¿Qué puede llenar el corazón humano? ¿Qué es aquello que nos
colma, de tal manera que no haya espacio en nuestro interior para nada más?
Un testimonio.
Moliendo Grano
Miniatura de Diccionario Persa (s. X-XVI dC)
|
Basora, en el actual Irak, era apenas un pueblerío cuando a
un matrimonio muy pobre les nace la cuarta hija. Por eso la llaman “La Cuarta”, en árabe Rabi`a. Habían pasado unos 80 años desde el
fallecimiento del Profeta Muhammad (Mahoma).
Al poco tiempo la niña queda huérfana y su historia se diluye hasta que,
muchos años después, se hace conocida en las afueras de la ciudad, por su
sabiduría y don de consejo. Se dijo que había sido encontrada de niña vagando
por las calles, que había sido vendida como esclava y que el amo la había
liberado por la actitud creyente. Ya una mujer grande, vivió muy
sencillamente. Varones y mujeres
piadosos se instalaron en las cercanías de su choza despojada. Así se formó una de las primeras comunidades
de místicos del Islam, conocidos con el nombre de “sufíes”.
Rabi`a al-'Adawiyya, tal su nombre completo, murió con más
de ochenta años de edad en el 801 d.C. Sus discípulos transmitieron algunas de
sus enseñanzas, y dieron testimonio de lo que llenaba el corazón de Rabi`a. Era
el amor, que es lo único que da plenitud a toda vida humana. Así lo enunciaba esta mujer admirable.
Conozco el amor desde
que conocí la brisa.
He cerrado mi corazón
excepto a ti.
He confiado en ti que
puedes ver
lo que se oculta en
los corazones.
Te amo con dos amores,
un amor hecho de deseo
y el otro digno de Ti.
El amor hecho de deseo
me hace recordarte,
despojándome de todo
lo que no eres tú.
El amor digno de Ti
aparta de mis ojos
los velos para verte.
El amor es el centro, y luego se manifiesta de infinidad de
modos, como incontables variaciones de una misma sinfonía. Rabi`a se ha entregado totalmente a su Amado,
al Dios de su corazón. Ya no busca a
nadie, está llena, es dichosa.
Dios mío, Cuantos
bienes me hayas reservado
en este mundo, dáselos
a tus enemigos,
y cuanto me hayas
reservado en el otro,
dáselo a tus amigos,
porque a mí, Tú me
bastas.
Enseñanzas de Rabi`a.
El consejo de esta Maestra es el amor sin condiciones. Para cada uno tendrá la forma propia, pero la
recomendación se aplica a todos los casos.
Permanece en la puerta
si anhelas la Belleza,
Abandona el sueño si
quieres entrar.
Habrá que permanecer en la puerta, sin tratar de forzarla, a
la espera, atentos a las señales que se nos den. Y abandonar el sueño, las
ideas preconcebidas, los prejuicios, la tentación de apropiarnos de lo que no
nos pertenece reduciéndolo a nuestros esquemas y perdiendo, así, cualquier
posibilidad de comprenderlo.
Folio del Corán Azul.
Entre siglos IX-X d.C.
Probable del Norte de Afica
|
Para muchos, esta clase de amor puede parecer una locura o
una sinrazón. Lo cierto es que todo amor
parece pérdida de sentido. Para esto,
Rabi`a decía: “Pensamiento y amor no están separados, el corazón es sede de la
iluminación, y ésta se expresa como sabiduría”.
Por eso, el que ama mucho sabe mucho.
La recomendación de las distintas vertientes de la tradición
es la misma: “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Amado”.
Recuerda que, una flor
alberga el Universo:
Y que todo confluye
hacia el punto del presente.
Recuerda que el mundo
entero es un espejo,
y que en cada átomo se
esconden miles de soles radiantes ….
Que del corazón de
cada gota de agua, emergen miles de Océanos cristalinos.
Recuerda:
Que de cada mota de
arena pueden nacer nuevas formas.
Recuerda ….
Eres solo un punto que
en su girar continuo haces un círculo.
En este círculo está
el Universo.
Es una invitación a no poner barreras al amor, a vivir sin
condiciones desde nuestro corazón.
Muchos siglos después se recordaba que fue esta poetisa
Rabi`a quien, tomando agua en una mano y fuego en la otra, dijo: “Quiero poner fuego al paraíso e inundar el
infierno con agua, para qué así estos dos velos se quiten de los que se acercan
a Dios con resolución y puedan mirar al Señor sin necesidad de salvación y sin
necesidad de miedo”.
Hacer justicia al
amor.
En el Antiguo Testamento se cuenta una historia que hizo
famoso al rey Salomón, porque supo distinguir y valorar una de las formas del
amor: el de una madre por su hijo.
Rey Salomón.
Joan Rexach.
(Español, 1431-1482)
|
Se lee en el Primer Libro de los Reyes, capítulo 3, del
versículo 16 hasta el 28:
Una vez, dos prostitutas fueron a
presentarse ante el rey Salomón.
Una
de las mujeres le dijo: "¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en
la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.
Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos.
Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.
Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.
A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido".
La otra mujer protestó: "¡No! ¡El que vive es mi hijo!". Y así discutían en presencia del rey.
El rey dijo: "Esta mujer afirma: "Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo". Esta otra dice: "No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío".
Y en seguida añadió: "Tráiganme una espada". Le presentaron la espada, y el rey ordenó: "Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra".
Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: "¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!". La otra, en cambio, decía: "¡No será ni para mi ni para ti! ¡Que lo dividan!".
Pero el rey tomó la palabra y dijo: "Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!".
Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos.
Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.
Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.
A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido".
La otra mujer protestó: "¡No! ¡El que vive es mi hijo!". Y así discutían en presencia del rey.
El rey dijo: "Esta mujer afirma: "Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo". Esta otra dice: "No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío".
Y en seguida añadió: "Tráiganme una espada". Le presentaron la espada, y el rey ordenó: "Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra".
Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: "¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!". La otra, en cambio, decía: "¡No será ni para mi ni para ti! ¡Que lo dividan!".
Pero el rey tomó la palabra y dijo: "Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!".
El amor no tiene una pizca de egoísmo, y esto lo aprendió el
rey de su propia experiencia. Si Salomón
no hubiese amado verdaderamente hubiera sido incapaz de lucidez en una
circunstancia tan extrema. No había tiempo, ya tenía la espada en la mano y la
sentencia se cumpliría inmediatamente.
Pero él confió en el amor y tuvo razón.
En todos lados.
El amor no es especialidad de nadie en particular. Por el contrario, es lo que tenemos en común
todos los seres humanos. En la medida
que amamos, nuestro corazón permanece colmado, y basta una sola experiencia,
aunque sea breve, para que nunca más se vacíe nuestro interior.
No hablamos de una clase de amor en particular, sino de todos
ellos. Las expresiones que se hayan
hecho sobre ellos son intercambiables y aplicables indistintamente a cualquiera
de ellos. El amor es una fuerza que da
cohesión a todo el universo.
Si pretendemos determinar el modo de su manifestación, o si
nos atrevemos a cerrarle nuestro corazón, no habrá más que dolor y
desolación. En cambio, si nos entregamos
y dejamos que nos lleve a donde no sabemos, quizás alcanzaremos de una vez para
siempre la plenitud que buscamos.
Mi Pequeño Amor (canción)
Letra y música: Ramón Ayala (Argentino, 1928)
Mi pequeño amor
Todo vive en ti
Y la tierra es en tu
cuerpo
Fruta madura...
Me viene de ti
Con tu aliento todo el
misterio
Que enciende la vida
Y vuelve mi sangre
Ternura y pasión.
Mi pequeño amor
Es un río azul
Es como una flor
Que abre su corola en
mis manos.
Todo vive en ti
El junco y la estrella
que muere
Y en tus ojos negros
La noche siembra su
eternidad.
Y el Paraná te dio su
luz
El Litoral su
ensoñación
Y en la magnolia de tu
piel
Una isla de sol.
Yo siento latir
Adentro de mi ser
Como aquellas cosas
Que siempre vuelven a
florecer.
Mi pequeño amor
Todo vive en ti.
La plenitud corresponde a todo ser humano, porque todos
estamos formados por ella y destinados a ella.
Es estar lleno, estar colmado, como un recipiente que ya no
tiene espacio para nada más, que está hasta el borde. También se usa la palabra para indicar el
momento culminante, el apogeo de algo.
En nuestro caso, es la vida colmada.
No podemos renunciar a la plenitud, porque no podemos dejar
de ser lo que somos.
La plenitud está al alcance de todos en la vida, conforma
nuestra dignidad. Es tan inmensa que nos
basta un instante para llenar de sentido todo lo que hacemos y vivimos. Es la que sostiene nuestra libertad y nos
hace vivir en alegría, aún en las situaciones más difíciles y dolorosas.
Detalle de mosaico de azulejos
Casa de Pilatos, Sevilla, Andalucía, España |