domingo, 13 de mayo de 2018

TODO ES EFÍMERO

Palacio de Teodorico
Mosaico
Maestro de San Apolinar, Rávena
(ca. 520)

Unos guardias se presentaron ante el rey conduciendo a un hombre con aspecto de mendigo.

- "¿Por qué traen a este hombre?", preguntó el monarca.

- "Majestad, no sabemos si es un loco, o quiere ofenderlo, pero... ¡dice que desea dormir en esta posada!", contestó el jefe de la guardia.

- "¿Cómo llamas posada a mi fabuloso Palacio?", inquirió el rey al detenido.

- "¿De quién era este lugar antes?", preguntó a su vez el mendigo.

- "De mi padre."

- "¿Y antes?"

- "De mi abuelo."

- "¿Y antes aún?"

- "Del padre de mi abuelo."

- "¿Y dónde están todos ellos ahora?"

- "Murieron."

- "¿Y cómo a un lugar donde van y vienen gentes de paso no lo llaman posada?"


Las cosas por su nombre
El palacio de Soria Moria brilla
como el sol a lo lejos, lejos

Theodor Severin Kittelsen
(noruego, 1857-1914)



         Las  palabras sirven para nombrar a las cosas, para identificarlas, y también contienen aspectos que influyen en nuestras sensaciones. Un ejemplo lo tenemos con la palabra palacio, designa la residencia de los ricos y los poderosos. Su mención provoca en los oyentes diferentes sentimientos: temor, admiración, rechazo, enojo, que se aplican más a las personas que a los objetos designados. En este sentido, por ejemplo, se puede dar el caso de una persona de aspecto débil y enfermizo, pero como habita en un palacio prominente de la ciudad, causa temor porque la residencia implica que es poderoso.

         Estos distintos aspectos de las palabras muchas veces provienen del origen del término. El primer emperador romano, Octavio César Augusto (63 a.C-14 d.C) tuvo el reinado más prolongado en ese Imperio. Él hizo construir su vivienda en la Colina Palatina de la ciudad de Roma, porque allí estaba la tumba de Rómulo, el mítico fundador de esa urbe, junto a su hermano Remo. Su inmenso poder quedó simbolizado en esa vivienda, que fue ampliada y transformada con nuevos edificios por sus sucesores. La situación geográfica le dio el nombre al edificio, situado en Collis Palatium o Mons Palatinus como se denomina el lugar en latín. Así, durante el Imperio Romano la vivienda del emperador era el palacio, nombre que se aplicó poco tiempo después a la residencia de otros poderosos, como los Cónsules y funcionarios de alto rango residentes en otras ciudades, y de aquella costumbre llegó a nuestros días aplicado a los edificios donde viven o ejercen sus acciones los principales funcionarios de los Estados, o también donde residen los magnates, sean de la cultura que sean.
Leyenda de San Francisco:
El sueño del palacio

Giotto
(italiano, 1266-1337)

         Hay un dato más para comprender la dimensión del término palacio. La Colina Palatina es la más baja de las siete colinas de Roma, apenas tiene 50 metros de altura. Para darle su nombre, los antiguos la imaginaron semejante al paladar de la boca. Y en aquellos tiempos, para la bóveda de la cavidad bucal utilizaron un término originado en una raíz de la lengua etrusca falad, que significa cielo, lo celeste y lo elevado.

         De esta manera tenemos que el término en cuestión, junto a la consideración que las distintas culturas le han dado, conserva el sentido de poder, lugar fundacional y espacio sagrado. Cuando mencionamos el palacio de justicia, el episcopal o el legislativo, por nombrar unos pocos, entendemos el concepto y percibimos el poder, la sumisión y el temor que infunden.

         El mendigo del cuento representa a todas las almas humanas, de cualquier lugar, época y condición, que desde el nacimiento hasta la muerte andan errantes en este mundo, condición imposible de cambiar para nadie. En nuestras búsquedas necesitamos dormir, no solamente con el fin de recuperar fuerzas para el caminar diario, sino también para encontrar pistas en los sueños que nos lleven a nuestro destino. Del hacer repetidas pausas en la vida, es de donde proviene el término posada.

         El mendigo sabe lo que necesita y de qué se trata vivir. De la misma manera que los sabemos todos nosotros, aunque algunas veces lo tengamos que refrescar con un buen cuento.

Palacio forestal
Jóhannes S. Kjarval
(islandés, 1885 - 1972)