)
eso renovó mi fe en mi fantástico pingo
y un histórico domingo no sé si ya te conté.



(Recitado)
¡La última vez le tuvieron que tomar
el tiempo con un almanaque! ¡Caramba!

Cuando mi pingo pisó las arenas de Palermo
Artigas se sintió enfermo y Legui se las tomó.
Mi “yobaca” se alineó entre un lote de campeones
los vasos como pisones, la panza casi rasante,
parecía un elefante en un mitín de ratones.

(Recitado)
¡Flor de caballo, amigo!
¡Solamente le faltaba el trole!

La indiada gritó: «¡Largaron!» y ahí fue el merengue, ¡Dios mío!
Un pingo rajó pa’l río, los otros se desbocaron.
Datos y fijas fallaron, nunca se vio nada igual,
y mi robusto bagual, al tranquito y sin alarde,
llegó tres días más tarde, pero ganó El Nacional.


3. La primera obligación del hombre es ser feliz,
     y la segunda, hacer feliz a los demás.
    Mario Moreno, “Cantinflas” (México, 1911-1993).

El humor relativiza las situaciones y las cosas.  Muestra que la vida es movimiento, cambio, diversidad, libertad, gratuidad, alabanza, fecundidad. La alegría nos mantiene vivos.

También, a través de la risa se confirman los lazos de amistad entre los hombres.  El humor nos ayuda a dejar de lado una asfixiante referencia a uno mismo, y nos pone en la apertura y el compromiso con el prójimo.

Hay muchas historias que hablan de la amistad y el humor, como esta sencilla escena que cuenta Zhuang Zi (chino, 370-301 a.C.). “Zisi, Ziyu, Zili y Zilai dijeron hablando entre ellos:
-Si alguien puede tener la nada por cabeza, la vida por espinazo, y la muerte por rabadilla, y si conoce que la vida y la muerte, y el tener y el perder, son una y la misma cosa, a ése tendré por amigo.
Se miraron los cuatro y se dieron a reír. Se pusieron de acuerdo y se hicieron amigos.”
Carnaval em Madureira
Tarsila do Amaral (Brasil 1884-1973)

La alegría es espontánea, y su aparición nos ayuda a salir de las imposiciones rígidas que muchas veces nos hacemos, y que nos resultan inútiles.  Una famosa historia, seguramente originada a finales de la dinastía Tang (siglo X), cuenta que un poeta y un taoísta fueron a visitar a Huiyuan, un budista que había hecho el voto de no cruzar nunca el puente que, salvando el Riachuelo del Tigre, separaba su santuario de la tierra firme. Inmersos en la conversación y en el placer de la amistad, los tres cruzaron inadvertidamente el puente, y, al darse cuenta, rompieron en sonoras risas.

La historia destaca la iluminación y alegría que supone la renuncia a una cerrada adhesión a una doctrina en favor de lo espontáneo. A la vez nos muestra que una amistad alegre es capaz de disolver la fuerza del egoísmo y de la autorreferencialidad.


  
4. Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense".
    (del Evangelio según San Mateo 28,9).

Si seguimos las expresiones del mismo Jesús, tal como las consignan los Evangelios, nos encontraremos con una cantidad sorprendente de menciones a la alegría. Atendiendo a un proverbio persa que dice: “La mitad de la alegría reside en hablar de ella”, es posible que nos acerquemos a la felicidad del corazón del Maestro de Nazaret. 

Como conocemos muy poco del idioma que hablaba Jesús, es probable que nos resulte muy difícil entender la gracia de las cosas que contaba.  Pero hay un dato inequívoco que nos acerca a su humor: hablaba en parábolas.  Ellas no pueden ser entendidas si no se aplican algunas de las cosas que se han indicado en este texto.

Un aspecto de la parábola consiste en romper las reglas.  Con muchas de las parábolas del Evangelio nos encontramos que no se cumplen las normas, y aparece el exceso de amor, de compasión, o de cualquier otra actitud humana.  En ellas nos encontramos con hombres generosos, otros que venden todo, otros que perdonan todo.

Las parábolas son el reino de la libertad. Ellas no están destinadas para un grupo particular de oyentes.  No hacen falta explicaciones.  Solamente lo que dice el mismo Jesús: “el que quiera entender, que entienda”.  Se capta o no.

Años atrás se presentó un radioteatro sobre la vida de Jesús.  En la parte donde narraba los acontecimientos posteriores a la muerte de Cristo, contaba que los discípulos se habían escondido en una casa por miedo a las autoridades.  Cuando caía la tarde, salían por turnos a buscar comida, amparados por la media luz para no ser reconocidos.  Un atardecer le toca salir a Pedro, que solía alardear de su valentía. 

Pedro fue a un lugar específico, buscó el alimento e inició el regreso al refugio. De pronto se dio cuenta que alguien lo seguía.  No podía ver a nadie, pero tenía la clara sensación de que eso estaba ocurriendo.  Entonces caminó un poco más despacio, y el que lo seguía caminaba despacio.  Pero no lo podía ver.  Pedro entonces decidió apurar el paso hasta empezar a correr.  El extraño lo seguía en todo lo que hacía. 

El Apóstol se empezó a asustar.  Corría cada vez más rápido y no se podía sacar a su perseguidor de encima.  Ya estaba muy oscuro.  Pedro estaba muy agitado, por lo que fue en zigzag por las calles de Jerusalén, hasta que encontró un callejón estrecho, se metió en él y se quedó lo más quieto que pudo, a pesar de que respiraba agitadamente y el corazón le latía con mucha rapidez.

Y de repente, una mano lo agarró por el cuello y lo levantó en el aire.  Pedro se pegó un inmenso susto, y apenas pudo dar un gritito de alarma.  Más tarde contaba que, pálido y perdido como estaba, todo cambió cuando su perseguidor lanzó una sonora carcajada. Sin dudas era Jesús resucitado. Lo había reconocido por la risa. 

Ritmo, Alegría de Vivir
Robert Delaunay (Francia, 1885-1947)