domingo, 11 de octubre de 2015

LA MUJER EN LA ORILLA DEL RÍO


La mujer árbol
Giacomo Balla
(italiano, 1871-1958)


Dos jóvenes monjes hicieron el juramento de no tocar nunca a una mujer. Fue una decisión ferviente y absoluta, a la que fueron durante mucho tiempo fieles tanto el uno como el otro.

Un día, mientras viajaban, estaban a punto de cruzar el río crecido cuando vieron aparecer a una joven de una extraña belleza, que les pidió ayuda para pasar las embravecidas  aguas. Tenía que cruzar aquel río sin demora, explicó, porque debía prestar ayuda a su padre enfermo. Sola y frágil, no podía arriesgarse.

El primer monje, sin ni siquiera escuchar las palabras de la joven, avanzó por el río y lo cruzó. El segundo monje tomó a la mujer en sus brazos y,  con mayor lentitud, con mayor dificultad, ayudándose de una cuerda, la llevó hasta la otra orilla.

La joven le dio las gracias y se alejó rápidamente. 
Dos monjes de Asia
Fresco de la caverna
de Turfan, China
(Siglo IX)

Los dos monjes reemprendieron la marcha. Durante más de una hora permanecieron en silencio. De repente, el primer monje, ya no podía controlarse más, estalló encolerizado y empezó a hacerle reproches a su compañero:

- Pero ¿cómo has podido romper tu juramento? ¿Tu juramento sagrado? ¿El juramento que habíamos pronunciado juntos?  ¿No te sientes lleno de vergüenza? ¿Cómo has podido llevar a esa mujer en brazos?

- Vaya –le dijo el otro-, ¿todavía piensas en ella?

En algunas versiones la frase se convierte en: “¿Todavía la llevas?”


La cuestión interior

         El final del cuento nos pone en la cuestión central que quiere expresar: ¿todavía piensas en ella?  El pensamiento es vida interior, está referido a la intimidad de nuestro ser.  Por lo tanto, la relación entre el varón y la mujer está principalmente relacionada con nuestra vida interior.

Espíritu libre
Ronnie Landfield
(estadounidense, n. en 1947)
         El mundo occidental ha quedado marcado por el texto que habla de Adán y Eva.  En ese relato se dice que Eva es creada del costado de Adán, de su costilla. Eva es considerada la primera mujer, la primera esposa, la madre de los vivos.  En un plano interior, simboliza el elemento femenino en el ser humano.  Según un escritor y pensador muy antiguo, llamado Orígenes de Alejandría (185-254) el ser humano comporta un espíritu y un alma: “se dice que el espíritu es macho, y el alma puede llamarse hembra”.  Esto aclara mucho la importancia que se le ha dado a tal relato.

         Eva, la mujer, significa la sensibilidad del ser humano, su imaginación y elemento irracional.  Adán, en cambio, es el razonador, la intuición profunda, el pensamiento.  La relación entre los dos es conyugal.  En toda la Biblia habrá un paralelo entre el conocimiento y el acto conyugal, pues todo conocimiento solamente es posible mediante la unión profunda de la sensibilidad y el pensamiento.  Del acuerdo entre el alma Eva y el espíritu Adán nacen hijos, que aluden a los pensamientos rectos y las buenas acciones.

         Con este trasfondo se ve más claro la actitud de cada uno de los monjes del cuento.  Uno no logra vencer su división interior, y queda enojado.  El segundo, con serenidad y dedicación, logra dar el fruto de su armonía interior, cruzando a través del río a la joven necesitada de auxilio.  Es una obra concreta de amor al prójimo.

Tres figuras de mujer
Kazimir Malevich
(ucraniano, 1879-1935)

         También se puede aplicar esta simbología a otros planos.  Por ejemplo, San Agustín de Hipona (354-430) habla de la unión conyugal, en cada persona, entre el espíritu y el cuerpo. De esta unión hay una procreación propia: las buenas obras.  Otro ejemplo es el de Ricardo de San Víctor (escocés, 1110-1173), quien habla no sólo del espíritu y del alma, sino de la inteligencia y la afectividad, del conocimiento y el amor.

         Los cuentos infantiles han poblado nuestra imaginación de mujeres.  Mediante la Cenicienta, la Bella Durmiente, Caperucita Roja, o la multitud de relatos de mitos locales, se ha formado nuestro interior.  Ha sido la forma delicada, paciente y amorosa, con la que intentaron abrirnos a un aspecto fundamental de la felicidad: la armonía interior, que consiste en la unión del espíritu y del alma.  Los que hicieron esto, nos quisieron de verdad.

Mujer y varón
Fernand Leger
(francés, 1881-1955)