-¿Cómo
sabemos que la noche ha llegado a su fin y que el día amanece?
-Porque
podemos distinguir a una oveja de un perro -dijo un estudiante.
-No,
no es la respuesta -dijo el rabino.
-Porque
-dijo otro estudiante-, podemos distinguir una higuera de un olivo.
-No
-dijo el rabino-. No es la respuesta.
-Entonces
¿cómo lo sabemos?
-Cuando
miramos un rostro desconocido, un extraño, y vemos que es nuestro hermano, en
ese momento ha amanecido.
El
rostro de mi hermano
Un
día es aproximadamente lo que tarda la Tierra en girar sobre su propio eje. En
la antigüedad las distintas culturas tenían su propia forma de determinar el
comienzo de un día. En nuestro tiempo seguimos la costumbre romana de empezar a
medianoche. Los egipcios en la antigüedad contaban la jornada a partir de la
salida del sol. Los babilonios y los judíos, en cambio, calculaban el día de
tarde a tarde.
Amanecer
Aristarkh Lentulov
(ruso, 1882-1943)
|
Para
la tradición judía el hecho de que el día comienza al anochecer es una metáfora
de la vida misma porque nuestra vida humana empieza en la oscuridad del vientre
materno, después se enfrenta al resplandor de la luz y eventualmente finaliza
con la oscuridad de la tumba que precede a un nuevo amanecer en el mundo
venidero. En esta tradición resultaba muy importante determinar en qué momento
comenzaba la noche porque de esta manera se sabía que ya se estaba en una nueva
jornada y sus obligaciones, si coincidía con un día festivo. De la misma manera
era importante saber cuándo empezaba la etapa de luz, pues esta indicaba
simbólicamente el comienzo de la madurez y de la relación plena con Dios.
Para
determinar el cambio del día a la noche se usaban diferentes métodos. En
algunos lugares este momento estaba marcado por la autoridad del lugar, cuando
no distinguía un hilo negro de uno marrón. Otras formas están indicadas en el
cuento que se presenta hoy: no distinguir un perro de una oveja o una higuera
de un olivo. Para saber el momento en que comienza la noche alcanzaba con tener
los sentidos atentos.
La
pregunta del rabino en el cuento es sobre el momento del amanecer y no sobre el
comienzo de la jornada. El interrogante es sobre la madurez humana y no sobre los
días de la vida común, y con este giro nos abre a una consideración distinta de
lo que significa vivir en plenitud en este mundo.
Amanecer de la montaña
Maynard Dixon
(norteamericano, 1875-1946)
|
En
la respuesta del maestro está la clave del sentido de la existencia: reconocer
al hermano en el rostro desconocido. El término rostro, equivalente a cara,
viene del latín que hacía referencia al pico del ave, y también al morro de
varios animales. Cara, que viene del
griego donde significaba cabeza, en
latín derivó en la parte delantera de algo y también rostro humano.
Nadie
ha visto su propia cara, por lo cual solamente puede contemplarla como imagen
de un espejo. La cara es una revelación, incompleta y pasajera, de la persona. Nuestro
rostro es para los demás, y también es para Dios. Reconocer en la cara al
hermano es una de las formas más altas de amor al prójimo. Para esto tiene
rostro, para que lo reconozca como persona de la familia universal en la cual
somos todos hermanos al ser hijos de un mismo Padre. El rostro es el símbolo de
lo que hay de divino en el hombre, y su reconocimiento es el amanecer de la
auténtica humanidad.
La musa al amanecer Alphonse Osbert (francés, 1857-1939) |