martes, 30 de agosto de 2011

MIRAR EL FUEGO

Las tradiciones han sido invitadas a contemplar.  La mirada contemplativa es mirar sin pensar que se está viendo, es el puro mirar.  Arrastra todos los sentidos y nuestra interioridad.

“Cuando se mira sin ver, la tierra es tierra nomás”, dice Atahualpa Yupanqui.  Cuando se mira viendo, ¿qué se ve?  Lo que se ve es lo que se relata. Leyendas, cuentos, eso es lo que se ve.  No hay ninguna intervención, no hay razonamientos previos, no hay acuerdos entre los miembros del grupo. Allí la mirada se transforma en palabras, y nace un lenguaje con características propias.

El lenguaje de los mitos es generoso.  Transmite cuestiones útiles, cómo se hacen ciertas cosas o cómo lograrlas.  Y además de dar el sentido de lo que estamos buscando, nos cuenta con cuáles dificultades nos encontraremos, o quiénes nos ayudarán en nuestras realizaciones.

El lenguaje de los mitos es bello. Nos hace descubrir la armonía de la realidad. Con situaciones atractivas o tremendas, poniendo en juego nuestros sentimientos e imaginación, nos lleva a una situación de plenitud que no se puede describir, pero que reconocemos como belleza.

En los mitos toda persona se mueve a sus anchas.  Porque esos relatos dejan espacio para todas las potencias humanas.  La razón humana se siente a gusto en los mitos, la voluntad se ve fortalecida con un sentido, la imaginación ocupa un digno lugar, los sentidos son de verdadera utilidad, y permanecen atentos.  El lenguaje de los mitos es humano.

A continuación se presentan dos mitos, dos miradas del fuego.



La leyenda de la risa del hornero y el origen del fuego.

  Aunque el hornero era muy trabajador, le gustaba mucho reírse. Construía su casa, vivía allí un tiempo y luego la vendía.

Hornero
Los otros animales hacían fiestas y no invitaban al hornero porque creían que se iba a reír de ellos. Estos animales eran la tortuga, el quirquincho, el pichi, el suri o ñandú, la chuña, el conejo, el coy y la abuelita araña. Todos iban a comer a lo del Itoj Pajla, el Hombre de Fuego.

Un día el hornero los alcanzó. Pero la avispa le pidió que por favor no se fuera a reír porque el   Hombre de Fuego se enojaría. 

 El Itoj Pajla estaba sentado y cada uno de los animales le pasaba su olla. Él las ponía de a una sobre sus rodillas y de este modo el agua de la olla no tardaba en hervir.

 El hornero estaba alrededor del Hombre de Fuego junto con los otros animales. El suri abrió sus alas y tapó al hornero, temeroso de que riera, aunque el hornero le había asegurado que no lo haría.

Chuña
Había un gran silencio en el lugar. El hornero vio que el Hombre de Fuego tenía todo el cuerpo cubierto de fuego. Cuando vio los testículos con fuego, no pudo contener la risa.

-¿Quién se ríe de mí? -quiso saber el Itoj Pajla.

Nadie respondió. Temerosos de su ira, comenzaron a retroceder.

-Ahora se va a quemar todo el mundo.

Y comenzó a largar fuego mientras todos huían. El fuego se extendió por todas partes, persiguiendo a los animales. La tortuga alcanzó a meterse en el agua y el fuego le pasó por encima. Los demás corrían hacia el mar. El suri y la chuña fueron los primeros en llegar. Parecía que el fuego ya alcanzaba a los otros, pero también llegaron a tiempo y pasaron al otro lado del mar.

Tortuga
El hornero tenía la culpa de eso, pero hasta hoy sigue riéndose.

La tortuga se quedó en el agua, convirtiéndose en tortuga de agua.

Antes la gente no tenía fuego. Sólo Itoj Pajla lo tenía. Pero luego del incendio el fuego quedó en los árboles. Si el hornero no se hubiera reído no tendríamos fuego.

Fuente: El ciclo de Tokjuaj y otros mitos de los wichis (compilación, prólogo y notas de Buenaventura Terán), Biblioteca de Cultura Popular, Ediciones del Sol, 1998.



Quirquincho
Ñandú



Mito del origen del fuego.

En todas las comunidades, el uso del fuego es imprescindible, vital. Los guaraníes tienen una explicación mítica sobre la forma en que han logrado hacerse nuevamente del valioso elemento que le otorgara ÑANDERUGUASU y que, al parecer, lo habían perdido, sin que haya una explicación de cómo ni porqué.

Los Mellizos lo recuperaron de los YRYVU KUÉRA (cuervos), seres despreciables y egoístas, que se habían apoderado del indispensable factor y lo guardaban celosamente, custodiándolo en todo momento para que nadie pudiera utilizarlo. Las negras aves carroñeras se habían convertido en sus exclusivas dueñas.

ÑANDERYKE'Y, planeó un artilugio para rescatarlo de sus detentadoras, pues resultaba esencial para el desarrollo de la vida. El fuego tiene una aureola sagrada que atrae a todos los seres vivientes. Siendo capaz de destruir la existencia, a la vez, ofrece condiciones de vitalidad tan poderosas que la vida no podría desarrollarse sin él. En los fogones, las miradas se encandilan en las danzas de sus llamas que cobijan las imaginaciones de la mente. Su energía es la que cuece los alimentos. Su fuerza, provee tibieza para el hogar y purifica de todo mal. Su calor protege del crudo invierno y madura las ideas y los sentimientos.
Sin título.
Edith Jiménez (Paraguay, 1918-2004)

Esperando lograr que su plan sea exitoso, ÑANDERYKE'Y, se hizo acompañar de su hermano Menor a la zona donde moran las grandes aves de rapiña. Al avistarlas, ocultó a TYVYRA'I entre unos arbustos y, simulando estar muerto, se echó en el suelo, emitiendo nauseabundos olores. Los cuervos descubrieron enseguida la presencia del supuesto cadáver. Sus finos olfatos percibieron muy pronto el olor del alimento y sus penetrantes miradas ubicaron rápidamente la presa. Con prudencia, rondaron el lugar sobrevolando al bulto tumbado. Al notar que todo estaba tranquilo y comprobar la ausencia de otros seres, trajeron el fuego. Una vez dispuestos los encendidos carbones sobre el cuerpo tendido, se posaron en las ramas de unos árboles cercanos y esperaron que se cocinara la presa. Repentinamente, el mayor de los Gemelos, se incorporó y, sacudiéndose enérgicamente, arrojó una multitud de brasas a su alrededor. En ese momento, un KURURU (sapo), implicado en la artimaña, saltó desde su escondite sobre las ascuas desparramadas y tragó varias de ellas. Los engañados cuervos recogieron prestamente sus fuegos y emprendieron una veloz huida despavorida. Entonces, ÑANDERYKE'Y, ordenó al sapo que le entregara lo que había recogido pero éste se resistió y queriendo engañarlo, dijo no haber tomado ninguno. Ante la insistencia y la amenaza de castigo, optó por vomitar varios carbones encendidos. Cuentan que, desde aquel tiempo, el sapo quedó con la piel rugosa, como ampollada, debido a la lumbre que había tragado.

Dos Figuras.
Lilí del Mónico
 (Suiza, 1910- Paraguay, 2002)
Al recuperar el fuego, el héroe guaraní, lo depositó dentro del tronco de varios árboles cuyas ramas, hasta hoy, contienen la fuerza ígnea que se les entregó en custodia. ÑANDERYKE'Y, conservó ése secreto y conoce cómo obtener el fuego. Sabe cómo usarlo y controlarlo. Él, lo preservó al almacenarlos en esos gajos que, cuando están bien secos, frotados unos con otros, reproducen el valioso elemento. Ése conocimiento lo transmitió a la descendencia guaraní que aprendió cómo generarlo desde esas ramas. Es uno de los legados que ÑANDERYKE'Y, ha dejado para uso perenne. El tesoro de luz y calor había vuelto a manos de los moradores de las selvas, pero parece ser que la aculturación les hizo olvidar la forma de originarlo. Ahora, esa habilidad es reemplazada por el simple fósforo, que tiene que comprar.

Si el Origen del fuego constituye un Mito guaraní, también lo es el Fuego en sí mismo. La forma de generarlo es un ritual de raíz sagrada. Ambas creencias están dentro de lo sacro. Trascienden la mera enunciación de la ocurrencia. Superan el simple relato. Tienen influencia en la mentalidad y la conducta colectiva.

Fuente: MITOS Y LEYENDAS GUARANÍES, por Girala Yampey, Editorial Manuel Ortiz Guerrero, Patronato de Leprosos del Paraguay, Asunción - Paraguay, 2003.




Ñandutí.
Livio Abramo
(Brasil, 1903-Paraguay, 1992)