viernes, 9 de diciembre de 2011

La piedra llamativa

El poeta Carlos Drummond de Andrade (brasileño, 1902-1987), siendo muy joven, publicó un poema en una revista de su país, que provocó burlas y adhesiones, una controversia que duró mucho tiempo y que se convirtió en una acción fundacional de la literatura de ese país.  Este es uno de los más importantes escritores de Brasil.

Carlos Drummond de Andrade
Drummond de Andrade se había recibido de farmacéutico, pero se dedicó al periodismo y ocupó cargos públicos gran parte de su vida. Autor de una amplia obra literaria que abarcó también el cuento, la crónica y la novela, publicó en 1930 su primer trabajo poético bajo el nombre de "Alguma poesia", seguido entre otros de  "Sentimento do Mundo" en 1940, "Dopo A rosa do povo"  en 1945, y "Viola de Bolso" en 1955. Posteriormente exploró el verso experimental y la sátira con "Boitempo" en 1968, y su propia biografía en 1985.

Su poesía es muy cercana al lenguaje de la gente, que fue una de sus preocupaciones mayores.  Tenía un gran conocimiento de su lengua, lo que le daba la posibilidad de usar imágenes muy profundas y que todos entendían.

En el año 1928 publica "No meio do camino".  El texto es muy simple, en el cual se pone de manifiesto una capacidad que tenemos todos los seres humanos: la atención.  Se transcribe la versión final del autor, años después de la primera publicación.


En mitad del camino había una piedra...

En mitad del camino había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
había una piedra
en la mitad del camino había una piedra.

Nunca olvidaré la ocasión
nunca tanto tiempo como mis ojos cansados permanezcan abiertos.

Nunca olvidaré que en la mitad del camino
había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
en la mitad del camino había una piedra.

(Versión de Rafael Díaz Borbón)


                Fue calificado como: bufonada, poema chistoso, poema futurista, marca indeleble de una fase de locura de la poesía brasileña, el poema más característico de nuestra época prosaica y tan agitada, mensaje tan simple e impresionante, poema formidable y estupendo, el poema que todos nosotros quisiéramos haber escrito, la mejor cosa del mundo, etc.

            El autor, tiempo después, dijo que intentó dar la sensación de monotonía y chatura, empezando por las palabras.  Junto a esta intención explícita, se encuentra la de llamar la atención sobre una cosa simple en un lugar cotidiano: una piedra en medio del camino.  Es la provocación a prestar atención, a no perderse en razonamientos ni ensoñaciones.  


Estados mentales de la vida diaria.

            Para la actividad cotidiana usamos la concentración, una herramienta que se enseña en el hogar y es el principal objeto de la educación. Combina análisis, introspección, deducción, inducción y demás componentes del pensamiento. Es una herencia cultural importante y sin ella, lo que denominamos “convivencia civilizada” sería imposible.

Niños con trompos
Cándido Portinari
(brasileño, 1903-1962)
            Esta herramienta es la que usamos en el trabajo, y es la que provoca la mayor tensión, capaz de llevarnos al extremo del estrés.  Por eso, cuando dejamos nuestra labor diaria, sentimos un gran cansancio y buscamos el estado mental alternativo: la distensión.

            Para esta nueva situación mental usamos recursos que están afuera de nosotros.  Sea en medios de comunicación, en la práctica de algún deporte, o en actividades placenteras, tratamos de salir del campo de atracción de la concentración. No es fácil hacerlo, pues la concentración se cuela en conversaciones o en pensamientos, y nos da la sensación de estar atrapados en nuestra actividad principal.

            Concentración y distensión son dos aspectos que nos vienen del exterior, sea como educación o como entretenimiento.  Pero hay un recurso que está en nuestro interior, que se presenta desde nuestro nacimiento: la atención.

            Es como un estado de alerta en el cual nos movemos sin vacilar, sabiendo exactamente lo que tenemos que hacer, sin ninguna clase de formulación mental.  Se parece a la intuición de los niños, que desconfían de un adulto, por ejemplo, porque perciben una mala cualidad, aunque no saben expresarlo. 

            La atención nos lleva a esa situación de libertad, sin condicionamientos de concentración ni de dispersión, a la captación de la plenitud, sin pensarlo.  La atención atraviesa los otros dos estados mentales, y nos ayuda para que no quedemos atrapados en la adicción al trabajo o en el consumismo del entretenimiento.


Sin mucha explicación.

            La enseñanza tradicional nos muestra que todos tenemos la potencia de la atención, pero explica muy poco de cómo alcanzarla.  En realidad, no hay nada que conquistar, pues la atención ya está en nosotros.  Más que adquirirla, lo que hay que evitar es que la tape el exceso de concentración o de dispersión.

Un día un hombre del pueblo se acercó a Ikkyu, un maestro, pidiéndole consejo:

-Maestro –le dijo-, ¿podría indicarme qué debo hacer para llegar a la máxima sabiduría?

Ikkyu, usando el bastón, escribió sobre la arena: “Atención”.

- ¡Pero eso ya lo hago!- exclamó el hombre -¿Qué más puedo hacer?

Entonces Ikkyu escribió: “Atención. Atención.”

- Maestro –replicó el aldeano-, no veo demasiada profundidad en su enseñanza.

Ikkyu, imperturbable, escribió a continuación: “Atención. Atención. Atención.”

Ya irritado, el hombre exigió:

- ¿Se puede saber, después de todo, qué significa “atención”?

Ikkyu respondió amablemente:
Flautista
Cándido Portinari
(brasileño, 1903-1962)

- Atención quiere decir atención.


            La atención es una tensión constante hacia la realidad completa, aún en sus mínimos detalles.  A diferencia de la concentración y la distracción, no obra sobre una parte de la realidad, la que nos interesa por trabajo o estudio, o la que nos divierte en el descanso, sino que nos mantiene en alerta ante la existencia y sus manifestaciones, y nos hace ver el universo en una cosa, un mundo en una piedra.

            Los que se burlaban del citado poema de Drummond de Andrade decían que a partir de allí cualquier cosa podía ser objeto de poesía, como por ejemplo, una cáscara de banana tirada en medio del camino.  Tenían razón, no en su burla, sino en el horizonte infinito que la auténtica atención abre al hombre.  Es camino de sabiduría.


Fábula campera.

Godofredo Daireaux (1839-1916) fue un francés que se estableció en Argentina.  Desarrolló una obra literaria, tomando valores de la tierra que lo recibió.  Entre sus libros está “Fabulas Argentinas”, de las cuales tomamos la siguiente. 

Se trata de “El perro fiel”.  Es un buen ejemplo de atención, que nos hace obrar con precisión, sin ningún razonamiento.

Godofredo Daireaux
Un perro llevaba en una canasta, para la casa de su amo, un buen pedazo de carne.
Por el camino encontró a su pariente el cimarrón, quien entabló con él conversación amistosa. No comía todos los días el pobre, y de buena gana hubiera mascado un poco de lo que llevaba el perro. Hacía mil indirectas; ofrecía sus servicios para cualquiera oportunidad; proponía ciertos cambiazos muy ventajosos, según él, enumerando con énfasis las varias reses que decía tener guardadas.

-Dame la canasta -decía al perro-; te la voy a llevar hasta casa, y allí verás cosa buena. Podrás elegir a tu gusto la presa que más te parezca debe ser del agrado de tu amo, a quien tanto deseo conocer, y así se la ofreces de mi parte.

El perro, sin desprender los dientes, medio le contestó que no tenía tiempo, que dispensara, y para evitar compromisos, se apretó el gorro.

Algo más lejos, dio con un puma flaco, hecho feroz por el hambre.

El perro, en otra ocasión hubiera disparado; pero el deber lo hizo valiente. Puso en el suelo la canasta, enseñó los colmillos y esperó el ataque. El puma se abalanzó más a la canasta que al enemigo, pero antes que la pudiera agarrar, el perro lo cazó de la garganta y lo sacudió de tal modo que se volvió el otro para los montes, sin pedir el vuelto.

Trotando, seguía el perro con la canasta, cuando se vio rodeado, sin saber cómo, por cuatro zorros. Se paró; se pararon ellos. Volvió a caminar; se volvieron a mover: pero como se le venían acercando mucho, y que si soltaba la canasta un solo rato, para castigar a alguno de ellos, los otros aprovecharían la bolada, optó por quedarse al pie de un árbol, y esperar con paciencia que le vinieran a ayudar. Pasaban las horas; los zorros no se atrevían a atacarlo, pero, pacientes, espiaban un descuido del fiel guardián. Ni pestañeó siquiera, y cuando lo atormentó el hambre, no se quiso acordar de lo que llevaba, pues era ajeno.

Al fin, vino el amo, inquieto, buscándolo. Dispararon los zorros; el perro fue acariciado como bueno.

Pues había sabido tener, para conservar, más astucia que el astuto para adquirir, más fuerza que el fuerte, más paciencia que el paciente.


Profeta
Cándido Portinari
(brasileño, 1903-1962)