Somos del mismo material del que se tejen los sueños,
nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.
William Shakespeare
La realidad de los sueños.
No sabemos si el sueño es real o irreal. El sueño se produce cuando dormimos, y dormimos cuando estamos vivos. Por lo tanto, el sueño se produce en la realidad de la vida.
Por otro lado, no podemos manejar los sueños. Se nos manifiestan espontáneamente, a veces nos causan malestar, otras veces alegría, y en algunas circunstancias logramos resolver cuestiones que, cuando estamos despiertos, no le encontramos soluciones. Quizás se han considerados a los sueños como cosas irreales porque escapan a la voluntad del ser humano y su ambición de controlar todo su entorno.
El sueño de Nabucodonosor. Beato de Liébana (Cantabria, 701-798) |
Hay muchos ejemplos en la historia humana sobre interpretación de sueños. Tomemos un relato de algo tan familiar como la Biblia. Se cuenta del rey Nabucodonosor (babilonio, c. 630-562 a .C.), que sueña con una estatua gigante hecha con cuatro materiales. El profeta Daniel es el que interpretará el sueño como cuatro etapas del reinado del monarca.
Hay otra situación todavía más popular en los Evangelios. Es el caso de San José, el padre de Jesús, un soñador incomparable. Todo lo decide con sueños. Así recibe en su casa a su esposa María embarazada, o huye a Egipto con su familia a causa de la persecución de Herodes, y del mismo modo decide volver del exilio a una ciudad determinada, Nazaret, alejada de Jerusalén y de Belén, la ciudad del nacimiento de lJesús.
Desde siempre el hombre ha observado con profundidad el funcionamiento de su mente, especialmente en Oriente, con descubrimientos que, lamentablemente, tenemos poco en cuenta. En el siglo XX surgió en Occidente el estudio sistemático de la mente humana en su aspecto inconsciente. En el siglo pasado, se aplicaron métodos de la ciencia moderna. Importantes conclusiones surgieron del registro e interpretación de los sueños de los pacientes que sufrían trastornos psicológicos.
En la vida cotidiana de la gente, hay una larga interpretación en clave numérica de los signos que aparecen en sueños, y que se aplican a los juegos de azar. No es posible saber si efectivamente son eficaces, pero siguen siendo usados con frecuencia.
Cualquiera sea la tradición que elijamos nos encontraremos que los sueños encierran tesoros de sabiduría.
El robo del tesoro soñado.
Los orientales, especialmente los japoneses, son proclives a narrar cuentos en los cuales se ve involucrado el mundo de los sueños. El siguiente está tomado de la colección Relatos de los tiempos antiguos (Konjaku Monogatari), recopilación de más de mil cuentos hecha en el siglo XI en Japón, aunque incluye historias de China e India.
El texto está en la selección “El cuento popular”, hecha por Jorge B. Rivera, Centro Editor de América Latina, 1977.
Antaño, en cierto paraje, vivían dos mercaderes que emprendieron juntos el camino para traficar sus mercancías.
Un día, al llegar a un punto muy alejado de sus hogares, ambos se sintieron fatigados y resolvieron descansar.
La lavandería de los maestros. Ling Tinggui (chino, siglo XII) |
–No estaría mal un poco de reposo –dijo uno de ellos.
–Yo deseo dormir –agregó el más anciano, y al punto se lo escuchó roncar.
Y ocurrió que mientras el más joven contemplaba a su vecino dormido vio salir de su nariz un tábano que echó a volar en dirección a la isla de Sado.
Al cabo de una hora el tábano regresó y volvió a introducirse en la nariz del durmiente, el que despertó de inmediato y dijo:
–Es extraño. Soñé que en la isla de Sado vivía un hombre muy rico, y en el jardín de su casa crecía una camelia cubierta de flores blancas. Un tábano que llegó volando se posó al pie del árbol y me dijo: "¡Cava en este lugar!". Yo cavé donde me indicaba y he aquí que descubrí un jarrón lleno de oro. ¡Mira lo que he soñado!
El más joven escuchó este relato con el más vivo interés y una idea cruzó por su mente.
–¿No deseas venderme tu sueño?
–¿Vender un sueño? ¿Para qué?
El otro no dijo más e insistió para que el anciano accediese a su pedido.
–Bien. ¿Cuánto estás dispuesto a pagar?
–Hmm... ¿Me lo dejarías en trescientos?
–¡En ese caso...! -dijo el soñador, y ambos se pusieron de acuerdo para trocar el sueño a cambio de trescientas monedas de oro.
Luego de comprar el sueño de su vecino, el joven se dirigió a la isla de Sado, buscó la casa de la camelia, entró al servicio del propietario y esa misma noche desenterró el tesoro, que ocultó en lugar seguro. Seis meses más tarde solicitó permiso para ausentarse y retornó a su país. Se convirtió en el hombre más rico de la aldea y vivió feliz el resto de sus días.
La fuente de los símbolos.
Los estudiosos de los sueños dicen que éstos son las fuentes de los símbolos que usamos en nuestras vidas. Prestando atención a lo que soñamos podemos descubrir algunas cosas que se presentan en la vida diaria.
Lo difícil está en discernir el significado que los símbolos tienen para nosotros, porque en realidad tienen muchos significados válidos. Otro obstáculo para la interpretación es la ambivalencia de los símbolos, pues tienen aspectos luminosos, beneficiosos, y a la vez encierran aspectos oscuros, dañinos.
Sueños de Carnaval Emiliano A. Calvancanti (Brasil, 1897-1976). |
La ambivalencia deviene de los mismos sueños, que también tienen este doble aspecto. Es importante descubrir los varios sentidos que puede tener, por ejemplo, un mismo cuento como el que hemos citado.
Veamos cómo un escritor argentino, salteño, Oscar Eduardo Saravia , en su libro “Puros cuentos, meras fábulas”, encuentra otra dimensión, agregándole un final distinto a la historia presentada.
“Sin embargo yo tuve oportunidad de conocer otro desenlace de esta historia la que me fue relatada por un casi milenario anciano japonés, quien conoció a los protagonistas y, por la forma veraz que le dio a su versión, sospecho que era el anciano que vendió el sueño.
Efectivamente, luego de la transacción comercial que originó al sueño y el tábano, el joven se dirigió con premura a la isla de Sado, buscó la gran casa de la camelia y una vez localizada entró al servicio del propietario, un rico terrateniente, quien solo aceptó tomarlo cuando se comprometió a trabajar gratuitamente por un período de seis meses, pues le sobraba mano de obra, según manifestó. Esa misma noche se dirigió el joven al pie de la camelia que brillaba con sus esplendorosas flores a la luz de la luna. Cavó casi hasta desenterrar el árbol y… nada. Enfebrecido amplió el hoyo pero todo fue en vano.
Lo sorprendieron las primeras luces del amanecer en su búsqueda infructuosa y retornó a su dormitorio con el alma llena de pesadumbre. Sin embargo no pudo dormir pues tenía que cumplir sus tareas de peón, y lo peor era que se había comprometido por ¡seis meses! Así pasaron varias noches en cavar y volver a tapar hasta que se convenció que sus ilusiones eran vanas.
La cosa que terminó de convencerlo fue cuando al notar que la mayoría de los otros obreros dejaban sus lechos durante la noche y hacían lo mismo que él en distintos lugares, cavando y volviendo a tapar. ¡Todos perseguían la misma quimera!
El que se llenó de oro fue el anciano vendedor de sueños. Además de venderlos en oro contante y sonante, gracias al tábano que consiguió amaestrar pacientemente para que se alojara en su nariz, cobraba la mitad de los salarios que se ahorraba el terrateniente.
Moraleja: Comprar sueños es tirar la plata al mar, o nunca te fíes de quien tenga tábanos en las narices”.
Ciudad de sueño. Paul Klee (suizo-alemán, 1879-1940) |