domingo, 27 de enero de 2019

LA BUENA PLEGARIA


 
Hombre de fe
Georg Baselitz
(alemán, n. en 1938)
Un pobre hombre entró en una mezquita, se unió a la plegaria común, a la cual añadió una plegaria particular, personal, llamada dua. Le pedía a Dios alimentos, que hubiera en su desolada casa frutas, carne, legumbres, sémola y, sobre todo, que no olvidase concederle una botella de raki, licor que le gustaba mucho.

Un hombre que estaba delante de él oyó la plegaria, se volvió y le dijo:

- En lugar de pedirle raki a Dios, ¿no sería mejor que le pidieses que fortalezca tu fe para que te puedas salvar el día del juicio final?

- Pues no –contestó el pobre hombre-. Le he pedido a Dios lo que me falta en la vida. Y lo que me falta no es fe sino raki.


Pedir lo necesario
Árabes en oración
Charles Bargue
(francés, 1825-1883)

La plegaria es una de las formas que puede tomar la oración. Surge de la fe, que es constitutiva del hombre. En el centro de cada ser humano hay una apertura existencial a la trascendencia, es decir, una relación con lo absoluto qué va más allá de la conciencia. Todos tenemos fe por el hecho de ser humanos, creer no pertenece a ningún grupo de privilegiados ni  es un lujo, sino una dimensión del hombre.

La oración es algo recibido en toda vida humana, una capacidad que viene del lado más profundo y misterioso de la existencia. Una de sus expresiones, la plegaria, tiene que ver con lo precario, pobre, provisional, mostrando así un aspecto esencial de la vida terrenal. Solamente con la fuerza que viene de lo Absoluto somos capaces de reconocer nuestra verdadera situación, y de esta forma poder pedir lo que necesitamos realmente. La respuesta del rogante en el cuento es profunda y graciosa a la vez: fe siempre tenemos porque nos es dada con generosidad. Nos hacen falta otras cosas y entre ellas el raki.

El raki es una bebida espirituosa, muy famosa en Turquía, similar a lo que conocemos como licor de anís. Tiene una alta graduación alcohólica, lo que parece dar razón al reproche que el devoto del cuento le hace al peticionante. Esto refleja también los prejuicios sociales que hay contra los que toman bebidas alcohólicas. Sin embargo, en todas las tradiciones se valoran las virtudes que producen en el ser humano la ingesta de embriagantes, aun conociendo sus lados oscuros.
Naturaleza muerta con licor
Pablo Picasso
(español, 1881-1973)

El alcohol realiza la síntesis del agua y el fuego. Por un lado se enciende, se transforma en llama, es un agua que quema la lengua y que se inflama con la menor chispa. Por otro lado, sumerge en sí al bebedor y de esta forma da el olvido y la muerte. Es el símbolo de la energía vital, qué procede de la unión de los dos elementos de signo contrario, el agua y el fuego. También simboliza la inspiración creadora, pues excita las posibilidades espirituales y las crea verdaderamente. Ayuda a la expresión, a decir cosas muy guardadas en nuestro interior, en este sentido es considerado un factor del lenguaje. En la tradición islámica, de dónde proviene el cuento presentado, algunos dicen: Únicamente puede ser llamado hombre quien conoce el vino, tomando en cuenta que esta bebida alude a los efectos turbadores que tiene la experiencia de la divinidad, que por lo general nos conmueve y sacude el alma.

La plenitud del creyente, todo ser humano, no es nada más que vivir, lo cual no es poco. Vivir como sólo merece la pena hacerlo: despierto, alerta, de forma espontánea, aquí y ahora. Vivir desde la admiración y el amor por todo cuanto es. En el camino espiritual todo es deslumbramiento. Vivir libre y plenamente, sin ataduras, más allá de todo condicionamiento, la gran dimensión de la existencia humana. Por el hecho de existir tenemos fe, elevemos nuestras plegarias por lo que realmente necesitamos.

Naranja y amarillo
Mark Rothko
(Bielorruso, 1903-1970)