lunes, 24 de octubre de 2011

Circunstancias de la edad


Dijo Jesús: “No se inquieten
por el día de mañana;
el mañana se inquietará por sí mismo.
A cada día le basta su aflicción”.
Evangelio según San Mateo, capitulo 6, versículo 34.


Cada vida humana es incomparable.  Tiene una cantidad tal de pensamientos, acciones, búsquedas, hallazgos y pérdidas, que hacen imposible trazar una síntesis que pueda abarcar muchas personas. 

Las tres edades del hombre.
Giorgio Barbarelli da Castelfranco, Giorgione
(italiano, 1477-1510)
La tradición respeta esta riqueza, y no deja de proponer caminos para comprender más este tesoro de vida.  Entre las propuestas que ha hecho sobre la vida humana están las clasificaciones según las circunstancias de la edad.  Las vidas son todas distintas, pero las etapas que recorren las personas presentan circunstancias parecidas, con sus ventajas y sus desafíos generales.

La experiencia cotidiana nos habla de cuatro etapas: infancia, juventud, madurez, ancianidad.  A veces se han relacionado estos períodos con las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno.  También se han marcado vinculaciones con los humores corporales: sangre, bilis amarilla, bilis negra, flema.  Estos humores fueron clasificados por Hipócrates (griego, 460 a.C.-370 a.C.) y posteriormente utilizados por Galeno (griego, 130 d.C-200 d.C.) en sus propuestas médicas.

En la tradición también se proponen sistematizaciones más complejas, como las que relacionan las edades de la vida con los planetas del sistema solar, hasta las modernas clasificaciones de la evolución psicosocial del ser humano, propuesta por Erik Ericsson (estadounidense de origen alemán, 1902-1994).


Hace mucho tiempo.

La Biblia ha marcado la historia de Occidente hasta nuestros días.  Estas Sagradas Escrituras fueron atesoradas por el pueblo de Israel, quienes las estudiaron con detenimiento y generaron unos de los sistemas más antiguos de enseñanza popular sistemática.

El Talmud es un texto de la tradición judía que contiene comentarios a los textos bíblicos, especialmente a la Ley (Torá), unidos a los comentarios jurídicos de los primeros siglos del judaísmo (Mishná).

Sorprende la cantidad de temas que son abordados y la sabiduría con que los expone.  Junto a un sentido delicado de humanidad presenta, cuando la circunstancia lo permite, un fino humor.

Se pueden citar muchos textos.  En el siguiente se toma la vida del rey Salomón, a quién se atribuye una gran sabiduría y el haber escrito varios libros de la Biblia.

Tres obras – Tres edades.

Dijo Rabí Ionatán:
Salomón escribió primero el Cantar de los Cantares, luego Proverbios y al final Eclesiastés.
(El Cantar es libro de amor y dulzura, corazón, sentimiento, pasión.
Proverbios es un libro de meditada y fría sabiduría.
Eclesiastés es un libro triste, desesperado, pesimista.
Se plantea la pregunta: ¿cómo tres libros tan disímiles, incluso contradictorios entre sí, pudieron salir de una misma pluma?).
Cuando el hombre es joven – canta al amor.
Cuando es maduro – extrae axiomas de sabiduría.
Cuando es viejo – piensa que nada tiene sentido.
(Tres libros que corresponden a tres edades de Salomón).

Otro texto nos presenta una visión más completa, siguiendo las costumbres judías en los primeros años de infancia y juventud. 

Las edades del hombre.

A los cinco años hay que comenzar a estudiar la Biblia.
A los diez años – la Mishná.
A los trece es el bar mitzvá (el joven se vuelve responsable por el cumplimiento de los preceptos).
A los quince – estudiar el Talmud.
A los dieciocho hay que casarse.
A los veinte – se tiende a gozar de los placeres del mundo.
A los treinta, es la plenitud.
A los cuarenta, madurez del entendimiento.
A los cincuenta, la reflexión.
A los sesenta, comienza la vejez.
A los setenta, cabellos grises.
A los ochenta, la fuerza (del dominio de sí mismo).
A los noventa, se encorva.

En una primera mirada, los temas religiosos marcan la infancia y la juventud, mientras que el resto de la vida es aplicable a cualquier cultura.


A nuestro gusto.

William Shakespeare (inglés, 1564-1616) escribió, entre muchas obras, una comedia titulada As you like it (normalmente traducida Como gustéis), cuando estaba en el medio de su producción literaria.  Se presenta una sencilla historia pastoril, con todas las características del género.

Un personaje melancólico, secretario de un duque poderoso de la obra, expone en un soliloquio, lo que el autor consideraba las edades de la vida (Acto II, escena VII).  Algunos ven en Jaques, al mismo Shakespeare hablándonos desde el escenario.

El mundo es un gran teatro,
y los hombres y mujeres son actores.
Jacques, de "As you like it".
Robert Smirke (inglés, 1752-1845)
Todos hacen sus entradas y sus mutis
y diversos papeles en su vida.
Los actos, siete edades. Primero, la criatura,
hipando y vomitando en brazos de su ama.
Después, el chiquillo quejumbroso que, a desgano,
con cartera y radiante cara matinal,
cual caracol se arrastra hacia la escuela.
Después, el amante, suspirando como un horno
y componiendo baladas dolientes
a la ceja de su amada. Y el soldado,
con bigotes de felino y pasmosos juramentos,
celoso de su honra, vehemente y peleón,
buscando la burbuja de la fama
hasta en la boca del cañón. Y el juez,
que, con su oronda panza llena de capones,
ojos graves y barba recortada,
sabios aforismos y citas consabidas,
hace su papel. La sexta edad nos trae
al viejo enflaquecido en zapatillas,
lentes en las napias y bolsa al costado;
con calzas juveniles bien guardadas, anchísimas
para tan huesudas zancas; y su gran voz
varonil, que vuelve a sonar aniñada,
le pita y silba al hablar. La escena final
de tan singular y variada historia
es la segunda niñez y el olvido total,
sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada.

La obra completa presenta la vida tal como los espectadores desearían, de allí el título que muestra la intención de Shakespeare. Si bien presenta el final de la vida de un modo triste, tal como muchas tradiciones lo manifiestan, hay en toda la comedia una mirada llena de humor y de confianza en el hombre sencillo, en su capacidad de amor, y su alianza con la naturaleza.


Una sátira.
 
Algunos consideran a Francisco de Quevedo (español, 1580-1645) como el maestro de la sátira, dentro de una filosofía pesimista. Su obra literaria es numerosa, y se destaca por el dominio del idioma. 

Junto a una obra poética, también hay obra narrativa y dramática, como varios escritos políticos.  Su mirada sobre la vida del hombre responde a su modo de pensar.  El siguiente soneto muestra su mordacidad y burla.


PRONUNCIA CON SUS NOMBRES LOS TRASTOS
Y MISERIAS DE LA VIDA

La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu, con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco,
y luego llega el trompo y la matraca.

En creciendo, la amiga y la sonsaca:
con ella embiste el apetito loco;
en subiendo a mancebo, todo es poco,
y después la intención peca en bellaca.

Llega a ser hombre, y todo lo trabuca;
soltero sigue toda perendeca;
casado se convierte en mala cuca.

Viejo encanece, arrúgase y se seca;
llega la muerte, y todo lo bazuca,
y lo que deja paga, y lo que peca.

Hay palabras en el poema que eran muy vulgares en la época de Quevedo pero, bien utilizadas como en este caso, nos llevan a una reflexión sobre el ser humano y su destino, sin perder la jocosidad.  La sátira, como género, tiene la virtud de burlarse de algunas cosas menos importantes, para que cada uno busque lo más valioso de la propia vida.  Es una forma de dar libertad, de no imponer.


Naturaleza y presente.

Los ciclos de la vida humana nos muestran que estamos vinculados a la naturaleza, y que compartimos el destino de todas las cosas.  Vemos reflejadas nuestras circunstancias en nuestro entorno y en lo que sabemos del universo. 

Hay corrientes de pensamiento más optimistas que otras, pero ninguna de ellas deja de resaltar la interrelación del hombre con el mundo.  El ciclo de la vida humana es nuestra medida personal del ciclo de todas las cosas.

La impresión es que todo se mueve, nada está quieto en el mismo lugar.  Los días se suceden sin que vuelvan a repetirse jamás.  Cada fecha es única.  Este continuo cambio nos lleva a buscar cuál es el punto fijo desde el cual nos damos cuenta que todo está en movimiento. Necesitamos una referencia que, casi sin pensarlo, nos muestre la situación.

Lo que está fijo es lo que somos, nuestro presente.  Lo que es ahora, lo que vivimos en este momento, es como la puerta de entrada al continuo presente.  Es prestar atención al adverbio “ahora”, a lo que soy y a lo que es el universo en ese preciso instante, a lo que es el entramado de lo existente ya.

Un filósofo Arthur Schopenhauer (alemán, 1788-1860), en su libro de sentencias y escritos sueltos, llamado Parerga y Paralipómena, dice:

“En todo el transcurso de nuestra vida, no poseemos sino el presente y nada más.  La única diferencia está en que, al principio, vemos un largo porvenir ante nosotros y, hacia el fin, un largo pasado detrás; en segundo lugar, en que nuestro temperamento, pero jamás nuestro carácter, recorre una serie de modificaciones conocidas, que dan cada una un tinte diferente al presente”.

En el presente está todo lo que somos en vinculación con todo lo que es, desde lo más sutil hasta lo más concreto.  Lo que no podemos hacer es guardarlo como una posesión, porque pasa. 

La sabiduría de la tradición nos dice que vivamos el presente, que lo disfrutemos.  En esa entrega al tiempo presente podemos deshacer el nudo del devenir humano.  Alguien gracioso decía: “No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas, ya son ganancia. Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida”.  O como enseñaba Jesús: “Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón”.

Las tres edades de la mujer.
Gustav Klimt (austríaco, 1862-1918)