viernes, 7 de diciembre de 2012

LA CAMISA DEL HOMBRE CONTENTO


Un cuento esloveno.

El vagabundo
László Mednyánszky
(esloveno, 1852-1919)
Había una vez un rey muy enfermo. Tenía noventa y nueve enfermedades. Los médicos eran de la opinión de que ya no se podía hacer nada por él y que se iba a morir al cabo de un año y un día. Uno de ellos, sin embargo, dijo:
-Si se encontrase a un hombre siempre contento con todo y con todos, y el rey pudiese ponerse la camisa de este hombre contento, desaparecerían sus noventa y nueve enfermedades y se curaría en un santiamén.

Los mensajeros del rey acudieron a los cuatro extremos de la tierra a buscar a un hombre siempre contento con todo y con todos. Buscaron, buscaron, pero no había forma de encontrarlo.

Por fin, uno de los mensajeros llegó a un extenso prado y encontró a un hombre andrajoso, con la barba hasta los pies, que dormía en paz y durante el sueño sonreía.
-Éste podría ser un hombre contento -se dijo el mensajero y lo despertó. Eh, tú, ¿eres o no un hombre contento?
-Claro que lo soy.
-¿Nunca te has sentido descontento con nada?
-Ni siquiera una vez. ¿Y por qué iba a lamentarme?
-Ven, pues, a conocer a nuestro rey.
-¿Para qué?
-Ven, que el rey te cubrirá de oro.
El vagabundo se dejó, por fin, convencer y siguió al mensajero hasta el palacio real.

Cuando el rey lo vio, se alegró muchísimo y exclamó:
-Pronto, dame tu camisa.
-¿Mi camisa?
-Vamos, no hagas preguntas: quítate el abrigo, quítate la camisa y dámela. A cambio, yo te daré un montón de oro.
El hombre contento se quitó el abrigo y, en ese momento, todos vieron que debajo del abrigo no tenía camisa ni nada. El pobre rey lo miró, exhaló un profundo suspiro y se murió. Y el vagabundo recogió su abrigo y se fue, contento como antes.


Mirada del despojado

Hombre
Anton Azbe
(esloveno, 1862-1905)
            Una de las imágenes más representativas de la condición del hombre en el mundo es la del vagabundo.  Se mira al ser humano como alguien que no tiene hogar definitivo es esta tierra y recorre el camino de la vida sin poder aferrarse a nada.  El itinerario que realiza es errante, sin un rumbo claro.  El término vagabundo está relacionado con “estar vacío” y también con “estar libre”.
           
La actitud de vagabundo es la de andar los caminos.  Quien se mueve, percibe que el paisaje cambia permanentemente. La modificación a veces es muy lenta, pero nunca es lo mismo lo que se ve en un lugar determinado y en otro dos pasos más adelante.  Este desplazamiento se produce en los diversos órdenes de la vida, tanto en el biológico como en el afectivo, en el material como en el espiritual. Es evidente que nuestros cuerpos cambian constantemente y algunas veces sorpresivamente.  Lo mismo percibimos en planos más espirituales, tal como dice la expresión “todos los días se aprende algo nuevo”.

El errante del cuento es definido como “el hombre contento”.  Es el que duerme en paz y con una sonrisa.  Está en un extenso prado, dice el cuento, como si fuese un lugar bello, idílico. Una situación propia de la felicidad en la vida.

            Sorprende que este hombre feliz no tenga camisa, que es un símbolo de protección.  Como dice una tradición: “Toda piel que lleve camisa a su alrededor no puede ser alcanzada por ninguna enfermedad”.  Falta la protección, sea de un lugar material, de un grupo o de un amor.

            Pero se debe tener en cuenta otro aspecto de la vestimenta.  “Dar hasta la camisa” es el gesto de una generosidad sin límites.  En la medida en que la camisa es una segunda piel, es darse a sí mismo, es compartir la propia intimidad.

            El vagabundo del cuento es un ser transformado por la generosidad, por compartir todo.  No hay ninguna tristeza por perder la propuesta del rey de un montón de oro, él sigue tan contento como antes.


Otra perspectiva

            Prestemos atención al rey.  Si el cuento hubiese indicado que el rey estaba enfermo, la conclusión sería el contraste entre el hombre contento y el soberano.  Pero la enumeración de las enfermedades y el pronóstico de los médicos pueden estar señalando otra cosa.

Montaña negra
Zoran Mušič
(esloveno,1909 - 2005)
            Las noventa y nueve enfermedades que padece el rey invitan a considerar con atención al número nueve.  Es el último de la serie de las cifras, anuncia a su vez un fin y un nuevo comienzo, es decir, una transposición a un nuevo plano.  Se encuentra en esto la idea de nacimiento y germinación, y al mismo señala la muerte.

            Los números nos sirven para contar las cosas que existen, que están manifiestas.  El nueve, al ser el último, es la máxima de las manifestaciones.  Con él se cierra un ciclo, pero abre una nueva fase.  Si nos fijamos en la representación gráfica del nueve “9”, es un anillo que se cierra y de allí nace como una pequeña punta que se quiere transformar en raíz de un nuevo nacimiento.

            Esto coincide con el pronóstico de los médicos. Decían que se iba a morir en un año y un día.  La palabra año tiene origen en el latín “annus”, que se acerca a la idea de  ciclo, como un anillo.  El anuncio de los facultativos de que “le queda un año y un día”, es como un nueve, es decir, un anillo y un nuevo día, un día que pertenecerá a otro ciclo.

            Los cuentos no nos dan crónicas de acontecimientos, detalles de cosas que ya sucedieron.  En realidad, inventan relatos para hacer comprender la situación actual de los que escuchan. 

            El mensaje es que somos reyes y vagabundos al mismo tiempo.  Nuestra realeza está en nuestra capacidad de razonar, de organizar nuestro entorno, de dar sentido a lo que nos toca vivir.  Se expresa en lo que decimos y hacemos, y especialmente en lo que elegimos hacer.

El sentido errante se manifiesta en nuestra libertad, cada vez que nos entregamos a la realidad del presente.  El vagabundo no se deja influir por el pasado, no tiene rencores ni deja que las enseñanzas de las propias culpas se conviertan en miedos y complejos ante la actualidad de su vida. Tampoco se somete a las inquietudes imaginarias del futuro, aunque pinten prometedoras.  Vive a fondo la enseñanza que dice: “a cada día le basta su afán”.

 El cuento nos señala que la generosidad permite que cada vez que se termine un ciclo de la vida, podamos renacer a otro.  Los innumerables estancamientos, los rencores, las culpas y los miedos, se vencen mediante el altruismo, la longanimidad, la benevolencia y la compasión que se manifiestan en la generosidad.  Este es el hombre contento, que duerme en paz con una sonrisa en este mundo y en todos los que le toque transitar.

El humanista
Jože Ciuha
(esloveno, nac. en 1924)


sábado, 17 de noviembre de 2012

LO MEJOR Y LO PEOR

El místico del ángel
Víctor P. Landaluze
(español y cubano,1830-1889)

          
            Las tradiciones buscan interpretar experiencias, con el fin de transmitir consejos a las personas no que han participado de esas situaciones.  Lo que buscan es que las siguientes generaciones, o personas de lugares distintos al propio, tengan la posibilidad de obrar con libertad.

            El siguiente cuento popular fue registrado en Cuba.  Por los nombres que se usan, es de claro origen africano.  Pero si le cambiamos los nombres de los dos protagonistas, lo podemos adaptar a cualquier región del mundo, porque la experiencia que narra es universal. 


Lo mejor y lo peor del mundo

Un buen día, el gran Señor del Mundo, Obatalá, decidió delegar en otra persona la responsabilidad del gobierno del universo. El primero en quien pensó fue en su fiel ayudante, Orula. Pero Orula era aún muy joven y Obatalá temía que no tuviese suficiente experiencia para una tarea tan complicada. Por ello, decidió poner a prueba su sabiduría. Llamó a Orula y le ordenó que preparase la mejor comida que pudiera imaginar.

Obatalá
(imagen devocional - sin datos)
Orula obedeció y fue al mercado. Miró a su alrededor para ver qué podía comprar y, al fin, eligió una lengua de vaca. De vuelta a casa, la cocinó, la condimentó y, después, se la llevó al gran soberano. Obatalá probó la lengua y se quedó satisfecho. Jamás había comido nada tan bueno.

Al terminar, llenó de elogios a Orula y le preguntó:
-Dime, Orula, ¿por qué elegiste la lengua cuando fuiste al mercado?

-Gran Señor -replicó Orula, la lengua es algo muy importante. Con la lengua se puede elogiar un buen trabajo y agradecer a quien hace una buena acción. Con la lengua puedes dar buenas noticias y guiar a los pueblos por el camino justo. Y, por fin, con la lengua puedes promover a un hombre y hacer de él un jefe.

-Todo lo que has dicho es verdad -observó Obatalá y pensó: «Realmente Orula es un hombre de gran sabiduría».

Pero el Gran Señor decidió que pondría a prueba a Orula una vez más y le dijo:
-Me has preparado la mejor comida del mundo. Ahora quiero que me prepares lo peor que puedas imaginar.

Orula fue de nuevo al mercado. Miró a su alrededor para ver qué había y acabó comprando de nuevo una lengua. La llevó a casa, la cocinó, la condimentó y se la sirvió a Obatalá.

Cuando el Gran Señor vio que de nuevo había una lengua en su plato, se sintió muy sorprendido y exclamó:
-La primera vez me trajiste la lengua como lo mejor del mundo. Ahora me la traes como lo peor. ¿Quieres explicarme por qué?
-Gran Señor -replicó Orula, la lengua es algo muy importante. Con la lengua puedes desacreditar el trabajo de un hombre y destruir su reputación. Con la lengua puedes llevar a un pueblo a la destrucción y privarlo del sustento. Con la lengua puedes traicionar a tu país y llevar a la patria a la esclavitud.

-Todo lo que has dicho es verdad. A pesar de tu juventud, eres un hombre de gran sabiduría -dijo Obatalá.

Y dejó el gobierno del mundo en sus manos.


En la punta de la lengua.

            La palabra “lengua” tiene origen en un término del latín muy viejo “dingua” que es, a su vez, de procedencia indoeuropea, una de las ramas más importantes del lenguaje antiguo.  De esta última palabra, al cambiar la “d” inicial, surge, por ejemplo, el anglosajón “tunge”, de donde viene la palabra del inglés moderno “tongue”.  En latín cambió la “d” por la “l” por influencia del verbo que define una acción importante de la lengua, “lingere”, que en latín significa “lamer”.

Albert Einstein
al cumplir 72 años.
(Fotografía de 1951)
            La lengua tiene dos grupos importantes de significados.  El primero está referido al órgano que tienen los vertebrados en su cavidad bucal, que usan para deglutir, para saborear y para emitir sonidos.  De esta última función surge el otro grupo de significados, que está relacionado con el ser humano exclusivamente, que es la capacidad de lenguaje, es decir, los sistemas de expresión y comunicación.

            Para comprender mejor este órgano corporal, veamos varias expresiones que se usan en el habla. Por ejemplo “lengua de gato”, que es un bizcocho estrecho y alargado.  La misma referencia morfológica tiene la expresión “lengua de fuego”.

            Referido al lenguaje, tenemos la expresión “lengua madre”, aquella que es origen de otras, como el indoeuropeo.  Parecida, aunque con un sentido más personal, es “lengua materna”, referida a aquel idioma que hablamos primero y que aprendemos de nuestros padres. La que aprendemos tras la materna se llama “segunda lengua”.  Por aquí también se mueve “lengua franca”, que es la mezcla de dos o más, y con la cual se entienden naturales de pueblos distintos.  Por ejemplo, el swajili es la lengua franca de África.  Finalmente, cuando ya no se habla, se la llama “lengua muerta”.

            En el habla cotidiana decimos “darle a la lengua” cuando se charla mucho.  En estas circunstancias a veces aparecen las “malas lenguas”, referido al conjunto de los que murmuran y calumnian a los demás.  Por eso están los que “tiran a uno de la lengua” o los que “nos buscan la lengua”, provocando para que digamos lo que deberíamos callar.

            Los que no caen en estas tentaciones son los que tienen una “lengua de trapo”, la de los niños cuando todavía no hablan bien.  Tampoco hablan mucho los que andan “con la lengua afuera”, muy deprisa y con gran cansancio.
  

Atender la lengua.

            El valor simbólico de la lengua es inmenso.  Es considerada como una llama porque de ella tiene la forma y la movilidad.  Destruye o purifica, como bien lo describe Orula en el cuento.
Serena espera de lo que venga.
José Bedia
(cubano, n. en 1959)

            Según las palabras que profiera puede ser justa o perversa, mentirosa y malvada.  El poderío de la lengua es tan grande, que en su acción puede haber vida o muerte.  Así lo expresa claramente el libro de los Proverbios, en la Biblia: “La muerte y la vida dependen de la lengua, y los que son indulgentes con ella comerán de su fruto.” (capítulo 18, versículo 21).

            Un pueblo de África sostiene que la marcha del cuerpo social depende de cuatro órganos: la lengua, las piernas, la nariz y el sexo.  De la lengua depende el comercio humano; puede ser factor de conflictos y disputas, pero también de fortuna, de riqueza material y espiritual. 

            Saber controlar la lengua significa haber alcanzado la edad de hombre maduro, ser dueño de sí mismo.  Como sucede en el cuento presentado, es el órgano de la palabra, y por tanto del conocimiento.  También es el órgano del gusto, es decir, del discernimiento.  Separa lo mejor de lo peor, zanja.

Cabeza de madera.
Manuel Alfredo Sosabravo
(cubano, nacido en 1930)


domingo, 4 de noviembre de 2012

El dueño del caballo blanco



            Tenemos la tendencia a juzgar los hechos, especialmente los que involucran a otros.  Como afirma un dicho popular: “La justicia, cosa muy buena; pero no en mi casa, en la ajena”.

Maat, diosa egipcia
de la justicia y la verdad
Placa de oro, 1000 a.C.
            Por otro lado, cuando indagamos a la tradición, nos encontramos con una posición unánime frente a este aspecto de la vida humana, en esta ocasión puesta en boca de Jesús de Nazaret: “No juzguen, para no ser juzgados”. Como explicación de este consejo, agrega: “Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.” (Evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículos 1 y 2).

            El siguiente cuento, “El juicio”, es utilizado por distintas culturas para orientar a las personas en las situaciones de juicio.  Lo encontramos en la tradición tanto de China como de Europa o América.  Es citado en muchas antologías con muy pequeñas variantes.


En una aldea había un anciano muy pobre, pero hasta los reyes lo envidiaban porque poseía un hermoso caballo blanco.

Los reyes le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo, pero el hombre decía: "Para mí, él no es un caballo, es una persona. ¿Y cómo se puede vender a una persona, a un amigo?" Era un hombre pobre pero nunca vendió su caballo.

Una mañana descubrió que el caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió diciendo:

-Viejo estúpido. Sabíamos que algún día le robarían su caballo. Hubiera sido mejor que lo vendieras. ¡Qué desgracia!

-No vayan tan lejos -dijo el viejo-. Simplemente digan que el caballo no estaba en el establo. Este es el hecho, todo lo demás es juicio de ustedes. Si es una desgracia o una suerte, yo no lo sé, porque esto apenas es un fragmento. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?

La gente se rió del viejo. Ellos siempre habían sabido que estaba un poco loco. Pero después de quince días, una noche el caballo regresó. No había sido robado, se había escapado. Y no sólo eso, sino que trajo consigo una docena de caballos salvajes.

De nuevo se reunió la gente diciendo:

-Tenías razón, viejo. No fue una desgracia sino una verdadera suerte.

-De nuevo están yendo demasiado lejos -dijo el viejo-. Digan sólo que el caballo ha vuelto... ¿quién sabe si es una suerte o no? Es sólo un fragmento. Están leyendo apenas una palabra en una oración. ¿Cómo pueden juzgar el libro entero?

Esta vez la gente no pudo decir mucho más, pero por dentro sabían que estaba equivocado. Habían llegado doce caballos hermosos...

El viejo tenía un hijo que comenzó a entrenar a los caballos. Una semana más tarde se cayó de un caballo y se rompió las dos piernas. La gente volvió a reunirse y a juzgar:

-De nuevo tuviste razón -dijeron-. Era una desgracia. Tu único hijo ha perdido el uso de sus piernas y a tu edad él era tu único sostén. Ahora estás más pobre que nunca.

-Están obsesionados con juzgar -dijo el viejo-. No vayan tan lejos, sólo digan que mi hijo se ha roto las dos piernas. Nadie sabe si es una desgracia o una fortuna. La vida viene en fragmentos y nunca se nos da más que esto.

Sucedió que pocas semanas después el país entró en guerra y todos los jóvenes del pueblo eran llevados por la fuerza al ejército. Sólo se salvó el hijo del viejo porque estaba lisiado. El pueblo entero lloraba y se quejaba porque era una guerra perdida de antemano y sabían que la mayoría de los jóvenes no volverían.

-Tenías razón, viejo, era una fortuna. Aunque tullido, tu hijo aún está contigo. Los nuestros se han ido para siempre.

-Siguen juzgando -dijo el viejo-. Nadie sabe. Sólo digan que sus hijos han sido obligados a unirse al ejército y que mi hijo no ha sido obligado. Sólo Dios sabe si es una desgracia o una suerte que así suceda.

            La versión que hemos citado viene acompañada de una conclusión, probablemente pronunciada por algún maestro de vida. 

No juzgues o jamás serás uno con el todo. Te quedarás obsesionado con fragmentos, sacarás conclusiones de pequeñas cosas. Una vez que juzgas, has dejado de crecer.


Elementos de la Justicia.

            La Justicia se representa con una mujer que tiene una venda en los ojos, afirmando aquello que se dice: “La Justicia es ciega”.  Esto significa que actúa de manera equitativa y siempre tratando por igual a todos los ciudadanos con independencia de su raza, sexo, condición sexual u origen. Todos somos iguales ante ella.
Justicia
Maarten van Heemskerck
(Holandés, 1498-1574)

            Sostiene dos atributos: una espada y una balanza.  Según el filósofo Aristóteles (griego, 384 a.C – 322 a.C.) la espada hace referencia a su potencia distributiva.  Se dice que la Justicia da a cada uno lo suyo.  Luego dice que la balanza muestra su misión equilibradora.  A veces percibimos que lo que sucede es desparejo, como desordenado, y entendemos que la Justicia viene a equilibrar el desajuste entre las personas y en el universo.

            Según otros pensadores, también puede significar que para aquellos que usen mal sus poderes, está el rigor de la espada y la condenación.  Para los que la respeten, entonces está la balanza que mantiene el equilibrio riguroso, es decir, la organización del caos en el mundo y en nosotros.

            El hombre justo es aquel que asume la misión equilibradora de la Justicia, el que busca la armonía y la consonancia, como el anciano pobre del cuento.


La acción del justo.

            Según se desprende de las estatuas de la Justicia, su tarea abarca el universo.  Si bien tiene relación con la ley y los tribunales, este es apenas un mínimo aspecto de su horizonte. 

Seres errantes.
Orlando Arias Morales
(Boliviano, n. en 1954)
            La realidad del cosmos y de la vida de los hombres en él está formada por opuestos en relación.  Pensemos en nuestra vida cotidiana, en la que la noche sucede al día, en un ir y venir constante.  A su vez están los contrastes entre el varón y la mujer.  También está el transcurrir de las estaciones anuales que pasan del calor al frío y vuelta al calor incesantemente.  Los sentidos se mueven sobre oposiciones, como el gusto entre lo dulce y lo amargo, o el tacto entre lo suave y lo áspero, para señalar mínimos ejemplos en una inmensidad de contrarios.

            El cosmos se presenta también con opuestos.  Podemos indicar la luz y la oscuridad.  Sin esta última no podríamos ver las estrellas, como sucede cuando el sol alumbra con su potencia.  Otro contraste es el de la distancia, cerca o lejos.  El movimiento de los astros está en relación con la distancia entre ellos.

            Cuando el anciano del cuento pone mesura en el juicio, está dando el lugar que le corresponde a cada cosa.  Es como la balanza, equilibra los platillos.  Está más allá de los contrarios y las oposiciones.  Y de esta manera supera la necesidad de estar juzgando parcialmente, o dando su sentencia sobre fragmentos. Así es un hombre justo.

            Una oposición conocida en cualquier experiencia humana es el contraste entre lo de arriba y lo de abajo.  En lo alto está todo lo celestial, lo que corresponde a la trascendencia.  Lo de abajo es lo que corresponde a lo terrenal, a la vida del hombre en sus circunstancias.  El hombre justo es el que une lo alto y lo bajo.  En la Biblia se lo compara con una columna, que sostiene al mundo (Libro de los Proverbios, capítulo 10, versículo 26).

            El dueño del caballo blanco es un ejemplo del hombre justo.  Es un ser humano que, superando la provocación de juzgar cada fragmento, alcanza una actitud de equilibrio y de bienaventuranza mediante una mirada más amplia de la vida. Nos muestra que no juzgando se alcanza un estado de armonía y felicidad.


El baño del caballo.
Joaquín Sorolla (Español, 1863-1923)


sábado, 20 de octubre de 2012

LA SOPA DEL MONJE


La palabra “monje” viene del griego “monachós” que indica “único”, que proviene a su vez de “monos”, “uno”, que encontramos en palabras como monopatín, monopolio, y monotonía.  La palabra en cuestión es aplicada a personas que se apartan de su grupo social, por variados motivos, para vivir en soledad.


Dama Oferente
 del Cerro de los Santos

(Anónimo, España
Siglo IVa.C.)
            El siguiente cuento es de tradición europea, probablemente de la Península Ibérica.  Tiene paralelos en todo el mundo, aunque sin una fuente común conocida. El modo en que describe personas y acciones es común a los seres humanos de todo el mundo.


La sopa de piedras.

Un monje estaba haciendo la colecta por una región en la que las gentes tenían fama de ser muy tacañas. Llegó a casa de unos campesinos, pero allí no le quisieron dar nada. Así que como era la hora de comer y el monje estaba bastante hambriento dijo:

-Pues me voy a hacer una sopa de piedras riquísima.

Ni corto ni perezoso tomó una piedra del suelo, la limpió y la miró muy bien para comprobar que era la adecuada, la piedra idónea para hacer una sopa. Los campesinos comenzaron a reírse del monje. Decían que estaba loco, que vaya locura más grande.

Sin embargo, el monje les dijo:

-¡Cómo! ¿No me digan que no han comido nunca una sopa de piedra? ¡Pero si es un plato exquisito!

-¡Eso habría que verlo, viejo loco! –dijeron los campesinos.

Precisamente esto último es lo que esperaba oír el astuto monje. Enseguida lavó la piedra con mucho cuidado en la fuente que había delante de la casa y dijo:

-¿Me pueden prestar un caldero? Así podré demostrarles que la sopa de piedra es una comida exquisita.

Los campesinos se reían del fraile, pero le dieron el puchero para ver hasta dónde llegaba su locura. El monje llenó el caldero de agua y les preguntó:

-¿Les importaría dejarme entrar en su casa para poner la olla al fuego?

Los campesinos lo invitaron a entrar y le enseñaron dónde estaba la cocina.

-¡Ay, qué lástima! –dijo el fraile-. Si tuviera un poco de carne de vaca la sopa estaría todavía más rica.

La madre de la familia le dio un trozo de carne ante la rechifla de toda su familia. El viejo la echó en la olla y removió el agua con la carne y la piedra. Al cabo de un ratito probó el caldo:

-Está un poco sosa. Le hace falta sal.

Los campesinos le dieron sal. La añadió al agua, probó otra vez la sopa y comentó:

-Desde luego, si tuviéramos un poco de berza los ángeles se chuparían los dedos con esta sopa.

El padre, burlándose del monje, le dijo que esperase un momento, que enseguidita le traía un repollo de la huerta y que para que los ángeles no protestaran por una sopa de piedra tan sosa le traería también una papa y un poco de apio.

-Desde luego que eso mejoraría mi sopa muchísimo -le contestó el monje.

Después de que el campesino le trajera las verduras, el viejo las lavó, troceó y echó dentro del caldero en el que el agua hervía ya a borbotones.

-Un poquito de chorizo y tendré una sopa de piedra digna de un rey.

-Pues toma ya el chorizo, mendigo loco.

Lo echó dentro de la olla y dejó hervir durante un ratito, al cabo del cual sacó de su zurrón un pedacillo de pan que le quedaba del desayuno, se sentó en la mesa de la cocina y se puso a comer la sopa. La familia de campesinos lo miraba, y el fraile comía la carne y las verduras, rebanaba, mojaba su pan en el caldo y al final se lo bebía. No dejó en la olla ni gota de sopa. Bueno. Dejó la piedra. O eso creían los campesinos, porque cuando terminó de comer agarró el pedrusco, lo limpió con agua, secó con un paño de la cocina y se lo guardó en la bolsa.

-Hermano, -le dijo la campesina- ¿para que te guardas la piedra?

-Pues por si tengo que volver a usarla otro día. ¡Dios los guarde, familia!


Un símbolo abarcador.

Diógenes
José de Ribera
(español, 1591-1652)
            En todas las tradiciones religiosas hay seres que viven como monjes.  Los encontramos en Occidente, en la tradición cristiana, pero también los hay en Oriente, por ejemplo en el hinduismo y en el budismo, con una notable presencia.

            La vida como monje no es solamente para ambientes religiosos.  Si observamos con atención, veremos que en nuestra vida cotidiana hay situaciones que se pueden asimilar a la vida monacal.

            La etimología de la palabra nos orienta a todas aquellas realidades que vivimos como únicas, y producen en nuestro interior un sentido de soledad.  Se puede ver “monjes” en muchos oficios, como es el vendedor de diarios, el taxista, el cajero de un banco, el médico en su consultorio.  También, en una situación vital en la que estamos solos en nuestra casa por circunstancias de la vida.  Recordemos a los migrantes dentro de un país, y mucho más a los que cambian de país o de continente, que han hecho de nuestro mundo un espacio intercultural.

            Toda persona, más allá de su oficio y condición, tiene tiempos en los que siente la soledad, como parte de su vida diaria.  Las tareas domésticas, el tiempo de aseo, los momentos antes de dormir, el viaje al trabajo y el regreso al hogar, son ocasiones monacales.  Esto se siente mucho cuando estamos enfermos y percibimos con fuerza nuestra individualidad.

            Dada esta variedad de experiencias, se suele decir que el “monje” es una especie de arquetipo, un modelo con características específicas que pueden aplicarse a la vida humana en sus distintas condiciones.  Las características principales son la ascesis y la generosidad.


Vivir como monjes.

            La palabra “ascesis” significa simplemente ejercitarse.  Tal como lo aplicó ya el poeta Homero (griego, siglo VIII a.C.), puede ser un trabajo artístico o técnico.  La expresión se usa en el ejercicio físico y también se atribuye al ejercicio de la inteligencia y la voluntad.  Ya desde esta perspectiva, si la ascesis es una característica del monje, entonces es un modelo para un amplio espectro de campos humanos.

Criatura Mítica I
Oswaldo Vigas
(venezolano, n. en 1926)
            Cada “monje”, según su entender y el propósito que busque, realiza su actividad.  En muchos aspectos es una repetición paciente de acciones físicas y de patrones de conducta, en los que se trasluce la inteligencia y la voluntad operando juntas.  En toda circunstancia, el fin que se busca es el mismo, y consiste en “soportar con dulzura las dificultades de cada día”, tal como lo expresó San Atanasio de Alejandría (296-373).

            La vida del monje busca la paz, que se expresa en la palabra “dulzura” que usa San Atanasio.  Lejos de tener tensiones constantes, la vida humana tiene el sentido de alcanzar, en la vida cotidiana, esa serenidad de espíritu que permite realizar adecuadamente las acciones más delicadas como las tareas más esforzadas, cualquiera sea la condición de cada uno, en contextos religiosos o seculares.  El resultado será indudablemente la alegría en el vivir.

            La ascesis es un ejercicio para el interior de cada uno, en un sentido muy personal, único.  Pero el arquetipo del monje también se refiere a la relación con lo exterior a cada uno, en relación con los seres humanos que nos rodean y con toda la naturaleza.  Aquí se aplica expresamente la generosidad.

            En el cuento presentado, el monje tiene que vérselas con un grupo de personas tacañas, opuesto a su estilo de vida.  En ese contexto encuentra la manera de despertar la generosidad en los demás, aplicando su ingenio en la manera de cocinar la sopa a partir de la simple piedra.

            El protagonista del cuento muestra cómo el sentido de la soledad se plenifica en la posibilidad de una relación renovada con otros seres humanos y con las cosas.  Su generosidad se muestra en el camino que va haciendo despertando la acción en común y el servicio al necesitado, aunque lo consideren loco o despreciable.

            El símbolo del monje nos ayuda a valorizar a las personas en sus oficios, en su vida cotidiana, y en el respeto que merecen por esa soledad personal que conforma cada personalidad.  Por otro lado, la generosidad que forma parte de la enseñanza monacal, es la herramienta necesaria para que esa soledad que todos tenemos en nuestras condiciones de vida, se pueda vivir con sentido y con una secreta felicidad.


Caras en bolsas de papel
Rafael Ferrer
(puertoriqueño, n. en 1933)


lunes, 8 de octubre de 2012

PIEDRAS EN EL CAMINO


 
Figura
Fu Baoshi
(chino, 1904-1965)
            En la antigua China, como en todo el mundo, los cuentos han desempeñado una tarea educativa y de comunicación que no se puede comparar con nada. 

            Al no tener autores conocidos, se presentan como una sabiduría común a todas las personas que los entienden y los transmiten.  No son parte de ninguna ideología reconocible, ni siquiera de una sola forma de concebir el mundo y las cosas.

            “El picapedrero”, es un relato situado en la construcción de la Gran Muralla China,  una fortificación de más de 6.700 kilómetros de largo.  Recientes estudios han probado que los sectores más antiguos tienen más de 2.500 años de realizados.  Las etapas más recientes de esta impresionante obra datan de los siglos XV y XVI d.C.


Durante la época en que se construía la Gran Muralla, vivió un pobre diablo que trabajaba como picapedrero. Chen Ting-Hua, éste era su nombre, pasaba los días renegando de su existencia, con enormes pesares y amarguras. No había noche que antes de dormirse no pidiese a los dioses el poder cambiar su suerte.

Cierta noche, cuando apenas se había quedado dormido, una gran luz inundó la estancia y una imagen gigantesca se le apareció.

— ¿Eres tú Chen Ting-Hua? –preguntó la aparición.

— Yo soy, humilde siervo y picapedrero –respondió Chen.

— He oído tus pensamientos –dijo la imagen-, ¿de qué te quejas?

— Señor… ¡de mi adversa suerte! –contestó-. No soy feliz, con mi pobre sueldo apenas puedo tener una choza donde malvivir y apenas puedo permitirme el lujo de tomar una taza de té. Mientras que otros…

— ¿Y qué deseas ser… dime? –dijo la aparición.
Barcos entre rocas
Li Keran
(1907-1989)

— Un gran Mandarín –contestó Chen-, ellos viven bien y tienen cuanto desean… Pero, perdonad mi osadía gran señor… ¿quién sois vos y cómo podéis ayudarme?

— Soy el dios de la ambición –respondió-, y he venido hasta aquí para resolver tus problemas. Quedarás pues convertido en un gran Mandarín.

Al instante, Chen se vio rodeado y atendido por gráciles y bellas doncellas y fornidos eunucos. Vestía hermosos ropajes de seda y poseía un gran palacio.

Al día siguiente, Chen salió a dar un paseo por los jardines de su fastuoso palacio. La mañana era maravillosa y el sol lucía en todo su esplendor. Al ver el Sol, Chen pensó: ¡Cómo molesta el Sol!, ¡me abrasa y nada puedo hacer!, ¡quién fuese como él! De pronto se oyó una voz que dijo:

— Ya que ese es tu deseo… ¡conviértete en Sol!

Y así, Chen se convirtió en el Astro Rey del día. Vagaba por el cielo dominándolo con su luz radiante, esplendoroso… Pero una tarde, una densa y plomiza nube se interpuso en su camino, impidiendo que los rayos del sol pasasen a través de ella. Esto irritó enormemente al antiguo picapedrero que pensó: ¿Cómo una indigna nubecilla osa ponerse en mi camino? ¡Quién fuera nube! Y en menos tiempo del que se tarda en decirlo, Chen se transformó en una enorme y negra nube, la cual con un tremendo trueno se descargó en forma de lluvia torrencial cayendo con enorme violencia sobre la tierra y estrellándose contra las rocas. Chen se asustó tanto al chocar que deseó ser como las rocas. Y al instante se convirtió en una de ellas.

Aquello era otra cosa –pensó- ahora se sentía duro y fuerte, podía resistir, la lluvia, el viento, la fuerza de los elementos… Mas de pronto, sintió unos terribles golpes y vio a un hombre que con un pico estaba picando piedras. Un grito surgió de su garganta:

— ¡¡Quiero ser picapedrero!! –y al abrir los ojos vio que todo había sido un sueño.

Desde aquel día Chen Ting-Hua no volvió jamás a quejarse de su suerte, ni a desear ser como los otros.


La transformación del picapedrero

            Podemos representar la vida humana en este mundo como un camino de transformación desde la simple existencia hasta alcanzar a conocer el sentido de la propia vida.  Esto no implica una modificación externa, sino un apasionante cambio de actitud interior. 
Círculo de piedra
Anónimo
Neolítico - III milenio A.C.

            El cuento presenta, en una forma sencilla, lo que sucede realmente en la vida de Chen Ting-hua, el picapedrero desconforme.  Por obra del sueño va a pasar por símbolos llamativos hasta llegar finalmente a la piedra, el eje central de su oficio.  Luego de ser mandarín, sol, nube, lluvia tormentosa y piedra, vuelve a su oficio original, pero ya no es el mismo. 

            De forma parecida, las tradiciones humanas han elaborado ritos que acompañan a los jóvenes en su paso a la vida adulta.  Los hacen pasar por distintas experiencias, dependiendo del entorno en el cual vive cada sociedad, y de las enseñanzas que se quieran transmitir.  Se los denomina “ritos de iniciación”, y están presentes en la historia humana, aún en las civilizaciones más contemporáneas y tecnocráticas.  La ausencia de este tipo de ritos produce en el individuo la impresión de ser despreciado, lo que se convierte en rencor e inadaptabilidad.

            En nuestro cuento, el sentido del oficio del protagonista va a estar puesto en el símbolo de la piedra.  Veamos algunos de sus significados.  A partir de aquí entendamos que cuando se menciona que la piedra tiene “poderes especiales” lo que se quiere decir es que son instrumentos de una fuerza de otro orden, un poder que no reside en ellas.  Las piedras nos indican hacia donde prestar atención.


La vitalidad de las piedras
Piedra viviente (fotografía)
Khaled Hasan
(bangladés, n. en 1981)
            Según explican algunos estudiosos modernos, el planeta tierra que habitamos fue, en su origen, una masa de fuego, venida de otro lado, que se fue enfriando y endureciendo.  Esta manera moderna de entender el planeta, coincide con la forma en que piensa la tradición.  Las piedras son el testimonio, endurecido y permanente, de la masa, originalmente encendida en fuego, que vino del cielo. 

            Perseverando en esta idea, la tradición atiende a las piedras caídas del cielo, como los meteoritos, porque son las mensajeras del origen del mundo.  Todo lo que vino con la masa ígnea original viene en cada piedra que cae del cielo.  Por este motivo, en muchas religiones del mundo, los altares son de piedra o, al menos, tienen una piedra en la base. 

            En otros tiempos, se ponía una piedra para fundar un lugar.  En un relato bíblico, se habla del patriarca Jacob, que apoyó su cabeza sobre una piedra para dormir.  Por el sueño que tuvo, se dio cuenta que esa piedra era el centro de un lugar sagrado, “Beith-el”, la Casa de Dios. 

            En otros casos, como en los Andes peruanos, se hacen amontonamientos con piedras aportadas por cada persona que pasa por ese lugar.  Es un mojón que indica el camino seguro, o el lugar en donde encontrar lo necesario para el viaje.  Allí, como en muchos pueblos africanos, cada piedra representa un alma, y juntas están velando para que los otros puedan hacer su camino en paz.

            Lo que se llaman “piedras preciosas”, añaden, a su origen celestial, la idea de permitir la luz, al ser translúcidas y no opacas.  La tradición considera que estas piedras son símbolos de la transmutación, del cambio profundo.  Por eso se ponían en las coronas de los reyes, como también en muchos pueblos se regalan joyas con piedras preciosas engarzadas, para que protejan a quien las recibe. 

            Es inabarcable la significación de las piedras. En bruto o talladas, naturales o transmutadas, seguirán llenando de enseñanzas la vida del hombre.

            El picapedrero, al comienzo del cuento, estaba triste con su oficio.  Era como una piedra tallada por los hombres, hecho a la medida para construir la Muralla china.  Tenía razón en su queja.  Pero, en el sueño, fue tallado por la divinidad, que lo llevó a conocer el sentido de su vida.  Y termina como una piedra preciosa, una prenda de sabiduría y de paz. 

La Gran Muralla
Wu Guanzhong
(chino, 1919-2010)

            

martes, 25 de septiembre de 2012

EL HIJO DE LAS LÁGRIMAS



Juegos Tradicionales
Abdurrahim Buza
 (albanés, 1905-1987)
            Un relato necesita de algo básico, que son las palabras.  El origen de las palabras apasiona porque forma parte de infinitos acuerdos que han ido realizando grupos humanos para que sus miembros entendieran qué significaba un conjunto de sonidos, que es lo que en definitiva es una palabra.

            Parece que el uso de las palabras para comunicarse se inició en una región del continente africano, hace miles de años.  Lo sorprendente es que todas las lenguas humanas tuvieron origen en aquel lugar.  Se ha llegado a hacer un árbol genealógico de las lenguas, con muy pocos puntos oscuros por dilucidar.

            “El hijo de las lágrimas” es un cuento de tradición albanesa.  El idioma original albanés es muy antiguo, de la rama indoeuropea.  En nuestro tiempo lo hablan entre seis y siete millones de personas, no solamente en Albania, sino también en Serbia, Macedonia, Montenegro y en el sur de Italia.

Una vez en una aldea habitaba una hidra. Todas las gentes que acudían a aquel lugar eran devoradas por ella.

Sucedió que cierto día llegó a la aldea una mujer con tres hijos, hermosos como estrellas los tres. Pasó el tiempo y un buen día la hidra se comió a los tres hermanos. La pobre mujer quedó sola, pues también su marido había muerto tiempo atrás, al nacer el más pequeño de sus hijos, así que ella no paraba de llorar por su gran pérdida y su soledad. Tanto lloró que llegó a llenar una botella entera con sus lágrimas. Después se la bebió y al cabo de nueve meses dio a luz un niño. Este creció y llegó a los dieciocho años y siempre le estaba preguntando a su madre:

-¿Yo no he tenido más hermanos?

A costa de tanto insistir, su madre acabó por confesarle que había tenido tres hermanos, pero que se los había comido la hidra. Una vez que se enteró de la verdad el muchacho, le dijo a su madre:

-Iré y mataré a la hidra, cueste lo que cueste.

Su madre lloraba y le decía:

-Te lo imploro, no vayas, te comerá también a ti y volveré a quedarme sola como un cuclillo. ¡No me dejes abandonada!

Pero el muchacho ya no hacía el menor caso a sus palabras.

Un día tomó tres madejas de lana y marchó en dirección a la hidra. Cuando el animal abrió las fauces para devorar al muchacho, éste le metió dentro las tres madejas de lana y la hidra se ahogó. Agarró el muchacho la navaja, abrió el vientre del monstruo y de él salieron sanos y salvos sus tres hermanos y muchas otras personas más. Toda aquella gente surgida del vientre del monstruo no sabía cómo agradecer al joven que los hubiera salvado y le prometieron que le construirían un palacio y le llevarían muchos presentes. El muchacho se llevó a sus tres hermanos, marcharon todos junto a su madre y así vivieron, se casaron, prosperaron y tuvieron larga descendencia.


El animal mitológico.

Heracles
Relieve de Dura Europos
(siglo III a.C.)
            El obstáculo central del cuento es la hidra.  Se dice que es un animal mitológico, porque no es importante su forma concreta sino lo que el animal significa.  Del relato surge que tiene fauces con las que devora gente y también un vientre donde están los tres hermanos comidos y otras personas.  Lo que hay que buscar es lo que este animal está representando.

            La manifestación más famosa de la hidra en la tradición es el enfrentamiento con Heracles, también conocido como Hércules.  Este héroe debió realizar doce trabajos inmensos, entre ellos vencer a la hidra de varias cabezas, que estaba en el lago de Lerna.  Este monstruo, que asolaba la región donde habitaba, tenía una sangre tan venenosa, que infectaba el agua que tocaba, impidiendo la vida de los peces a su alrededor.  Hay distintas versiones sobre el número de cabezas que poseía la hidra, pero cada una de ellas tenía la propiedad de que cuando se cortaba, del mismo cuello surgía otra.

            Desde la antigüedad, esa hidra personifica a la mente con todos sus defectos. Mientras viva el monstruo y la vanidad no esté dominada, las cabezas, que simbolizan los vicios, vuelven a brotar, incluso del cuello cortado; por lo tanto, y confirmando la interpretación, todo lo que toca los vicios o procede de ellos se corrompe y corrompe.

            Los vicios representados son numerosos como las cabezas del monstruo: apegos, apetencias, temores, rencores, iras, lujurias, envidias, odios, orgullos místicos o laborales, engreimientos.  Podemos listar otros defectos, formulados con lenguaje más moderno:  querer tener siempre la razón, echarle la culpa a otro, hacerse siempre el mártir, poner una excusa para todo, expresarse siempre en tono negativo, ser intolerantes, ser desconfiados en exceso.

            En una interpretación del cuento, los tres hermanos han caído en los vicios, han sido devorados por los defectos, algo que no está lejos de la vida de los seres humanos.

            Lo primero que hay que saber es qué es lo que pasa.  Es lo que pregunta el “hijo de las lágrimas” del cuento.  A pesar de la resistencia de la madre, él pregunta insistentemente.  No dice el cuento por qué preguntaba tanto, pero es fácil de suponer que era la sensación de aislamiento, de ser un individuo que se las tendría que arreglar solo en la vida. Si no se hubiera enterado, no habría podido hacer nada.


Salir del vientre monstruoso.
Símbolos
Engjëll Berisha
(albanés, 1926-2010)

            Es sorprendente que cuando el héroe abre el vientre de la hidra, salen vivos sus tres hermanos y mucha otra gente.  El monstruo traga pero no transforma ni mata.  Es un lugar triste, lúgubre, pero del cual se puede salir.  Siguiendo la interpretación señalada, es horrible vivir en el vicio, pero hay solución, hay vías de escape de la triste situación.  Este es el mensaje de la narración, su buena noticia.

            Heracles venció a la hidra de Lerna con paciencia.  Buscó ayuda en su sobrino Yolao quien, a medida que Heracles cortaba las cabezas, él cauterizaba los cuellos con un tizón encendido, de tal manera que no podía crecer una nueva.  Una de las cabezas era inmortal, la cual fue cortada y enterrada bajo una piedra.  Finalmente, Heracles mojó las puntas de sus flechas en la bilis venenosa de la hidra, que usará luego en sus futuros trabajos.

            El héroe griego enseña que para vencer a los vicios hay que tener paciencia, derrotándolos uno por uno y cerrando cuidadosamente la herida para que no sigan corrompiendo.  Esta tarea no puede ser obra de uno solo, sino que se necesita ayuda de otros, especialmente los cercanos como el sobrino de Heracles.

            En la historia de la humanidad se han dado otras interpretaciones a la hidra.  En esta ocasión hemos elegido aquella que nos remite a la vida interior, a la tarea constante de cada ser humano con sus propios obstáculos.  Pero tengamos en cuenta que la hidra ha sido considerada también como un talismán protector, y así aparece en bajorrelieves en iglesias medievales.  En siglos recientes, la hidra también ha representado la libertad política de la comunidad y su capacidad de rebelión frente a los poderes opresores.

            Para encontrar las enseñanzas de este monstruo mitológico tenemos que hacer como el “hijo de las lágrimas”, tomar la navaja y abrirle el vientre. La navaja es la “palabra”, ese orden de sonidos significativos, que se ha plasmado en tantos idiomas y dialectos. Es la palabra, como comunicación con los demás y como meditación, la que abre el vientre de la hidra. 

            Los seres humanos hemos inventado las lenguas para salir de nuestro aislamiento, para entendernos.  Y meditar en lo que aprendemos, profundizar en lo que conocemos, es abrir el vientre del monstruo para alcanzar, para nosotros y los demás, la libertad de vivir en la luz. 

Yo estuve allí
Toni Milaqi (albanés, nacido en 1974)


sábado, 15 de septiembre de 2012

LOS DESATENDIDOS



             Los números están, con frecuencia, presentes en los cuentos.  A veces cumplen un papel central, pues sus significados nos ponen ante la enseñanza central.  En otras ocasiones indican alguna cualidad general que hay que suponer en lo que se relata.
Ciclo (2005)
Sopheap Pich (camboyano)

            En la narración “La bolsa repleta de cuentos” se habla de tres pruebas.  En esta oportunidad el número señala con sencillez la armonía que hay en las instancias que se presentan, pero no se despliegan la inmensidad de su significados.

            Es un relato de la tradición de Camboya, una tierra lejana, y sin embargo compartimos la mayoría de los símbolos que nos acercan a entender la vida del mundo y de los hombres.

“Cuéntame otro cuento, por favor”, suplicó Lom. “No ya es hora de dormir”, contestó su anciano criado. Así que el pequeño se acurrucó en la cama y pensando en la historia que acaba de escuchar.

Desde que Lom era muy niño, el viejo criado le contaba cada noche historias maravillosas: cuentos sobre enormes gigantes y poderosos magos, tigres feroces y sabios elefantes, emperadores opulentos y hermosas princesas. Cada noche tocaba una historia nueva, y a Lom le encantaba escucharlas. Sabía que el criado había oído los cuentos de labios de su madre, su abuela, su bisabuela, y que eran historias muy antiguas.

Lom solía alardear delante de sus amigos de saberse muchos cuentos. “¿Por qué no nos cuenta uno?”, le pedían una y otra vez. “No –gritaba Lom-, son míos, y no se los contaré a nadie”.

Todo el mundo sabe que los cuentos están para ser contados, pero como Lom no los compartía con nadie, se iban quedando aprisionados en una vieja bolsa, colgada en su habitación.

Lom siguió creciendo, acompañado por los cuentos que el viejo criado le contaba cada noche, y se convirtió en un apuesto joven. Decidió casarse con una bonita joven de un pueblo vecino. La noche antes de la boda, el viejo criado oyó unos extraños murmullos en la habitación de Lom. ¿Qué será eso?”, refunfuño, y se puso a escuchar atentamente.

Los murmullos venían de la vieja bolsa. Eran los cuentos, que charlaban entre sí lamentándose: “Mañana se casa y por su culpa nos quedamos aquí apretujados”.  “Debió dejarnos salir”, se quejó otro cuento. “Le haremos pagarlo caro”, gritó un tercero. “Tengo un plan”. Dijo el primer cuento. “Cuando vaya mañana al pueblo para la boda le entrará sed. Me convertiré en pozo y, cuando beba agua, le entrará un dolor de estómago terrible”.

 “Por si el plan no funciona, yo me convertiré en sandía. Cuando se la coma, sufrirá un dolor de cabeza espantoso”, dijo el segundo cuento.

 “Yo me convertiré en serpiente y le morderé”, dijo el tercero. “Sentirá un dolor insoportable en la pierna.” Y los cuentos se rieron cruelmente tramando su venganza.
El viejo sirviente se quedó horrorizado. “¿Qué hago?”, se preguntó. “Tengo que evitarlo”. El criado pasó toda la noche entera pensando como salvar al joven.

Por la mañana, cuando Lom se disponía a partir en su caballo al pueblo vecino, el criado salió apresuradamente y agarró las bridas del animal. Guió al animal por las colinas hasta llegar a un pozo.

 “¡Alto! -gritó Lom-, tengo sed”, pero el anciano hizo seguir al caballo sin detenerse en el pozo. Al poco llegaron a un  sembrado repleto de sandias. “¡Para!, gritó Lom.
“Estoy muerto de sed. Quiero una sandía”. El criado no quiso detenerse y siguieron adelante.

Llegaron al pueblo y durante la boda el criado se pasó todo el tiempo mirando por todas partes, pero no vio ninguna serpiente.

Al anochecer, los novios se dirigieron a su casa. Los vecinos habían cubierto todo el suelo de la casa de alfombras.

De repente, el viejo criado entró corriendo en los aposentos de los novios. “¿Cómo te atreves a entrar aquí de ese modo?”

El viejo criado levantó la alfombra y dejó al descubierto una serpiente venenosa. La tomó por la cabeza y la tiró por la ventana. “¿Cómo sabías que estaba ahí?”, preguntó Lom asustado.

El criado le habló de los cuentos apretujados en la bolsa y de sus planes de venganza por haberlos olvidado y no compartirlos con nadie.

Desde aquel día Lom empezó a contarle los cuentos a su mujer. Uno por uno, fueron saliendo todos los cuentos de la bolsa con gran alegría.

Años más tarde, Lom se los contó a sus hijos, y a su vez, ellos se los contaron a los suyos.

Hoy en día se siguen contando. Lo sé muy bien, porque yo también los he escuchado y porque yo soy  uno de esos cuentos apretujados en la bolsa.


La fuerza de los cuentos.

            Los cuentos, como los símbolos que usan, tienen siempre aspectos benéficos o dañinos.  Esta realidad es siempre así, pues el cuento hace bien o mal según quien lo narre y lo escuche.  Guardarlos sin transmitirlos a los demás es también una forma de reforzar el costado negativo de los mismos.
Empecé a pintar en el depósito de un hotel.
Ken Svay (camboyano, 1933-2008)

            En este sentido, las narraciones de la tradición no son informaciones del pasado o adornos del tiempo.  Por el contrario, tienen una tarea muy importante que desarrollar en las generaciones siguientes a su formulación.  Merecen atención pues pueden hacer un bien o causar daños si no se los atiende como corresponde.

            Los elementos del cuento también tienen esta potencia doble.  Por ejemplo, el pozo del que el viejo criado tiene que proteger a Lom.  El fondo del mismo es el mundo de los muertos, caer en un pozo es quedar prisionero de las fuerzas subterráneas, inferiores.  Es común sentir que los agujeros encierran al final potencias maléficas, dañinas. 

            Pero el pozo tiene otro sentido.  Es como un eje, una escalera, que me permite avanzar desde la oscuridad hacia la luz de su boca.  En este aspecto es salida, solución.  El fondo suele significar la oscuridad, la falta de vitalidad, no saber qué hacer.  Entonces, para esta mirada, el pozo significa la salida por arriba, el camino hacia la luz.

            De la misma manera se podrían considerar los otros dos elementos de las pruebas.  La sandía, y mucho más la serpiente, encierran castigos o beneficios.  Las tres pruebas forman un todo armónico, en relación al matrimonio que Lom está por comenzar.  Indican la solución, la fecundidad y la fuerza vital en primera instancia, para luego desplegar sus potencias en muchos significados más.


La transmisión de cuentos.
Escena de la vida idílica
Vann Nath (camboyano, 1946-2011)

            La principal actitud frente a las narraciones de la tradición humana es comunicarla a otros.  Esto tiene varios caminos, que se pueden recorrer uno detrás de otro.

            El primer camino es escucharlos, leerlos.  Que no queden encerrados en la bolsa, sino que estén vivos en los oídos y en el corazón de los receptores.  Son siempre breves, por lo que resultan fáciles de recordar, y en la memoria volver a encontrarse con ellos.

            Recordar los cuentos nos lleva a meditarlos, a pensarlos en sus elementos, a descubrir lo que quieren decir, lo que quieren enseñar.  Es entender que en las narraciones la humanidad va legando a los descendientes lo que ha atesorado con paciencia en su experiencia.

            La figura humana que más entusiasma del cuento camboyano es el anciano sirviente.  Vive feliz su sabiduría contando las historias a su discípulo, lo salva de su ignorancia y lo protege para que alcance la plenitud.  Una descripción del amor auténtico.



La pollera de la flor dorada
Leang Seckon (camboyano, nacido en 1974)