1- La gran isla
Los aborígenes de América del Norte pertenecen a varias etnias, cada una con sus mitos y leyendas. Sin embargo, podemos encontrar una narración común, un gran escenario en el cual cada uno de ellos sitúa a su pueblo en relación con el resto de la humanidad.
Todos afirman que antes de que los dioses creasen a los hombres, no existía la tierra y hubo que crearla para cuando ellos llegaran. Sus deidades, bien extrayendo barro del fondo del océano y moldeándolo en forma de gran empanada o bien por cualquier otro modo mítico, constituyeron la gran isla en donde se desarrolló el Mundo Medio, que es el mundo actual.
Ceremonia George Catlin (estadounidense, 1796-1872) |
Imaginemos una gran reunión de Sabios de algunos de estos pueblos, que están contando los mitos de sus respectivas naciones. Los aguerridos hombres de rostro adusto escuchan arrobados cada una de las historias. Son de distintas tribus: hopi, navajo, zuni, yaqui, papago, pies negro, kikapú y otras.
Luego de pasar la pipa de paz, un chamán pima toma la palabra, para hacer el relato de la creación del hombre.
Los pima, llamados en su lengua akimel o'odham, “pueblo del río”, son un grupo indígena que vive en el estado norteamericano de Arizona, y en el estado mexicano de Sonora. Según datos oficiales, actualmente es un pueblo conformado por cerca de 22.000 personas en total. Una parte de los pima, en los comienzos, vivía congregada en aldeas, tenía campos de cultivo y aves de corral. Construía canales de riego, con herramientas de madera. Los pimas eran gobernados por un jefe electo y un consejo, y sus viviendas eran chozas unifamiliares abovedadas hechas de adobe y ramajes.
El hombre sagrado, el chamán pima, hizo el siguiente relato. El registro ha sido tomado en el libro “Historias mágicas de los indios pieles rojas” de R. Benito Vidal.
2- La labor del Hacedor del Hombre.
“El Mago o Hacedor del Hombre llegó a la gran isla e, instalándose en su morada construida al abrigo de los vientos del norte y del oeste en la ladera de la gran montaña, decidió fabricar a los hombres utilizando para ello arcilla. Pero antes debía construir un horno para cocer sus carnes y darles vida.
Matrona Pima (fotografía, 1907) Edward S. Curtis (estadounidense, 1868-1952) |
Pero, cuando el dios estaba en plena labor de creación, apareció a la puerta de su casa
Coyote y, con sus dotes de embaucador y bufón ridículo, interfirió en el delicado trabajo, diciéndole al Mago:
—Creo, amigo, que cualquier cosa que cuezas en tu horno ya está lo suficientemente hecha.
El Hacedor del Hombre reconoció en la figura que le hablaba a Coyote y aunque sabía de su estupidez y sus mentiras, también sabía que era parte integrante del milagro de la creación. Coyote tenía poderes para realizar buenas acciones, ya que es el que procura que las personas pasen de un mundo a otro, al igual que es el responsable de esparcir las estrellas por el cielo. El Hacedor entonces, admite el acierto en sus palabras y cae en su trampa y le pregunta:
— ¿Estás seguro de lo que dices, Coyote?
El aludido, lleno de jovialidad y burla, le contestó:
—Ya lo creo que lo estoy, señor. Compruébalo tú mismo sacándolo del horno y mostrándomelo.
El Mago le hizo caso y extrajo prematuramente a las criaturas de arcilla que quedaron muy poco cocidas y, por tanto, blanquecinas...
—... y de este modo aparecieron sobre nuestro mundo los hombres blancos —explicó el chamán pima.
Con gran contrariedad del Creador huyeron aquellos del lugar y se esparcieron por la tierra, concentrándose en determinados espacios.
Pero fue de nuevo Coyote quien le hizo la siguiente recomendación:
—Si el calor del horno no ha sido suficiente para acabar de cocer a tus criaturas, haz otras y mantenlas durante más tiempo entre las llamas.
Al Hacedor del Hombre le pareció buena la idea del embaucador: conformó nuevos humanos con la arcilla que extraía de la montaña cercana y los introdujo en el horno ardiente. Por supuesto, los mantuvo más del doble del tiempo que estuvieron aquellos que quedaron blancos y cuando los sacó a la vida aquellas otras criaturas habían sido quemadas y la negritud les había invadido.
Frente a estos resultados el Mago despidió con malas actitudes a Coyote, que desapareció rápidamente a lo largo de la gran llanura del sudoeste en busca de otros infelices a quienes poder embaucar y reírse de ellos.
El creador ordenó llevar a blancos y negros a ultramar y, una vez asegurado que allí descansaban, tomó reticentemente el Hacedor del Hombre nueva arcilla y moldeó con ella nuevos individuos y, como ya había aprendido a tomar el punto de la cocción justa que tenía quehacer, creó a los habitantes de estas tierras, los pieles rojas.”
3- Cociendo al ser humano.
El símbolo del horno es presentado en este cuento como una obra del Hacedor del Hombre, antes de dedicarse a su tarea principal. Este instrumento de cocción es una realidad sagrada.
Pájaro de trueno. Indios de Nuevo México, 1932. |
En el horno se produce la transformación. Lo que entra es arcilla, tomada de la tierra. En el interior, el fuego transmuta la materia inerte, y sale materia viva, el hombre. En la imaginación del hombre antiguo, la sustancia muere en el horno para renacer en forma sublimada.
Se lo reconoce como un crisol, el lugar donde se une la materia y el espíritu. También el horno recuerda al seno materno, que es el lugar donde se gesta el nacimiento de los seres.
La tradición espiritual de la humanidad ha usado repetidamente este símbolo. Y lo ha relacionado con otro de primordial importancia: el corazón humano. Es el corazón el lugar donde nacen verdaderamente los seres, es allí donde se forja la humanidad.
Los aborígenes de América del Norte nos dicen que el corazón humano es sagrado, en cuanto que es el horno realizado por el Creador. Y la vida humana, con sus características, también ha salido de sus manos, y es sagrada en el mismo sentido.
La enseñanza del chamán pima también se refiere a los hombres de otras razas o etnias. Le recuerda a su pueblo que los otros son un aspecto olvidado de ellos mismos, y que todos juntos forman la plena imagen reencontrada del Hacedor de los Hombres.
Plutusia (de la colección "Mundos Imaginarios II", 1996) Frank Stella (estadounidense, n. en 1936). |