miércoles, 13 de junio de 2012

LA INCONSTANTE OPINIÓN


            Entre las circunstancias favoritas de los cuentos se encuentran los viajes.  Suponemos que esto se debe a que en toda la tradición humana la vida del hombre es considerada como una travesía, un peregrinaje.  Al ser humano contemporáneo se lo llama a la vez homo sapiens y homo viator.

Sin título.
Henri Micheaux (belga, 1899-1984)
            Tomamos un cuento de viaje de la región conocida como el Magreb.  Es en el norte de África. “La inconstante opinión” es la versión de la recopilación de cuentos sufis hecha por Guido Tavani, un antropólogo italiano fallecido en 2003.  

            “En cierta oportunidad, Hasam y su hijo emprendieron un viaje.  Y dado que el viaje era extenso, prefirió que su hijo viajara montado en el burro mientras que él haría el trayecto a pie.  Al pasar por una aldea, alguien dijo:

-  ¡Miren a ese niño joven y fuerte! Así es la juventud de hoy en día.  Ya no respeta a los mayores. En lugar de cederle el burro a su padre, lo hace caminar bajo este sol abrasador. 

            Cuando se alejaron, su hijo se sintió muy avergonzado y le pidió a su padre que montara sobre el burro y el niño caminaría a su lado.

            A los pocos minutos, pasaron frente a otra aldea y alguien dijo:

-  ¡Miren eso!  Aquel pobre niño tiene que caminar mientras que su padre se encuentra tan cómodo montado sobre el burro.

            Luego de alejarse de esta última aldea, Hasam le dijo a su hijo:

-  Será mejor que ambos caminemos y así nadie volverá a quejarse cuando nos vean pasar. 

            Así, continuaron su viaje, uno a cada lado del burro.  Pero, al pasar frente a otra aldea, alguien dijo:

-  ¡Miren a ese par de tontos! ¡Ambos caminan bajo este sol ardiente y ninguno de ellos lo hace montado sobre el burro!

            Cuando se alejaron, Hasam hizo montar a su hijo en el lomo del burro y le dijo:

-  Nunca te atengas a las opiniones de los otros.”


Hefesto montado en burro.
Alfarería griega (s. V a.C.)
La reflexión de la tradición.

            Comenzaremos por lo que dice la tradición.  Luego desarrollaremos dos símbolos que están contenidos en el cuento, para ayudarnos a descubrir más enseñanzas.

            La tradición sufí dice: “Este breve relato muestra que la opinión de la mayoría no revela sabiduría alguna sino que responde a los apetitos, inclinaciones y ánimo de las circunstancias.  Sin embargo, algo tan cambiante e incierto es adoptado por la mayoría como un criterio de corrección con arreglo al cual mide y modela sus propios juicios.  Por ello, tal como le dijo Hasam a su hijo, no vale la pena atenerse a algo tan cambiante e inestable como la opinión de los otros.

            No permitas pues, que esta opinión te desvíe del camino ni obres en consecuencia con ella.”


El animal de transporte.

            El burro es casi universalmente el emblema de la oscuridad, y a veces de las tendencias satánicas.  Por ejemplo, en Egipto el asno rojo es una de las entidades más peligrosas que encuentra el alma en su viaje después de la muerte.  Se lo suele asociar a una bestia escarlata que aparece en el libro del Apocalipsis.

            Popularmente el burro es asimilado a la ignorancia.  El arte del Renacimiento ha pintado diversos estados anímicos feos con los rasgos del asno.  A veces ilustró el desaliento espiritual, otras veces fue la pereza o la depresión moral.  También significó la estupidez, la incompetencia.  Dentro del marco institucional, el burro simbolizó una obediencia tonta a la autoridad.  Todos estos males, quedan potenciados con el ser terco.

Entrada de Cristo en Jerusalén.
Giotto di Bondone
(italiano, 1267-1337)
            En la tradición cristiana, hay dos situaciones que llaman la atención sobre esta interpretación.  La primera, es la aparición del burro en la escena de la Navidad.  La segunda es cuando Jesús entra en Jerusalén montado en un jumento en la Fiesta de Ramos.

            En cuanto a la Navidad, el burro aparece en contraposición con el buey, es decir, las tendencias maléficas frente a las tendencias benéficas.  Es la presentación de Cristo como resolviendo los opuestos. El bien y el mal, la luz y la oscuridad, el cielo y la tierra, se unen en alguien que supera todo, el príncipe de la paz.  Lo mismo sucede con la entrada en Jerusalén, es el Redentor montado y dominando las fuerzas maléficas.


El dador de leyes

            El segundo símbolo presente en este cuento es la figura del padre.  Este símbolo, en nuestro tiempo, tiene mala reputación.  Es una figura interpretada como inhibidora y, en casos más extremos como castradora.   Tradicionalmente es el símbolo de la posesión, del dominio y del valor.  Representa toda figura de autoridad: jefe, patrón, profesor, protector. Es el que dicta las leyes y funda las instituciones de todo tipo.

            En el cuento sentimos que las opiniones de los pobladores van dirigidas especialmente al padre, que no logra resolver el orden del viaje.  La razón de este sentimiento crítico, propio de nuestro tiempo, es porque se concibe el papel paternal como una influencia que priva, limita, molesta y mantiene en la dependencia. 

            A diferencia de lo que despierta en la mentalidad contemporánea, en los mitos de los orígenes, el padre alcanza grandeza cultural.  Su papel de creador se funde con la imagen del cielo. En la tradición, como también para mucha gente de todos los tiempos, la figura del padre despierta el sentimiento de una ausencia, una falta, que sólo el autor de los días podrá colmar.  Se convierte en un ideal a alcanzar, en lo que queremos llegar a ser. 

            Volviendo al cuento, al mirar los símbolos nos encontramos con una nueva dimensión, junto a la que propone la tradición.  Vemos al ser humano que somos todos, caminando como hijos por la vida.  Las opiniones sobre el sentido de nuestro caminar son inestables y cambiantes. Unos dicen que debemos dominar por completo a los instintos oscuros, representados por el burro. Otros plantean que debemos dejar que las autoridades hagan esta tarea.  Otros que debemos caminar con humildad, sabiendo que hay partes oscuras en nuestra vida y no por eso dejar de andar. 

            Y es Hasam, el padre del relato, que nos invita a escuchar sinceramente lo que nos dicte el corazón, y a obrar en consecuencia, sin depender de las opiniones de los demás.


La feria de Simoca.
Alfredo Gramajo Gutiérrez (argentino, 1893-1961)