domingo, 20 de mayo de 2012

ENGAÑO CON HIERRO


             Los cuentos pasan por las civilizaciones, asumiendo detalles propios de cada una de ellas, pero manteniendo el mismo argumento.  Esto muestra que hay muchas cosas en común en los seres humanos de distintas épocas y lugares.  Este pensamiento, unido a otras pruebas, nos llevaría a vislumbrar la unidad de la vida humana. 

Detalle del Tríptico de Mérode.
Robert Campin
(flamenco, 1375-1444)
            Cada uno de nosotros es único, pero no totalmente original. Con nosotros no empieza nada absolutamente nuevo.  Somos como una parte de un único cuerpo humano que nos trasciende, pero que a la vez da sentido a nuestra vida individual.  Así es la realidad, y de aquí nace nuestra responsabilidad con respecto a los demás, a otros seres humanos que siempre son parte de nuestra existencia.

            El cuento que citamos a continuación es del libro “Cuentos y Apologías” de León Tolstoi (ruso, 1828-1910), adaptado por J. de Placencia y publicado en 1949.  El texto, a su vez, es una sencilla adaptación de un cuento que está en la colección llamada “Calila y Dimna” del siglo VI d.C., un texto árabe que a su vez toma relatos del “Panchatantra”, un libro hindú del siglo III a.C.  Siendo esta la historia del texto escrito, imaginemos qué amplia es la historia del relato oral.


Los ratones que comían hierro

Un comerciante en hierros, al ir a emprender un largo viaje dejó sus mercancías en casa de un comerciante rico para que se las guardara. Cuando volvió del viaje se fue a casa de su amigo a recoger las mercancías cuya guarda le había encomendado. Pero, con gran sorpresa suya, el otro dijo al verle:

-Tus mercancías se han estropeado. Nada tengo que entregarte.
La fábula de los ratones
Pierre Lombart
(
francés, 1613-1682)

-¡Cómo!

-Sí, las dejé en el desván y los ratones han roído el hierro. Si no quieres creerme puedes subir a verlo tú mismo.

El comerciante pobre no discutió y dijo sencillamente:
-Puesto que tú lo afirmas es bastante. No hace falta mirar. Desde hoy ya sé que los ratones comen hierro. Adiós.

Y se fue. Ya en la calle vio a un niño, hijo del comerciante rico, que estaba jugando. Le acarició, le tomó en sus brazos, y se lo llevo a su casa.

Al día siguiente el comerciante rico fue a ver al pobre y le contó la desgracia que le agobiaba: le habían robado a su pequeño hijo y pedía consejo a su amigo para poder encontrarlo.

Ayer-repuso el comerciante pobre,-cuando salía de tu casa, vi justamente cómo un gavilán se apoderaba de un niño y se lo llevaba por los aires. Sin duda era tu hijo.

-¿Quieres burlarte de mí?- exclamo el rico lleno de cólera. ¿Cuándo se ha visto que un gavilán se lleve a un niño por los aires?

-No, no me burlo. Poco puede extrañar que un gavilán robe a un niño, en estos tiempos en que los ratones comen hierro. Todo puede suceder...

Reflexionó entonces el rico.
-Tu hierro- dijo al fin- no lo comieron los ratones. Yo lo vendí. Daría el doble de su precio porque el gavilán no se hubiese llevado a mi hijo.

-Yo puedo, en cambio, hacer que recobres a tu hijo, ya que los ratones no se han comido el hierro.

Y se fue a llamar al niño.


Opiniones sobre el cuento.

            Una de las etapas de este cuento es el paso por el libro llamado “Calila y Dimna”.  El título es el nombre de dos lobos, que en el relato conversan entre ellos sobre la relación que tienen con el rey, que en este caso es un león.  Calila le dice a su compañero la historia de los ratones que comían hierro y luego, mediante una conclusión, le hace un  severo reproche.

De un Manuscrito sirio 
de Calila y Dimna.
Ca. 1200-1220
            Dijo Calila a Dimna: “Te he contado este ejemplo para que sepas lo que puedes hacer contra los demás, si te has atrevido a traicionar a tu propio rey.  Ya sé que en ti no hay dignidad alguna, y no sabes que en el mundo no hay nadie peor que aquel que cree en quien no es digno de crédito, quien enseña al que no aprende, quien es generoso con el no agradecido y que quien revela un secreto al que no lo guarda.  No espero que pueda cambiar tu forma de ser, sino que permanecerás en condiciones con que naciste.  ...Sé que no harás caso a mis palabras, porque el mundo nunca dejará de ser como es: los ignorantes detestan a los sabios, los necios a los nobles, los malos a los buenos y los depravados a los rectos”.  Por supuesto, esta fue la última conversación entre ellos. 

            Mauro Yberra (seudónimo común de dos escribidores, Eugenio Díaz Leighton y José Leal, ambos nacidos Chile en 1946) nos da otras pautas para pensar el cuento.  Dice que este libro de cuentos es difícil en sus conclusiones, pues presenta moralizaciones alargadas y confusas, pero no deja nunca de ser encantador.  El mensaje es enmarañado.  Las conclusiones principales pueden ser éstas: hay que ser desconfiados, prudentes y ladinos.  Si nos sorprenden distraídos, estamos perdidos.  Sin embargo, no hay que dejar de ser honestos.  Hay un valor que se salva y es exaltado en distintas circunstancias: la amistad.  Y si alguien es capaz de aprovechar esta suma de consejos contradictorios, se supone que logrará la salvación eterna sin sobresaltos.


El detalle del hierro.

            Como en todos los cuentos, no solamente tenemos que buscar los elementos que hacen a la moral o recta conducta, sino también prestar atención a los símbolos que se utilizan para narrar la historia.  En ellos están presentes indicaciones que nos pueden resultar valiosas para la búsqueda de la felicidad.  Entre los símbolos del cuento, destacamos al hierro que supuestamente comen los ratones.

            El hierro se toma comúnmente como símbolo de robustez, de dureza, de obstinación, de rigor excesivo, de inflexibilidad.  Aunque la vulgaridad de este metal no es una noción constante, prevalece con firmeza su significado negativo.  El hierro es el principio activo que modifica la sustancia inerte, como el arado, el cincel y el cuchillo, pero a la vez es el instrumento satánico de la guerra y la muerte violenta.

            El poeta Hesíodo (griego, siglo VII a.C.) enseña que la humanidad pasará por varias etapas.  La más terrible será caracterizada como el tiempo de la raza de hierro, que simboliza el reino de la materialidad, de la regresión hacia la fuerza brutal de la inconsciencia. Citamos de su libro “Los trabajos y los días”: “Ningún valor se atribuirá ya al juramento, ni a lo justo, ni al bien; sólo se respetará al inicuo y al violento; el único derecho será la fuerza, la conciencia no existirá”.

            En el cuento que nos ocupa no está presente la edad de hierro.  Una señal evidente es que el comerciante que lo trabaja es pobre.  El relato es un preanuncio de lo que ha de venir, de un tiempo en donde el hierro tendrá un lugar importante en la vida diaria.  Probablemente esto era lo que intentaba decirle Calila a Dimna con las expresiones tan duras citadas más arriba.

            Los cuentos nos ayudan a entender el universo, a disfrutar de los buenos tiempos, y a tener presencia de ánimo en las edades oscuras.


Aguila meciendo a un niño.
Walton Ford (estadounidense, n. en 1960)