domingo, 23 de abril de 2017

LAS PREGUNTAS DE PAFNUCIO

San Onofre
Estilo bizantino, sin fecha.

Un ermitaño cristiano, que se llamaba Pafnucio y vivía en el desierto, no lejos de Hierápolis, se mortificaba, se flagelaba y pasaba hambre desde hacía años.  Un buen día tuvo la idea de preguntarle a Dios a qué grado de perfección había llegado.

         Y Dios le dijo:

         -Estás al mismo nivel que el flautista del pueblo.

         Pafnucio, muy sorprendido, fue al pueblo e interrogó al flautista.  Se enteró que había sido bandido antes de convertirse en músico.  Sin embargo, en el transcurso de una de sus correrías, le salvó la vida y el honor a una joven virgen consagrada a Dios.

         Pafnucio regresó al desierto y reanudó sus mortificaciones, en compañía del músico-bandido, que se había convertido en su discípulo.  Pafnucio endurecía su vida. 

Tras largos años de sufrimientos, le hizo la misma pregunta a Dios:

         -¿A qué nivel he llegado ahora?

         Dios le contestó que se encontraba al mismo nivel que el alcalde del pueblo, hombre íntegro y benévolo, que no hacía daño a nadie.

         Una tercera prueba, años más tarde, llevó al ermitaño Pafnucio, cuyo cuerpo no era más que un maltrecho esqueleto, al mismo nivel que un rico negociante de Alejandría que, de vez en cuando, les regalaba a los solitarios algunas legumbres secas.

         Pafnucio pasó mucho tiempo meditando acerca de las tres respuestas divinas.  Nunca más volvió a hacer la pregunta.  Pero contaba su historia a todos aquellos que lo visitaban.


El mejor camino

         El protagonista del cuento busca el mejor camino para alcanzar la perfección.  El modo de vida que lleva, y la mención de la ciudad de Hierápolis, muestran que el relato se sitúa en tiempos muy antiguos.
La vida misma
Victor Brauner
(rumano, 1903-1966) 

Hubo muchos hombres que vivieron en el desierto entre los siglos II y V después de Cristo, y que se llamaron Pafnucio.  Algunos fueron miembros del clero, otros simples anacoretas.  Uno fue famoso por su dedicación a esa forma de vida y el amor a la soledad, por lo que se lo apodaba el búfalo.  El más reconocido fue San Pafnucio (ca.251-360),  eremita y luego obispo de Tebaida, Egipto.  Fue humilde, gentil y de un espíritu amplio.

¿Qué es la perfección para estos hombres?  Es la activación de toda la potencia física y espiritual que llevan en el corazón.  En lo físico son como los modernos deportistas de alta competición, poniendo el cuerpo en una rigurosa disciplina física y alimentándose solamente de aquello que sea estrictamente necesario para alcanzar el fin que se proponen.  En lo espiritual, se acercan a aquellos sabios que escuchamos embelesados, por la sencillez, alegría y profundidad con que expresan los misterios de la vida.

La perfección tiene, a su vez, un final, que es la felicidad.  A esta plenitud, que apenas podemos vislumbrar en algunos instantes de la vida y que supera todo lo que podemos desear e imaginar, muchos la llamamos Dios.  Por eso Pafnucio le hace a la divinidad la pregunta sobre el grado de perfección alcanzado.

El cuento deja que el lector discierna el sentido de las tres respuestas.  A través de ellas nos damos cuenta que hay cuatro caminos de perfección.  Y se usa el número cuatro para indicar que estas son orientaciones generales que tratan de englobar todos los caminos posibles.
Meditación de luna
Richard Pousette-Dart
(norteamericano, 1916-1992)   

Uno es el del flautista, claramente representante del arte, y a la vez de todos aquellos que con sus manos fabrican, construyen, elaboran todo lo que hace a la vida humana y la relación con el cosmos.  Otro es el alcalde de pueblo, el hombre que se pone al servicio de la sociedad, con honestidad y benevolencia, lejos de la corrupción y de la arbitrariedad.  El tercero es un rico comerciante, una sorpresa para este tipo de consideraciones.  Representa a todos aquellos que no se quedan encerrados en su mundo sino que son capaces de ir mucho más allá de sus ocupaciones, atendiendo la nutrición y la curación, a través de legumbres secas, de los que en soledad son las columnas de vida humana.

El cuarto camino es el de Pafnucio, la disciplina llena de sabiduría, que está en los deportistas buenos como en tanta gente que vive con dedicación y entusiasmo sus tareas y elecciones.  Este está al mismo nivel de cualquier derrotero de perfección que se elija, todos acaban en la plenitud de la felicidad.  Y si la felicidad es plena, entonces no se termina jamás.


San Pafnucio no está en el calendario, pero se lo celebra el 11 de septiembre.  Es el patrono para hallar cosas perdidas.  Por otro lado, se lo invoca para que encuentre a los que siguen malos caminos.  También es el patrono del arrepentimiento.  Finalmente, por este relato, sabemos que es patrono del testimonio más sabio, que dice que son muchísimos los caminos los que llevan a la felicidad, todos al mismo nivel.


Sin título
Helmut Sturm
(alemán, 1931-2008)