Los cuentos populares se ocupan de temas que resultan
difíciles en otros ámbitos. Esta
habilidad la consiguen con la larga trayectoria que tienen, pasando de boca en
boca y recorriendo distintas civilizaciones.
Las narraciones dan un sentido a cosas que parecen muy enredadas. Al leerlos, sentimos un cierto alivio, aunque
no nos curen las heridas de la incertidumbre.
Vieja mesándose los cabellos Quentin Massys (flamenco,1466-1530) |
Un día llegó a la
puerta de su casa un hombre pobre y, como helaba fuera, la tía Miseria lo acogió
en la choza. Compartió con él lo poco que tenía para cenar y le fabricó un
rudimentario jergón para que pudiera dormir. Al despertar, por la mañana,
también le ofreció un humilde desayuno.
El pobre, agradecido,
se dirigió entonces a Miseria diciéndole:
-En vista de tu noble
corazón, voy a concederte un deseo pues, aunque me veas vestido como un pobre,
en realidad soy un ángel del cielo.
Aunque Miseria no
quería nada, el santo insistió y, entonces, se acordó la anciana del peral:
-Éste es mi deseo
-dijo-: que cuando alguien suba al peral, no pueda bajar sin mi permiso.
Al instante le fue
concedido el deseo, y fue la idea tan definitiva que, al cabo de poco tiempo,
tras algunos palos de bastón y no pocos jirones en sus ropas, no volvió a
acercarse al peral un solo zagal.
Así pasaron largos
años, hasta que un hombre alto y seco, con una guadaña, se acercó a la puerta
de la choza y comenzó a llamar a la tía Miseria :
-Vamos, Miseria, que
es hora.
Miseria, que reconoció
rápidamente a la Muerte, no pareció estar muy de acuerdo:
–¡Hombre, ahora que
empezaba a disfrutar algo de la vida! –le dijo–. ¿Por qué no me haces el favor
de juntarme esas cuatro peras del árbol, mientras yo me preparo para el viaje?
La Muerte, ingenua, se
dispuso a agarrar las peras y, como estaban en todo lo alto, no tuvo más
remedio que subir al árbol. En ese momento escuchó la carcajada de Miseria que,
asomada a la ventana, le decía:
-¡Muerte fiera, ahí te
quedarás hasta que yo quiera!
Y quiso Miseria que
allí se quedara, hiciera calor o helara, durante muchos años. Tantos que en el
mundo empezó a sentirse la falta de la Muerte. Nadie moría, ni en las guerras,
ni por enfermedad, ni por vejez. Había ancianos de más de trescientos años, en
estado tan penoso que ellos mismos buscaban poner fin a su vida.
Algunos se tiraban por
los precipicios, otros al mar, otros se arrojaban a las vías del tren, pero
ninguno lograba su propósito y los hospitales se llenaban, sin poder atenderlos
a todos.
Así hasta que la
Muerte vio pasar por allí cerca a un médico, antiguo conocido y amigo de ella:
– ¡Eh, viejo amigo,
acércate y observa mi estado! ¡Duélete de mi situación! ¡Avisa a las gentes del
pueblo y venid a cortar este maldito árbol!
Al poco llegaron los
vecinos, armados con sus mejores hachas, pero, aunque lo intentaron por todos
los medios, no lograron hacer la mínima mella en el tronco del peral. Y todos
los que quisieron bajar de allí a la Muerte, sólo consiguieron quedarse
colgados con ella. Entonces empezaron a rogar a la vieja Miseria que se
apiadase de ellos, de los que tanto sufrían y que permitiera bajar del peral a
la Muerte y a sus acompañantes. Tanto insistieron que al fin cedió la tía Miseria , aunque le
puso una condición a la Muerte:
–Que no te acuerdes de
mí ni de mi hijo Ambrosio hasta que te llame por tres veces.
Accedió la Muerte, y
bajó, y comenzó a cumplir con todo el trabajo que tenía pendiente, lo que la
tuvo ocupada durante muchas semanas. Todos los que debieran haber muerto, veían
llegar su hora. Todos menos la anciana y su hijo, que por eso viven todavía la
miseria y el hambre.
El peral atrapante
El origen
español del cuento ayuda a entender que el árbol frutal sea un peral. Es un cultivo común en esas regiones. En un pueblo de Huelva, hay una devoción a la
Virgen de la Peña, que es una Madre con Niño. Éste tiene en la mano una pera,
puesto que esta fruta es un símbolo antiguo de la encarnación de Cristo.
Esta fruta fue
cultivada desde tiempos remotos por egipcios, griegos y romanos. Desde muy
antiguo se ha considerado la flor del peral como símbolo del carácter efímero
de la existencia, pues dura muy poco. Es
una delicada ironía que allí quede atrapada la Muerte.
Cuando la
pera aparece en los sueños, es un símbolo típicamente erótico, lleno de
sensualidad. Esto se debe probablemente al sabor dulce y al abundante
jugo. En algunos casos también se
relaciona su forma con la evocación de la forma femenina.
Los relatos
populares suelen presentar relaciones simbólicas constantes, como las que se
dan en este caso. El cuento es sencillo,
breve, y sin embargo encierra una sabiduría profunda, expresada con recursos
poéticos muy valiosos.
Parecen personas
Una herramienta poética es la
personificación de cosas, animales o de aspectos de la vida humana. Cuando este recurso tiene mucha complejidad, cuando
simboliza cuestiones profundas de la vida humana, se lo llama con un término
específico: alegoría. En el cuento
citado, la tía Miseria
como la Muerte son dos claras alegorías.
También lo es el mendigo alojado por la anciana, que luego resulta ser
un Ángel.
Virgen y el Niño Giovanni Bellini (Italiano, 1424-1516)end_of_the_skype_highlighting |
Los cuentos
usan los recursos poéticos porque quieren que entendamos con emoción. De eso se
trata la belleza que encierran las narraciones populares: de conocimientos y de sentimientos. No solamente es saber, sino también
disfrutar. Hay razones que solamente el
corazón entiende.
Veamos cómo
esta noción de personificación nos ayuda
a sumergirnos más en el siguiente ejemplo. Es un poema de Jorge Luis Borges (argentino, 1899-1986),
titulado “Las cosas”:
El bastón, las
monedas, el llavero,
la dócil cerradura,
las tardías
notas que no leerán
los pocos días
que me quedan, los
naipes y el tablero,
un libro y en sus
páginas la ajada
violeta, monumento de
una tarde
sin duda inolvidable y
ya olvidada,
el rojo espejo
occidental en que arde
una ilusoria aurora.
¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales,
atlas, copas, clavos,
nos sirven como
tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente
sigilosas!
Durarán más allá de
nuestro olvido;