Caracol tierra
Anna Letycia
(brasileña, 1929-2018)
Un caracol japonés subía lentamente por el tronco de un cerezo. Era febrero, o quizás marzo. El caracol se encontró con un insecto que le dijo:
-Pero
¿adónde vas? ¡No es temporada! ¡No hay cerezas en ese árbol!
-Las
habrá cuando llegue –contestó el caracol sin detenerse.
Distintas
percepciones
La
brevedad del cuento, su austeridad de palabras, nos abre misteriosamente a un
inmenso horizonte de pensamiento. El corto diálogo entre el insecto y el
caracol se desarrolla teniendo apenas una rama de cerezo como escenario y la
proximidad de la fiesta de la primavera.
Cerezo florecido en el templo
Okumura Togyu
(japonés, 1889-1990)
La
floración de los cerezos es uno de los espectáculos naturales más estimados del
Japón. La flor del cerezo es un símbolo de pureza, y por esta razón es el
emblema del ideal caballeresco; su té es bebido en las ceremonias de casamiento
como símbolo de felicidad. Es la imagen de la prosperidad y de la felicidad de
la existencia terrena, que son de hecho, aunque no se percibe inmediatamente,
prefiguraciones de la beatitud sin tiempo.
La
flor de cerezo, efímera y frágil, llevada por el viento, simboliza también una
muerte ideal, separada de los bienes de este mundo y de la precariedad de la
existencia. Los guerreros japoneses samuráis
representan su destino como romper la pulpa roja de la cereza para alcanzar su
duro carozo, es decir realizar el sacrificio de la sangre y la carne, para
llegar a la piedra angular de la persona humana.
El
corto diálogo nos pone ante la consideración del tiempo. El pensamiento de San
Agustín (354-430) muestra la dificultad:
¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie
me lo pregunta, lo sé, pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo
sé.
(Confesiones, XI, XIV, 17)
El tiempo es la clave
del modo en que percibimos las cosas. En nuestro viaje desde el nacimiento
hasta la muerte el tiempo es lo que marca cada uno de los hechos, pensamientos
y sucesos.
Insectos voladores
Qi Baishi
(chino, 1864-1957)
En
la sensibilidad de los pueblos de Oriente para con el tiempo hay una atenta
mirada de la naturaleza y de sus ciclos, sean estaciones, sean meses. Para esta
civilización lo verdaderamente importante es captar la calidad del momento y
estar atento a la oportunidad, al instante justo en el que el viento puede
soplar en nuestro favor. La temporalidad oriental, en armonía con el tiempo
cósmico es muy sensible a los detalles y aprecia el aspecto cualitativo del
tiempo.
Henry
Bergson (francés, 1859-1941), como varios maestros del pensamiento, enseña que
el tiempo está en nuestra alma. No es que nosotros tengamos que adaptarnos y
calzar en un tiempo preexistente, sino que la vida humana es esencialmente
libre. Y la libertad no consiste en elegir una de las posibilidades, sino en
crear la posibilidad misma, en inventar. Es vivir según la propia condición,
según el ritmo interior que cada uno posee, como el caracol.
Cerezo florecido en la oscuridad Hiroshi Senju (japonés, n. en 1958) |