Considerar y
especular
La palabra
espejo viene del latín speculum,
formada de specio (mirar) y el sufijo
instrumental culum. Entonces, significa “instrumento de
mirada”. Como en nuestro idioma es
difícil pronunciar la s inicial
seguida por consonante, se le agrega la vocal e. Lo mismo sucede con spiritus, que se dice espíritu, o
también stadium, que en castellano es
estadio.
Espejo está
relacionado con “especular”, pues ambas tienen la misma raíz indoeuropea spk-, que significa “mirar,
observar”. No es simplemente ver, sino
que es una mirada analítica, de estudio, de observación.
Hay una
relación práctica entre espejo y especular.
Uno de los aspectos más llamativos de la realidad para los hombres de
todos los tiempos, fue el cielo con sus astros.
El ser humano trató de encontrar la vinculación entre el espectáculo
celestial y lo que le sucedía regularmente en su vida terrenal. Pero había una dificultad en esta
observación, pues le costaba tener puntos de referencia mirando hacia
arriba. Entonces descubrió que podía
realizar mediciones sobre la imagen reflejada del cielo, sea en una superficie
de agua, sea en un espejo.
Templo de Zoroastro Yazd, Irán. |
Especialmente
las organizaciones religiosas necesitaban determinar los calendarios de
celebraciones, que se fijaban de acuerdo a los astros. En la entrada a muchos templos antiguos de
varias partes del mundo se encontraban piletas redondas de poca profundidad,
con marcas en los bordes. Con el reflejo
celestial podían medir los tiempos litúrgicos.
Agreguemos
ahora la palabra “considerar”, que significa, en su principal acepción, pensar,
reflexionar sobre algo con atención y cuidado. Proviene del latín considerare, verbo que significa
‘examinar atentamente’. Está formada por el prefijo con- y el sustantivo sidus
‘estrella’ (como en “sideral”). En sus orígenes, significó ‘observar los
astros’ en busca de agüeros y otros signos del destino. Y para observar los astros, y entender sus
mensajes, hace falta medirlos con un espejo, de vidrio o de agua.
Así tenemos
que las importantes operaciones intelectuales como son considerar y especular,
están vinculadas al espejo, que es el objeto central del cuento popular japonés
que se presenta a continuación, según la adaptación que realizó Juan Valera
(español, 1824-1905).
El espejo de
Matsuyama.
En Matsuyama, lugar remoto de la provincia
japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían a su
pequeña hija como centro y alegría de sus vidas. Un día, el marido tuvo que
viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de la mujer por
un viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de
regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.
Después de una larga temporada, que a
ella se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de
sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había
visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había
comprado.
-Para ti -le dijo el
marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a
sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.
Frente al Espejo Kitano Tsunetomi (japonés, 1880-1947) |
Era un objeto redondo,
blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy
brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó
fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no
conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.
-¿Qué ves? -le
preguntó con tono de broma.
-Veo a una hermosa
joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.
-Querida -le dijo el
marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en ese lámina de cristal. Se
llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.
La mujer quedó encantada con aquel
maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en
cuando, lo sacaba para contemplarse.
Pasó el tiempo y la niña se había
convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más
a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se
vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó
de aquel espejo tan bien guardado y escondido.
Un día, la madre enfermó y, a pesar
de los cuidados de padre e hija, fue empeorando de tal manera que ella misma
comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió
que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:
-Hija mía, sé que
pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con vosotros,
prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás
cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.
Al morir la madre, la muchacha abrió
la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él
veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con
ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre
no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y
comprensiva.
Un día el padre la vio delante del
espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:
-Padre, todos los días
miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.
Y le contó el regalo y el ruego que
su madre le había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir
ni un solo día.
El padre quedó tan impresionado y
emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días
en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había
convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.
¿Qué refleja el
espejo?
El espejo
es un instrumento muy valioso en el orden del conocimiento. Si seguimos con atención el cuento, vemos que
el espejo refleja la verdad, la sinceridad, el contenido del corazón y de la
conciencia.
Madre y niña Mary Cassat (estadounidense, 1844-1926) |
En la
tradición de Japón el espejo se lo usa para la revelación de la verdad, y en la
misma medida, de la
pureza. Se cuenta que
cuando algún dios realiza el juicio del hombre, utiliza un espejo que
representa el orden de la
realidad. Si la imagen
que allí se refleja es clara, entonces ese ser pasa a una mayor plenitud de
vida.
Aplicado a
cada hombre, el espejo es símbolo de la sabiduría y del conocimiento; el espejo
cubierto por el polvo es el espíritu oscurecido por la ignorancia.
Junto a
esta idea de reflejar una imagen, aparece otra función del alma humana. Ella, al convertirse en un perfecto espejo,
participa de la imagen y por esta participación sufre una transformación. Es la hija del cuento, que se va
transformando en la imagen de su madre, que lleva en su corazón.
Hay otras
dimensiones en el significado del espejo, que se usan en otros cuentos. Un ejemplo de esto pueden ser aquellos
relatos en los cuales los espejos muestran el futuro, o son testimonios del
pasado. Pero nada de esto está en el
cuento que acabamos de citar.
En esta
ocasión toda la intención está puesta en que se pueda entender que nuestro
espíritu, como un espejo, no está limitado a reflejar la sabiduría y la
belleza, sino a transformarse en ellas.
No nos alcanza con repetir lo que otros saben, sino también ser nosotros
mismos sabios, participar de la sabiduría de la realidad.
Joven con espejo Nicolae Grigorescu (rumano, 1838-1907) |