La mujer árbol
Giacomo Balla
(italiano, 1871-1958) |
Dos
jóvenes monjes hicieron el juramento de no tocar nunca a una mujer. Fue una
decisión ferviente y absoluta, a la que fueron durante mucho tiempo fieles
tanto el uno como el otro.
Un
día, mientras viajaban, estaban a punto de cruzar el río crecido cuando vieron
aparecer a una joven de una extraña belleza, que les pidió ayuda para pasar las
embravecidas aguas. Tenía que cruzar
aquel río sin demora, explicó, porque debía prestar ayuda a su padre enfermo.
Sola y frágil, no podía arriesgarse.
El
primer monje, sin ni siquiera escuchar las palabras de la joven, avanzó por el
río y lo cruzó. El segundo monje tomó a la mujer en sus brazos y, con mayor lentitud, con mayor dificultad,
ayudándose de una cuerda, la llevó hasta la otra orilla.
La
joven le dio las gracias y se alejó rápidamente.
Dos monjes de Asia
Fresco de la
caverna
de Turfan,
China
(Siglo IX) |
Los
dos monjes reemprendieron la marcha. Durante más de una hora permanecieron en
silencio. De repente, el primer monje, ya no podía controlarse más, estalló
encolerizado y empezó a hacerle reproches a su compañero:
-
Pero ¿cómo has podido romper tu juramento? ¿Tu juramento sagrado? ¿El juramento
que habíamos pronunciado juntos? ¿No te
sientes lleno de vergüenza? ¿Cómo has podido llevar a esa mujer en brazos?
-
Vaya –le dijo el otro-, ¿todavía piensas en ella?
En
algunas versiones la frase se convierte en: “¿Todavía la llevas?”
La cuestión interior
El final del cuento nos pone en la cuestión central que
quiere expresar: ¿todavía piensas en ella?
El pensamiento es vida interior, está referido a la intimidad de nuestro
ser. Por lo tanto, la relación entre el
varón y la mujer está principalmente relacionada con nuestra vida interior.
Espíritu libre
Ronnie Landfield
(estadounidense, n. en 1947) |
El mundo occidental ha quedado marcado por el texto que
habla de Adán y Eva. En ese relato se dice
que Eva es creada del costado de Adán, de su costilla. Eva es considerada la
primera mujer, la primera esposa, la madre de los vivos. En un plano interior, simboliza el elemento
femenino en el ser humano. Según un
escritor y pensador muy antiguo, llamado Orígenes de Alejandría (185-254) el
ser humano comporta un espíritu y un alma: “se dice que el espíritu es macho, y
el alma puede llamarse hembra”. Esto
aclara mucho la importancia que se le ha dado a tal relato.
Eva, la mujer, significa la sensibilidad del ser humano, su
imaginación y elemento irracional. Adán,
en cambio, es el razonador, la intuición profunda, el pensamiento. La relación entre los dos es conyugal. En toda la Biblia habrá un paralelo entre el
conocimiento y el acto conyugal, pues todo conocimiento solamente es posible
mediante la unión profunda de la sensibilidad y el pensamiento. Del acuerdo entre el alma Eva y el espíritu
Adán nacen hijos, que aluden a los pensamientos rectos y las buenas acciones.
Con este trasfondo se ve más claro la actitud de cada uno de
los monjes del cuento. Uno no logra
vencer su división interior, y queda enojado.
El segundo, con serenidad y dedicación, logra dar el fruto de su armonía
interior, cruzando a través del río a la joven necesitada de auxilio. Es una obra concreta de amor al prójimo.
Tres figuras de mujer
Kazimir
Malevich
(ucraniano, 1879-1935) |
También se puede aplicar esta simbología a otros
planos. Por ejemplo, San Agustín de
Hipona (354-430) habla de la unión conyugal, en cada persona, entre el espíritu
y el cuerpo. De esta unión hay una procreación propia: las buenas obras. Otro ejemplo es el de Ricardo de San Víctor
(escocés, 1110-1173), quien habla no sólo del espíritu y del alma, sino de la
inteligencia y la afectividad, del conocimiento y el amor.
Los cuentos infantiles han poblado nuestra imaginación de
mujeres. Mediante la Cenicienta, la
Bella Durmiente, Caperucita Roja, o la multitud de relatos de mitos locales, se
ha formado nuestro interior. Ha sido la
forma delicada, paciente y amorosa, con la que intentaron abrirnos a un aspecto
fundamental de la felicidad: la armonía interior, que consiste en la unión del
espíritu y del alma. Los que hicieron
esto, nos quisieron de verdad.
Mujer y varón
Fernand Leger
(francés, 1881-1955) |