lunes, 20 de febrero de 2012

El loro conocedor

“Aquí estoy siguiendo las huellas de aquellos que se fueron…
Estoy caminando por la senda que dejaron aquellos que se fueron…
Sigo el rastro de sus pisadas…
Las huellas de aquellos que se fueron están aquí (…)”
Fragmento de un canto chamánico selk’nam.


Habitantes de Tierra del Fuego.

No se conoce cuándo llegaron los primeros habitantes de Tierra del Fuego.  Se piensa que hubo vida humana en la isla hace 10.000 años y quedaron aislados con la última glaciación hace 6.000 años.

Selk´nam. (1923)
Cuando los exploradores llegaron a la zona por primera vez la encontraron dividida entre cuatro tribus:  los yaganes, también llamados yámanas, de las costas del sur, individuos bajos y fuertes que vivían fundamentalmente del pescado y moluscos, buenos canoeros.  Otros, bastante más altos y relativamente hermosos, que vivían en las montañas, conocidos como los ona o también como selk´nam, en la zona isleña al norte de los yaganes, que se sustentaban de la caza.  Al oeste y este respectivamente, los alacaloof  y los aush, los primeros como los yaganes, gente de canoa, y los últimos, como los ona, una raza de cazadores, claramente emparentados con los tehuelches patagónicos.


Los selk´nam, popularmente ona.

Pintura corporal de los ona.
            ¿Cómo hablaban los selk´nam?  El lenguaje de los selk'nam era áspero, con muchos sonidos oclusivos y guturales; en este sentido era similar al de los tehuelches de Patagonia continental. Para oídos no acostumbrados, una conversación amistosa sonaba como un violento altercado.  Hoy no existen quienes hablen y practiquen el selk'nam como lengua madre; es una fortuna que la Dra. Anne Chapman (franco-norteamericana, 1922-2010) alcanzara a efectuar grabaciones de voces y cantos que pueden permitir una apreciación de esa lengua.

            Los selk'nam creían en la existencia de espíritus de los bosques, las montañas, los lagos, los animales y los hechiceros ya muertos. Aceptaban que los seres humanos tenían un ánima (que llamaban kashpi) y que había una vida post-mortem detrás de las estrellas, pero los muertos no tenían ulterior contacto con los vivos a menos que se tratara del espíritu de algún xo'on o chamán.

Selk´nam, 1923.
            Hoy la cultura y el estilo de vida tradicionales selk'nam han desaparecido. No hay quien tenga el selk'nam como lengua madre. Esta desaparición es una triste historia plagada de asesinatos, secuestros y desarraigos.


Una leyenda ona.

            Se conservan varias leyendas de los selk´nam, muy delicadas, mostrando una relación tan profunda entre la vida humana y la naturaleza, que es como si formasen una realidad continua.  La que citamos se la conoce como “Kamshout y el otoño”.

Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. En ese entonces el joven selk’nam Kamshout partió en un largo viaje para cumplir con los ritos de iniciación de los klóketens (era una ceremonia de iniciación de la  sociedad secreta de los hombres).

El joven iniciado tardó tanto en volver que el resto del grupo lo dio por muerto.

Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvió completamente alterado y empezó a relatar su sorprendente incursión en un país de maravillas, más allá en el lejano norte.

Otoño en Tierra del Fuego
En ese país los bosques eran interminables y los árboles perdían sus hojas en otoño hasta parecer completamente muertos. Sin embargo, con los primeros calores de la primavera las hojas verdes volvían a salir y los árboles volvían a revivir.

Nadie creyó la historia y la gente se rió de Kamshout quien, completamente enojado, se marchó al bosque y volvió a desaparecer.

Luego de una corta incursión por el bosque, Kamshout reapareció convertido en un gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era otoño y Kamshout -a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que emitía, volando de árbol en árbol fue tiñendo todas las hojas con sus plumas rojas. Así coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los árboles. Esta vez la risa fue de Kamshout.

En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la veracidad de la aventura vivida por Kamshout.

Desde entonces los loros se reúnen en las ramas de los árboles para reírse de los seres humanos y así vengar a Kamshout, su antepasado mítico.


Verde es el despertar de la vida.

El verde es un valor medio entre el azul del cielo y el rojo infernal.  Es mediatriz entre el calor y el frío, lo alto y lo bajo, es un color tranquilizador, refrescante, humano.

Durante el invierno el ser humano descubre su soledad y su precariedad, pues la tierra que lo contiene se desnuda y se hiela.  Y en cada primavera, un nuevo manto verde vuelve a traer la esperanza, y la tierra vuelve a ser nutritiva.

La venida de la primavera, que es tibia, verde, como el hombre, se manifiesta por el derretimiento de los hielos y la caída de las lluvias que fertilizan la tierra.

Verde es el color del reino vegetal, que se reafirma con las nuevas aguas de la primavera.

Luego de la vida del hombre, hay un regreso al oasis, a la tranquilidad.  Como símbolo se dice que es el regreso al útero materno, al lugar del reposo.  Ese puerto de paz y reconstituyente también es el verde.  De aquí quedó el verde como el color de los farmacéuticos, los que elaboran los medicamentos que dan paz en la enfermedad.

La reacción de los selk´nam ante el anuncio de la extinción de lo verde fue de burla, aunque en realidad escondía una alarma, una tristeza, ante el posible final de la vida, pese a la esperanza que el héroe les daba, es decir, que finalmente todo vuelve a revivir.


Descubriendo al verde.

            El lenguaje de los símbolos no se aprende, sino que se descubre.  Es anterior a toda especulación, se lo encuentra en la realidad.  El hombre pone su inteligencia, su capacidad de observación a lo largo de generaciones, y se da cuenta de que este lenguaje simbólico abarca a todos los hombres.

            Podemos comprender el lenguaje simbólico observando el ejemplo del verde, símbolo de la vida en la naturaleza, sea que se manifieste en una planta, una piedra, o en los lugares de refugio del ser humano. 

            También lo vemos en culturas muy distintas.  San Juan, en el Apocalipsis de la Biblia, habla del trono de gracia en color verde.  Los aztecas, para curar las enfermedades del pecho, pronunciaban esta invocación: “Yo el sacerdote, yo el señor de los encantamientos, busco el dolor verde, busco el dolor leonado”.  Muchos siglos más tarde escribió Van Gogh: “He intentado expresar con el rojo y el verde las terribles pasiones humanas”.

            Es la misma inspiración que resuena en los selk´nam, los extinguidos onas, que siguen presentes con su sabiduría.

Bosque Verde
Natalia Goncharova
(franco-norteamericana, 1922-2009)