Pescador entregando un anillo al Dux. Paris Bordone (italiano 1500 –1570) |
Un
emperador estaba saliendo de su palacio para dar un paseo matutino cuando se
encontró con un mendigo.
Le
preguntó:
-¿Qué
quieres?
El
mendigo se rió y dijo:
-¿Me
preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo?
El
rey se rió y dijo:
-Por
supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo.
Y
el mendigo dijo:
-Piénsalo
dos veces antes de prometer.
El
mendigo no era una mendigo cualquiera.
El
emperador insistió:
-Te
daré cualquier cosa que pidas. Soy un emperador muy poderoso. ¿Qué puedes
desear que yo no pueda darte?
El
mendigo le dijo:
-Es
un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudilla? ¿Puedes llenarla con algo?
Por
supuesto -dijo el emperador.
Llamó
a uno de sus servidores y le dijo:
-Llena
de dinero la escudilla de este hombre.
El
servidor lo hizo… y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba
desaparecía. La escuadrilla del mendigo siempre estaba vacía.
Todo
el palacio se reunió. El rumor se corrió por toda la ciudad y una gran multitud
se reunió allí. El prestigio del emperador estaba en juego. Les dijo a sus
servidores:
-Estoy
dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no debe derrotarme.
Diamantes,
perlas, esmeraldas… los tesoros se iban vaciando. La escudilla parecía no tener
fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el
atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El rey se tiró a los pies del
mendigo y admitió su derrota.
Le
dijo:
-Has
ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hecha
tu escudilla?
El
mendigo se rió y dijo:
-Está
hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto…
simplemente está hecha de deseos humanos.
La isla de los deseos perdidos Friedensreich Hundertwasser (austríaco,1928 - 2000) |
La
escudilla del deseo
El material de la
escudilla del mendigo es el deseo. Una palabra que es clave en la vida del
espíritu. Todo depende de cómo se la
entienda, y de cómo se la asuma en la realidad personal. Lo que no se puede hacer es negar su
existencia.
Hay dos antecedentes en
el origen de la palabra “deseo”. En
castellano, proviene del latín “desiderio”, que hasta hoy se conserva como nombre
propio. Esta forma cayó en desuso, y se
fue tomando una voz popular “deseo” y “desear” que viene del sustantivo latino
“desidium”, que quiere decir “placer
erótico”, derivado del verbo latino “desideo”,
que significa “estar sentado sin hacer nada”, “estar papando moscas”, “estar(se)
con los brazos cruzados”. Como dice el refrán: “La ociosidad es la madre de
todos los vicios”, el deseo entonces lleva a muchos errores. Esto coincide con el Emperador del cuento,
que no estaba haciendo nada más que un paseo matinal, perdiendo tiempo.
La otra vertiente
etimológica es la que originan las palabras “deseo y desear” en francés y en
inglés. Vienen del latín “desiderare”, que significaba “echar de
menos, echar en falta, anhelar”. Lo
interesante de la expresión latina es que está compuesta de dos términos: “sidus, sideris”, que significa “astro”,
y el prefijo “de” que puede
significar “dejar”, algo parecido a no tomar en cuenta. Y así como “considerare” es “contemplar,
mirar los astros”, “desiderare”
es “dejar de contemplar, dejar de ver, no mirar los astros”. Estas expresiones latinas eran muy usadas en
el campo religioso y adivinatorio.
Agonía Arshile Gorky (armenio-estadounidense, 1904-1948) |
Para la experiencia
humana, el deseo se puede traducir como sed en aspectos específicos. Es la sed de ser bien considerados por
otros. También es la sed de ser otro de
lo que realmente somos. Es la sed de
placeres sensuales, y de que la existencia se estanque en un remanso permanente
de bienestar o que se termine. Como se
puede observar, es algo muy profundo y delicado. Muchas veces el deseo es la
causa del sufrimiento.
De la tradición humana
podemos rescatar dos consejos para superar esta grave dificultad. El primero es: “Conócete a ti mismo”, que nos
lleva a mirarnos a nosotros mismos desde lo más profundo, desde lo
espiritual. El otro consejo es el amor,
que es salir de sí mismo y entregarse a la realidad, y así se supera todo
objeto de deseo.
Para comprender mejor esta
realidad humana hay otro cuento que muestra con claridad la situación de deseo.
Un
discípulo le preguntó a Hejasi:
—
¿Qué es lo más divertido de los seres humanos?
Y
el sabio respondió:
—
Piensan siempre lo contrario. Tienen apuro por crecer y después lamentan la
infancia perdida. Pierden la salud para tener dinero y después pierden el
dinero para tener salud. Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el
presente y, así, no viven ni el presente ni el futuro. Viven como si no fueran
a morir nunca y mueren como si no hubiesen vivido.
Sin título. Albert Ràfols-Casamada (español, 1923-2009) |