Tenemos
la tendencia a juzgar los hechos, especialmente los que involucran a
otros. Como afirma un dicho popular: “La
justicia, cosa muy buena; pero no en mi casa, en la ajena”.
Maat, diosa egipcia de la justicia y la verdad Placa de oro, 1000 a.C. |
Por
otro lado, cuando indagamos a la tradición, nos encontramos con una posición
unánime frente a este aspecto de la vida humana, en esta ocasión puesta en boca
de Jesús de Nazaret: “No juzguen, para no ser juzgados”. Como explicación de
este consejo, agrega: “Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los
juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.” (Evangelio según San
Mateo, capítulo 7, versículos 1 y 2).
El
siguiente cuento, “El juicio”, es utilizado por distintas culturas para
orientar a las personas en las situaciones de juicio. Lo encontramos en la tradición tanto de China
como de Europa o América. Es citado en
muchas antologías con muy pequeñas variantes.
En una
aldea había un anciano muy pobre, pero hasta los reyes lo envidiaban porque
poseía un hermoso caballo blanco.
Los
reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo, pero el hombre decía:
"Para mí, él no es un caballo, es una persona. ¿Y cómo se puede vender a
una persona, a un amigo?" Era un hombre pobre pero nunca vendió su
caballo.
Una
mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se
reunió diciendo:
-Viejo
estúpido. Sabíamos que algún día le robarían su caballo. Hubiera sido mejor que
lo vendieras. ¡Qué desgracia!
-No
vayan tan lejos -dijo el viejo-. Simplemente digan que el caballo no estaba en
el establo. Este es el hecho, todo lo demás es juicio de ustedes. Si es una
desgracia o una suerte, yo no lo sé, porque esto apenas es un fragmento. ¿Quién
sabe lo que va a suceder mañana?
La gente
se rió del viejo. Ellos siempre habían sabido que estaba un poco loco. Pero
después de quince días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se
había escapado. Y no sólo eso, sino que trajo consigo una docena de caballos
salvajes.
De nuevo
se reunió la gente diciendo:
-Tenías
razón, viejo. No fue una desgracia sino una verdadera suerte.
-De
nuevo están yendo demasiado lejos -dijo el viejo-. Digan sólo que el caballo ha
vuelto... ¿quién sabe si es una suerte o no? Es sólo un fragmento. Están
leyendo apenas una palabra en una oración. ¿Cómo pueden juzgar el libro entero?
Esta vez
la gente no pudo decir mucho más, pero por dentro sabían que estaba equivocado.
Habían llegado doce caballos hermosos...
El viejo
tenía un hijo que comenzó a entrenar a los caballos. Una semana más tarde se
cayó de un caballo y se rompió las dos piernas. La gente volvió a reunirse y a
juzgar:
-De
nuevo tuviste razón -dijeron-. Era una desgracia. Tu único hijo ha perdido el
uso de sus piernas y a tu edad él era tu único sostén. Ahora estás más pobre que
nunca.
-Están
obsesionados con juzgar -dijo el viejo-. No vayan tan lejos, sólo digan que mi
hijo se ha roto las dos piernas. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna.
La vida viene en fragmentos y nunca se nos da más que esto.
Sucedió
que pocas semanas después el país entró en guerra y todos los jóvenes del
pueblo eran llevados por la fuerza al ejército. Sólo se salvó el hijo del viejo
porque estaba lisiado. El pueblo entero lloraba y se quejaba porque era una
guerra perdida de antemano y sabían que la mayoría de los jóvenes no volverían.
-Tenías
razón, viejo, era una fortuna. Aunque tullido, tu hijo aún está contigo. Los
nuestros se han ido para siempre.
-Siguen
juzgando -dijo el viejo-. Nadie sabe. Sólo digan que sus hijos han sido
obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Sólo Dios
sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda.
La
versión que hemos citado viene acompañada de una conclusión, probablemente
pronunciada por algún maestro de vida.
No
juzgues o jamás serás uno con el todo. Te quedarás obsesionado con fragmentos,
sacarás conclusiones de pequeñas cosas. Una vez que juzgas, has dejado de
crecer.
Elementos
de la Justicia.
Justicia Maarten van Heemskerck (Holandés, 1498-1574) |
Sostiene
dos atributos: una espada y una balanza.
Según el filósofo Aristóteles (griego, 384 a .C – 322 a .C.) la espada hace
referencia a su potencia distributiva.
Se dice que la Justicia da a cada uno lo suyo. Luego dice que la balanza muestra su misión
equilibradora. A veces percibimos que lo
que sucede es desparejo, como desordenado, y entendemos que la Justicia viene a
equilibrar el desajuste entre las personas y en el universo.
Según
otros pensadores, también puede significar que para aquellos que usen mal sus
poderes, está el rigor de la espada y la condenación. Para los que la respeten,
entonces está la balanza que mantiene el equilibrio riguroso, es decir, la
organización del caos en el mundo y en nosotros.
El
hombre justo es aquel que asume la misión equilibradora de la Justicia, el que
busca la armonía y la consonancia, como el anciano pobre del cuento.
La
acción del justo.
Según
se desprende de las estatuas de la Justicia, su tarea abarca el universo. Si bien tiene relación con la ley y los tribunales,
este es apenas un mínimo aspecto de su horizonte.
Seres errantes. Orlando Arias Morales (Boliviano, n. en 1954) |
La
realidad del cosmos y de la vida de los hombres en él está formada por opuestos
en relación. Pensemos en nuestra vida
cotidiana, en la que la noche sucede al día, en un ir y venir constante. A su vez están los contrastes entre el varón
y la mujer. También está el transcurrir
de las estaciones anuales que pasan del calor al frío y vuelta al calor
incesantemente. Los sentidos se mueven
sobre oposiciones, como el gusto entre lo dulce y lo amargo, o el tacto entre
lo suave y lo áspero, para señalar mínimos ejemplos en una inmensidad de
contrarios.
El
cosmos se presenta también con opuestos.
Podemos indicar la luz y la oscuridad. Sin
esta última no podríamos ver las estrellas, como sucede cuando el sol alumbra
con su potencia. Otro contraste es el de
la distancia, cerca o lejos. El
movimiento de los astros está en relación con la distancia entre ellos.
Cuando
el anciano del cuento pone mesura en el juicio, está dando el lugar que le
corresponde a cada cosa. Es como la
balanza, equilibra los platillos. Está
más allá de los contrarios y las oposiciones.
Y de esta manera supera la necesidad de estar juzgando parcialmente, o
dando su sentencia sobre fragmentos. Así es un hombre justo.
Una
oposición conocida en cualquier experiencia humana es el contraste entre lo de
arriba y lo de abajo. En lo alto está
todo lo celestial, lo que corresponde a la trascendencia. Lo de abajo es lo que
corresponde a lo terrenal, a la vida del hombre en sus circunstancias. El hombre justo es el que une lo alto y lo
bajo. En la Biblia se lo compara con una
columna, que sostiene al mundo (Libro de los Proverbios, capítulo 10, versículo
26).
El
dueño del caballo blanco es un ejemplo del hombre justo. Es un ser humano que, superando la
provocación de juzgar cada fragmento, alcanza una actitud de equilibrio y de
bienaventuranza mediante una mirada más amplia de la vida. Nos muestra que no
juzgando se alcanza un estado de armonía y felicidad.
El baño del caballo. Joaquín Sorolla (Español, 1863-1923) |