El último sonido Ibrahim el-Salahi (sudanés, n. en 1930) |
Un comerciante chino que vivía en armonía con su esposa, pero de quien a veces se apoderaban los celos, tuvo que emprender un largo viaje.
Antes
de partir, le dijo a su mujer:
-Cuando
esté lejos, ¿cómo sabré que piensas en mí?
-Muy
sencillo –le contestó la mujer- Cada vez que estornudes sabrás que pienso en
ti.
El
hombre se puso en camino. Llegado a las puertas de la ciudad, se encontró con
un bonzo, y el bonzo estornudó estrepitosamente.
“Mal
signo –se dijo el hombre, de repente muy inquieto-. ¡No he cruzado las murallas
y mi mujer ya piensa en ese bonzo!”
El estornudo Norman Rockwell (estadounidense, 18994-1978) |
Cuando
una persona estornuda mueve la cabeza hacia adelante, cierra los ojos y expulsa
el aire desde los pulmones a través de la nariz a una velocidad promedio de
entre 50 y 70 kilómetros por hora. Es un acto totalmente involuntario provocado
por la irritación de la mucosa nasal. Estornudar es una invariante humana, pasa
con todos los seres humanos sean de la cultura que sean. En esto los hombres
somos todos iguales.
El
origen de la palabra está tomado literalmente del sonido que causa el que
estornuda. El vocabulario muchas veces tiene origen en observaciones de los
fenómenos cotidianos, como sucede con palabras nacidas del sonido que provoca
la acción.
Indagando
en las culturas humanas vemos que el estornudo puede tener distintos
significados. Se lo llamaba pequeña
muerte pues se creía que al estornudar el alma se separaba del cuerpo. Otros
decían que era muy buena señal si se estornudaba por la tarde, malo si se hacía por la mañana y
peor sí se producía al salir de la cama.
En
el siglo sexto hubo una peste que sacudió especialmente a la ciudad de Roma,
donde los infectados morían estornudando. Se impuso la costumbre entonces entre
los cristianos de responder a un estornudo ajeno con la expresión de Dios te bendiga o salud con el fin de espantar la enfermedad. Siglos después el
médico árabe Avicena (980-1037) corroboraba esta explicación.
Celos Edvard Munch (noruego, 1863-1944) |
En
el cuento presentado, el estornudo del monje budista despierta los celos del
protagonista. Se sabe que el ser celoso tiene distintas causas aisladas o
combinadas. Las más importantes son la inseguridad personal, el miedo a una
pérdida y la falta de confianza en la pareja, sea en sí mismo o en ambos. También
está causado por distintas formas de egoísmo: resentir la atención concedida a
otros por nuestra pareja o la constante demanda de atención especial.
Los
celos se parecen a los estornudos, son involuntarios. Lo importante es
mantenerlos controlados, entendiendo que hay ciertas líneas que no debemos
cruzar, especialmente en cuanto a la violencia y a la angustia. También podemos
aprender de los celos algunos aspectos de nuestra naturaleza, y descubrir que
la inseguridad y el miedo se calman cuando miramos con sencillez nuestra vida
concreta, sostenida por las personas que nos quieren de verdad.
En
el cuento está la sutil señal del monje, quien representa un símbolo de
trascendencia que conforma nuestro ser. Y en esa búsqueda de trascendencia está
el remedio para los celos que pesan sobre nuestras almas.
Nueva Germinación XIV Thereza Miranda (brasileña, n. en 1928) |