lunes, 28 de mayo de 2012

CONSIDERACIÓN DEL ESPEJO


Considerar y especular

            La palabra espejo viene del latín speculum, formada de specio (mirar) y el sufijo instrumental culum.  Entonces, significa “instrumento de mirada”.  Como en nuestro idioma es difícil pronunciar la s inicial seguida por consonante, se le agrega la vocal e.  Lo mismo sucede con spiritus, que se dice espíritu, o también stadium, que en castellano es estadio.

            Espejo está relacionado con “especular”, pues ambas tienen la misma raíz indoeuropea spk-, que significa “mirar, observar”.  No es simplemente ver, sino que es una mirada analítica, de estudio, de observación. 

            Hay una relación práctica entre espejo y especular.  Uno de los aspectos más llamativos de la realidad para los hombres de todos los tiempos, fue el cielo con sus astros.  El ser humano trató de encontrar la vinculación entre el espectáculo celestial y lo que le sucedía regularmente en su vida terrenal.  Pero había una dificultad en esta observación, pues le costaba tener puntos de referencia mirando hacia arriba.  Entonces descubrió que podía realizar mediciones sobre la imagen reflejada del cielo, sea en una superficie de agua, sea en un espejo. 
Templo de Zoroastro
Yazd, Irán.

            Especialmente las organizaciones religiosas necesitaban determinar los calendarios de celebraciones, que se fijaban de acuerdo a los astros.  En la entrada a muchos templos antiguos de varias partes del mundo se encontraban piletas redondas de poca profundidad, con marcas en los bordes.  Con el reflejo celestial podían medir los tiempos litúrgicos.

            Agreguemos ahora la palabra “considerar”, que significa, en su principal acepción, pensar, reflexionar sobre algo con atención y cuidado. Proviene del latín considerare, verbo que significa ‘examinar atentamente’. Está formada por el prefijo con- y el sustantivo sidus ‘estrella’ (como en “sideral”). En sus orígenes, significó ‘observar los astros’ en busca de agüeros y otros signos del destino.  Y para observar los astros, y entender sus mensajes, hace falta medirlos con un espejo, de vidrio o de agua.

            Así tenemos que las importantes operaciones intelectuales como son considerar y especular, están vinculadas al espejo, que es el objeto central del cuento popular japonés que se presenta a continuación, según la adaptación que realizó Juan Valera (español, 1824-1905).


El espejo de Matsuyama.

            En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían a su pequeña hija como centro y alegría de sus vidas. Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de la mujer por un viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.
            Después de una larga temporada, que a ella se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.

-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.
Frente al Espejo
Kitano Tsunetomi
 (japonés, 1880-1947)

Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.

-¿Qué ves? -le preguntó con tono de broma.

-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.

-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en ese lámina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.

            La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.

            Pasó el tiempo y la niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.

            Un día, la madre enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando de tal manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:
-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con vosotros, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.

            Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.

            Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:
-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.

            Y le contó el regalo y el ruego que su madre le había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.

            El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.


¿Qué refleja el espejo?
           
            El espejo es un instrumento muy valioso en el orden del conocimiento.  Si seguimos con atención el cuento, vemos que el espejo refleja la verdad, la sinceridad, el contenido del corazón y de la conciencia.

Madre y niña
Mary Cassat
(estadounidense, 1844-1926)
            En la tradición de Japón el espejo se lo usa para la revelación de la verdad, y en la misma medida, de la pureza.  Se cuenta que cuando algún dios realiza el juicio del hombre, utiliza un espejo que representa el orden de la realidad.  Si la imagen que allí se refleja es clara, entonces ese ser pasa a una mayor plenitud de vida.

            Aplicado a cada hombre, el espejo es símbolo de la sabiduría y del conocimiento; el espejo cubierto por el polvo es el espíritu oscurecido por la ignorancia.

            Junto a esta idea de reflejar una imagen, aparece otra función del alma humana.  Ella, al convertirse en un perfecto espejo, participa de la imagen y por esta participación sufre una transformación.  Es la hija del cuento, que se va transformando en la imagen de su madre, que lleva en su corazón.

            Hay otras dimensiones en el significado del espejo, que se usan en otros cuentos.  Un ejemplo de esto pueden ser aquellos relatos en los cuales los espejos muestran el futuro, o son testimonios del pasado.  Pero nada de esto está en el cuento que acabamos de citar.

            En esta ocasión toda la intención está puesta en que se pueda entender que nuestro espíritu, como un espejo, no está limitado a reflejar la sabiduría y la belleza, sino a transformarse en ellas.  No nos alcanza con repetir lo que otros saben, sino también ser nosotros mismos sabios, participar de la sabiduría de la realidad.

Joven con espejo
Nicolae Grigorescu (rumano, 1838-1907)