domingo, 16 de octubre de 2011

Los ilusos


  
La ilusión acecha a cada paso de nuestro esfuerzo por conocer:
 fragiliza la percepción,
se acopla a la imaginación,
se hace cómplice del sentimiento,
está presente en la sospecha de la duda
 y fortalece todos los dogmatismos.
Dr. Bernard Auriol


Una misma palabra tiene muchos sentidos.  Esto sucede en todas las lenguas.  Por ejemplo, la palabra “ilusión” tiene varios significados cuando la buscamos en el diccionario. Y según el texto que usemos, estará más inclinado a unos que a otros.

Una acepción de la palabra “ilusión” es esperanza puesta en una cosa positiva, como un sueño o proyecto.  En este orden de cosas, también se refiere a la alegría que produce una cosa que se desea mucho.  Por eso se insiste en conservar las ilusiones como el motor de la vida. Es un término usado con frecuencia en la publicidad.

La otra acepción de la palabra habla de la imagen mental engañosa provocada por la imaginación o por la interpretación errónea de lo que perciben los sentidos.  Es una falsa percepción de un objeto a causa de una errónea interpretación de los sentidos. Incluso se llama “ilusión” al error de información o de interpretación producido por la proyección exterior de una imagen mental.

El origen de la palabra nos aclara más su sentido.  Viene del verbo del latín “illudere”, “burlarse de, mofarse de”. Se forma con el verbo “ludere”, que significa jugar, y con el prefijo “in” que significa contra.

Ilusiones famosas.

Las más famosas de las ilusiones son las ópticas.  Se las ha investigado mucho estudiando el tema de la percepción visual.  La siguiente es del artista Octavio Ocampo (Mexicano, n. en 1943).



La sorpresa de esta obra está en su tema, en la combinación ilusoria de figuras y formas que nuestra vista nos permite descubrir.  Más que el valor artístico, se destaca el ingenio de la elaboración.

Otros caso de ilusión óptica tiene que ver con la geometría y la acción de los ojos.


Desplazando la vista por la figura vemos cómo cambian de color los puntos de las intersecciones.


Enseñanzas sobre la ilusión.

Los sentidos nos vinculan a la multiplicidad de las cosas.  Y como hemos visto recién, si prestamos atención podemos descubrir la variedad de formas de la realidad y su apariencia engañosa.  Naturalmente, la tendencia de nuestros sentidos es completar las cosas, encontrar las vinculaciones y festejar las coincidencias.  En este sentido podemos decir que somos confiados e inclinados a seguir, sin demasiados cuestionamientos, las percepciones que tenemos en mente a través de los sentidos.

Las tradiciones de la tierra han buscados modos para advertirnos sobre la “ilusión”. Una de las formas más didácticas es a través de los cuentos. Vamos a transcribir uno de ellos, que tiene por protagonista a Pedro Ordimán, también conocido como Urdimales.  Este apellido viene de su habilidad: urdir males, hacer engaños.  Es un personaje de cuentos folklóricos de toda América, y se ha llegado a rastrear su presencia ficticia en el siglo XII español, aunque su origen es anterior y de lejanas tierras.  En Argentina, como en otros países, se lo ha personificado como un animal, un zorro. 

La siguiente versión está tomada de Cuentos Folklóricos de la Argentina, recopilados y anotados por Susana Chertudi (Instituto Nacional de Antropología, Buenos Aires, 1964).  

LA OLLITA HERVIDORA.

Una vez Pedro se va por un camino y llevaba una olla en la que sabía hacer de comer.  Llegó cerca de un arroyo donde había mucha arena, se puso a echar carne a la olla, hizo fuego y se puso a hacer hervir la olla, cuando vio que venían unos arrieros en dirección a donde él estaba.

Pedro hizo un montón de arena, antes que lo vieran los arrieros.  Le puso unas brasas abajo y la tapó a la olla hasta más arriba de la mitad con arena y tiró al arroyo lo demás del fuego.  Y la olla siguió hirviendo sin fuego, al mirarla, en momentos que ya llegaban los arrieros.  Viene el capataz del arreo, y le dice:
            -¿Qué estás haciendo, Pedro?
            Pedro estaba golpeando al lado de la olla con una varilla, y le decía:
            -Herví, nomás, ollita hervidora,
            que no sos para mañana sino para ahora.
            Siguió Pedro con su verso y el capataz le dice:
            -¿Qué estás haciendo, Pedro? ¿Qué estás golpeando con la varilla?
            Le contestó Pedro:
-Estoy haciendo la comida.  Esto es cómodo para los arrieros, porque
hierve sin fuego, ¿no ven?
El capataz preguntó:
-¿Y por qué hierve sin fuego?
-Porque es una olla de virtud, no precisa fuego sino que la golpee con esta varita.
-Se la compro- dijo el capataz ahí nomás.
-No –contestó Pedro- mi olla vale muy mucho, no la va a comprar usted –le dijo como enanchándose.
-Pedí, Pedro, decí cuánto pedís por la olla –dijo el capataz.
Entonces le dice Pedro:
-Yo pido cinco mil pesos por la olla.
-No –le contestó el capataz- es muy mucho.
-Pero fíjese que donde quiera que se baje va a hacer hervir la olla, aunque sea en un montón de arena.
-Y ¿a cuánto me vas a dejar la olla? –le dice el capataz.
-Ya porque usted es un hombre que anda en el campo y es arriero, se la dejo en cuatro mil pesos.
Y mientras, la olla seguía hirviendo y Pedro siempre golpeando con la varilla.  Entonces el capataz se la compró y le pagó, pero le dijo Pedro que se la iba a entregar luego, que se fuera nomás a donde estaba la hacienda.  Luego vino y se la entregó. Pedro se fue y tomó un camino diferente.

Al siguiente día el arriero hizo una parada en el camino para probar la olla.  Hizo un montón de arena, le echó carne a la olla y puso a uno de los peones a golpearle con la varilla para que cocinara la comida.  Desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, golpeando el peón con la varilla, y cada vez estaba más fría el agua y la carne.  Ya vino el capataz y le dijo al peón:
            -Ya me jodió Pedro, pero el día que yo lo encuentre no va a joder más Pedro –
            dijo el capataz caliente.

Después de varios días Pedro va por un camino, yendo para la casa de él, y ve que vienen tres hombres y los conoció que eran los mismos a los que él les había hecho la trampa. Se arrimó cerca de un rodeo de vacas y novillos que había a la orilla del camino, porque Pedro ya sabía que lo buscaban para matarlo.
Ya cuando venían cerca se puso a mirar para el cielo.  Había un nublado ralo, de nubes cortadas.  Ya se acercó el capataz.
            -¡Ya te voy a enseñar como se estafa con las ollas! –le gritó el capataz-
¡sinvergüenza!
Y Pedro, nada, seguía mirando para arriba.
-No me diga nada, señor, retírense que hi revoliao un novillo de la cola y lo hi
hecho pasar de las nubes –le decía con grandeza-, ¡no sé dónde va a caer!
-¡Qué bárbaro! –dijo el capataz-, ¡Este es capaz de todo! ¡retirémonos, no vaya
a ser que caiga el novillo encima de nosotros! –les dijo a los peones, y se
 retiraron.
Pedro aprovechó para subir a su caballo y disparó.

Informante: Francisco Quiroga, La Cruz, Calamuchita (Córdoba)
Recolector: Juan Bialet Tizeira. Julio 1946.

           

Una mirada a los ilusos.

Pedro Ordimán es presentado como el engañador.  Hay otros cuentos en los que aparece más amable y benefactor de las personas.  Pero en este caso está representando a todos aquellos que están siempre dispuestos a engañar y, creando una ilusión, estafar a cualquiera que se le cruce.  La tradición nos advierte que en la vida nos vamos a encontrar con muchos avivados y creadores de ilusiones.  Pero nos dice que el problema no está allí.

El cuento nos invita a mirarnos en los arrieros y al capataz.  ¿Por qué le creen a Pedro que la ollita es mágica? Pedro ha tapado el fuego con arena, pero, ¿por qué no comprueban lo que está sucediendo?

El engañador, en su viveza, usa una varilla, con la que golpea la vasija mientras recita un conjuro. Aparece un instrumento de autoridad, en este caso utilizada con perversión para someter la voluntad de otros. De esta acción, que tampoco es cuestionada por el arriero, surge la escena con que cierra el cuento.

Al final, Pedro engaña a los arrieros con algo absurdo.  Basado en su falsa autoridad, les hace creer que puede caer un novillo del cielo, ¡donde él mismo lo ha tirado!  El engaño se vuelve humillante para la gente del oficio de arriar ganado. Este sentimiento de “tragarse un sapo” quizás lo hayamos experimentado en nuestras vidas.

La tradición tiene compasión de los hombres.  La tradición comparte la humanidad, y nos dice que es fácil ser engañado en la vida, caer en ilusiones. Nos advierte sobre la presencia de vivillos y aprovechados.

Y de una forma amable y risueña, nos invita a estar atentos a nuestro propio ser y descubrir cuáles son los mecanismos que hacen que caigamos en las ilusiones.  Con misericordia y buen humor insiste en que hay aspectos de nosotros mismos que nos llevan a aceptar el engaño.


Una ayuda del teatro

Grabado de
Pedro Calderón de la  Barca

Salvador Dalí (Español, 1904-1989)
En La Vida es Sueño, de Pedro Calderón de la Barca (Español, 1600-1681) hay un monólogo que se ha hecho famoso, dando título a la obra.  El personaje, Segismundo es el hijo de un rey, y está prisionero en una torre.  Para probarlo y manejarlo, le han hecho creer que en sueños ha estado a cargo del reino.  En esa situación, no ha hecho las cosas bien, y vuelve a prisión.

Al final del segundo acto, pronuncia el monólogo, del cual reproducimos la parte final.  El texto nos desafía a pasar a una dimensión más personal de la ilusión, a la vez que más abarcativa.  Aquí la ilusión ya no es el fruto de un engañador, sino algo que abarca tanto al ilusionista como a los ilusos.

Esta tragicomedia de Calderón de la Barca, como las enseñanzas de la tradición, nos lleva a mirar la vida con serenidad, y buscar la firmeza en nuestro interior.  En ese centro, no nos vamos a ilusionar, sino que encontraremos la inmensidad que somos.

Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Segismundo encadenado
Salvador Dalí (Español, 1904-1989)