lunes, 3 de octubre de 2011

Plenitud


¿Qué puede llenar el corazón humano? ¿Qué es aquello que nos colma, de tal manera que no haya espacio en nuestro interior para nada más?


Un testimonio.

Moliendo Grano
Miniatura de Diccionario Persa (s. X-XVI dC)
Basora, en el actual Irak, era apenas un pueblerío cuando a un matrimonio muy pobre les nace la cuarta hija.  Por eso la llaman “La Cuarta”, en árabe Rabi`a.  Habían pasado unos 80 años desde el fallecimiento del Profeta Muhammad (Mahoma).  Al poco tiempo la niña queda huérfana y su historia se diluye hasta que, muchos años después, se hace conocida en las afueras de la ciudad, por su sabiduría y don de consejo. Se dijo que había sido encontrada de niña vagando por las calles, que había sido vendida como esclava y que el amo la había liberado por la actitud creyente. Ya una mujer grande, vivió muy sencillamente.  Varones y mujeres piadosos se instalaron en las cercanías de su choza despojada.  Así se formó una de las primeras comunidades de místicos del Islam, conocidos con el nombre de “sufíes”.
 
Rabi`a al-'Adawiyya, tal su nombre completo, murió con más de ochenta años de edad en el 801 d.C. Sus discípulos transmitieron algunas de sus enseñanzas, y dieron testimonio de lo que llenaba el corazón de Rabi`a. Era el amor, que es lo único que da plenitud a toda vida humana.  Así lo enunciaba esta mujer admirable.

Conozco el amor desde que conocí la brisa.
He cerrado mi corazón excepto a ti.
He confiado en ti que puedes ver
lo que se oculta en los corazones.
Te amo con dos amores,
un amor hecho de deseo
y el otro digno de Ti.
El amor hecho de deseo me hace recordarte,
despojándome de todo lo que no eres tú.
El amor digno de Ti
aparta de mis ojos
los velos para verte.

El amor es el centro, y luego se manifiesta de infinidad de modos, como incontables variaciones de una misma sinfonía.  Rabi`a se ha entregado totalmente a su Amado, al Dios de su corazón.  Ya no busca a nadie, está llena, es dichosa. 

Dios mío, Cuantos bienes me hayas reservado
en este mundo, dáselos a tus enemigos,
y cuanto me hayas reservado en el otro,
dáselo a tus amigos,
porque a mí, Tú me bastas.


Enseñanzas de Rabi`a.

El consejo de esta Maestra es el amor sin condiciones.  Para cada uno tendrá la forma propia, pero la recomendación se aplica a todos los casos.

Permanece en la puerta si anhelas la Belleza,
Abandona el sueño si quieres entrar.

Habrá que permanecer en la puerta, sin tratar de forzarla, a la espera, atentos a las señales que se nos den. Y abandonar el sueño, las ideas preconcebidas, los prejuicios, la tentación de apropiarnos de lo que no nos pertenece reduciéndolo a nuestros esquemas y perdiendo, así, cualquier posibilidad de comprenderlo.

Folio del Corán Azul. 
Entre siglos IX-X d.C.
Probable del Norte de Afica
Para muchos, esta clase de amor puede parecer una locura o una sinrazón.  Lo cierto es que todo amor parece pérdida de sentido.  Para esto, Rabi`a decía: “Pensamiento y amor no están separados, el corazón es sede de la iluminación, y ésta se expresa como sabiduría”.  Por eso, el que ama mucho sabe mucho.

La recomendación de las distintas vertientes de la tradición es la misma: “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Amado”.

Recuerda que, una flor alberga el Universo:
Y que todo confluye hacia el punto del presente.
Recuerda que el mundo entero es un espejo,
y que en cada átomo se esconden miles de soles radiantes ….
Que del corazón de cada gota de agua, emergen miles de Océanos cristalinos.
Recuerda:
Que de cada mota de arena pueden nacer nuevas formas.
Recuerda ….
Eres solo un punto que en su girar continuo haces un círculo.
En este círculo está el Universo.

Es una invitación a no poner barreras al amor, a vivir sin condiciones desde nuestro corazón.

Muchos siglos después se recordaba que fue esta poetisa Rabi`a quien, tomando agua en una mano y fuego en la otra, dijo: “Quiero poner fuego al paraíso e inundar el infierno con agua, para qué así estos dos velos se quiten de los que se acercan a Dios con resolución y puedan mirar al Señor sin necesidad de salvación y sin necesidad de miedo”.


Hacer justicia al amor.

En el Antiguo Testamento se cuenta una historia que hizo famoso al rey Salomón, porque supo distinguir y valorar una de las formas del amor: el de una madre por su hijo.
Rey Salomón. 
Joan Rexach. 
(Español, 1431-1482)


Se lee en el Primer Libro de los Reyes, capítulo 3, del versículo 16 hasta el 28:

Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey Salomón.
 Una de las mujeres le dijo: "¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.
Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos.
Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.
Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.
A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido".
La otra mujer protestó: "¡No! ¡El que vive es mi hijo!". Y así discutían en presencia del rey.
El rey dijo: "Esta mujer afirma: "Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo". Esta otra dice: "No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío".
Y en seguida añadió: "Tráiganme una espada". Le presentaron la espada, y el rey ordenó: "Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra".
Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: "¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!". La otra, en cambio, decía: "¡No será ni para mi ni para ti! ¡Que lo dividan!".
Pero el rey tomó la palabra y dijo: "Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!".

El amor no tiene una pizca de egoísmo, y esto lo aprendió el rey de su propia experiencia.  Si Salomón no hubiese amado verdaderamente hubiera sido incapaz de lucidez en una circunstancia tan extrema. No había tiempo, ya tenía la espada en la mano y la sentencia se cumpliría inmediatamente.  Pero él confió en el amor y tuvo razón.


En todos lados.

El amor no es especialidad de nadie en particular.  Por el contrario, es lo que tenemos en común todos los seres humanos.  En la medida que amamos, nuestro corazón permanece colmado, y basta una sola experiencia, aunque sea breve, para que nunca más se vacíe nuestro interior.

No hablamos de una clase de amor en particular, sino de todos ellos.  Las expresiones que se hayan hecho sobre ellos son intercambiables y aplicables indistintamente a cualquiera de ellos.  El amor es una fuerza que da cohesión a todo el universo. 

Si pretendemos determinar el modo de su manifestación, o si nos atrevemos a cerrarle nuestro corazón, no habrá más que dolor y desolación.  En cambio, si nos entregamos y dejamos que nos lleve a donde no sabemos, quizás alcanzaremos de una vez para siempre la plenitud que buscamos.

Mi  Pequeño Amor (canción)
Letra y música: Ramón Ayala (Argentino, 1928)

Mi pequeño amor
Todo vive en ti
Y la tierra es en tu cuerpo
Fruta madura...
Me viene de ti
Con tu aliento todo el misterio
Que enciende la vida
Y vuelve mi sangre
Ternura y pasión.

Mi pequeño amor
Es un río azul
Es como una flor
Que abre su corola en mis manos.
Todo vive en ti
El junco y la estrella que muere
Y en tus ojos negros
La noche siembra su eternidad.

Y el Paraná te dio su luz
El Litoral su ensoñación
Y en la magnolia de tu piel
Una isla de sol.
Yo siento latir
Adentro de mi ser
Como aquellas cosas
Que siempre vuelven a florecer.

Mi pequeño amor
Todo vive en ti.

La plenitud corresponde a todo ser humano, porque todos estamos formados por ella y destinados a ella. 

Es estar lleno, estar colmado, como un recipiente que ya no tiene espacio para nada más, que está hasta el borde.  También se usa la palabra para indicar el momento culminante, el apogeo de algo.  En nuestro caso, es la vida colmada.

No podemos renunciar a la plenitud, porque no podemos dejar de ser lo que somos.

La plenitud está al alcance de todos en la vida, conforma nuestra dignidad.  Es tan inmensa que nos basta un instante para llenar de sentido todo lo que hacemos y vivimos.  Es la que sostiene nuestra libertad y nos hace vivir en alegría, aún en las situaciones más difíciles y dolorosas.


Detalle de mosaico de azulejos
Casa de Pilatos, Sevilla, Andalucía, España